El novedoso y “loco” camino que le da nueva vida a los textiles usados

El impulso de Juan Paulo Hinestroza es crear nuevo conocimiento, por eso, dedicó su profesión a elaborar nuevas formas de aprovechar los textiles usados para un planeta más sostenible utilizando la nanotecnología.


“Yo creo que el valor de la ciencia está en crear” afirma Juan Paulo Hinestroza, quien sostiene su afirmación basándose en su experiencia académica que inició al ingresar al programa de Ingeniería Química de la Universidad Industrial de Santander. Tal vez las cosas no empezaron con el pie derecho, ya que, en palabras de él, se le complicaba comprender algunas materias, como cálculo.

Pero no flaqueó. Tenía el presentimiento de que estaba yendo por el camino correcto. Ya en cuarto semestre las cosas mejoraron y empezó a adentrarse más en la parte práctica. De esta manera, aquellas asignaturas que no entendía, cobraron más sentido al ver que podían ser usadas para elaborar diferentes cosas de la cotidianidad, como alimentos, plásticos o envases.

Desde allí, empezó su camino profesional guiado por la curiosidad y la pasión por crear conocimiento. 

Quédate en esta historia, querido lector o lectora, porque te contaré la travesía que recorrió Juan Paulo para crear una nueva forma de aprovechar los residuos de una forma innovadora.

Más allá de los límites

Juan Paulo ha viajado por muchos países dando charlas en universidades, estudiando nuevos e interesantes conceptos de la ciencia, al tiempo que ha trabajado en el desarrollo de diferentes patentes; así, este bumangués ha dedicado gran parte de su carrera a la investigación y a la docencia.

Por eso, cuando le ofrecieron un trabajo en la Universidad de Cornell (Estados Unidos), no dudó en aceptarlo, porque allí vio la oportunidad de fusionar dos elementos que, a los ojos de muchos, eran imposibles de relacionar: nanotecnología y los textiles; algunos lo llamaron “loco” por querer hacer proyectos con una pareja tan extraña, pero Juan Paulo sabía que se obtendrían grandes resultados.

Así fue como en el 2006 creó el Laboratorio de Nanotecnología Textil de la Escuela de Ecología Humana, en el cual ha realizado diversos proyectos usando la nanotecnología para crear textiles con nuevas funciones. 

“Me pareció interesante mezclar dos campos de la ciencia que tienen 200 años de diferencia (…) tuvimos que crear nuestras propias técnicas de medición,  unas cosas son visibles, otras son invisibles (…) y esa parte me llamó la atención porque era un reto académico muy grande”, dijo Juan Paulo con un deje de emoción en su voz.

Sin embargo, nuevas ideas irían aflorando en los viajes que realizaba. Así sucedió en una ocasión cuando fue a Bután, un reino budista que limita con China y la India. Este es un lugar místico, con enormes templos que te transportan a otra época. Pero lo que preocupó a Juan Paulo fue ver las grandes montañas de ropa desechada que habían en algunos vertederos, y no era un hecho aislado.

De acuerdo con la organización Global Fashion Agenda (una organización sin fines de lucro que fomenta la sostenibilidad en el sector moda) en el mundo se desechan alrededor de 92 millones de toneladas de residuos textiles al año.  Con esa cantidad podríamos llenar 60 buques portacontenedores.
Ya que estamos hablando de la problemática de los residuos textiles, quiero que hagamos un pequeño paréntesis en la historia de Juan Paulo para que ahondemos más en el impacto que tiene el fast fashion en el planeta.

Las montañas más peligrosas para el planeta: textiles usados

Supongamos que un día vas a tu armario y tus prendas ya no te quedan, se han estropeado o simplemente ya no te gustan. ¿Qué haces normalmente? Tal vez las dones a una fundación de caridad, o quizás las vendas a una tienda de segunda mano. Sin embargo, países desarrollados como Estados Unidos, suelen enviar la mayoría de las prendas que arrojan sus ciudadanos a países en desarrollo.

Así es como montañas y montañas de ropa se alzan como titanes de contaminación en los países con menos recursos, como India, Somalia, Kenia, Haití , Ghana y Pakistán y hasta en Chile. Algunas prendas son rescatadas y las personas las venden a precios muy bajos, ya que muchas personas en esos países no tienen tanto poder adquisitivo, y les dan una segunda oportunidad.

Pero la mayoría de estas prendas no están en condiciones para vestir de nuevo, ¿qué sucede en estos casos?

La respuesta es clara, quedan allí en esos vertederos, como una huella gigante del impacto que tiene la moda rápida en nuestro planeta; porque además de crear un aspecto descuidado a las ciudades, también genera diferentes problemáticas ambientales. 

Primero, los materiales textiles tardan demasiado tiempo en descomponerse (las fibras sintéticas tardan miles de años en desaparecer); además, este tipo de residuos representan una gran desperdicio de recursos, ya que, de acuerdo con Naciones Unidas, para un solo vestido se usan 93.000 metros cúbicos de agua (cantidad que puede cubrir las necesidades de millones de personas).  Y no solo eso, este sector también es el responsable del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Una locura que salva al planeta

Viendo el panorama tan preocupante que creaban los residuos textiles, Juan Paulo y su equipo de investigación decidieron usar una materia prima particular: la ropa que no era apta para ser donada o vendida en tiendas de segunda mano. 

Así que la investigación de Juan Paulo giró alrededor de esta pregunta: ¿Cómo hacer que algo considerado inservible pudiese transformarse en un material útil? 

La respuesta está en la química reticular, que es una rama de la química que se enfoca en el diseño y la síntesis de materiales con estructuras tridimensionales de metales y compuestos orgánicos ordenadas mediante enlaces fuertes, como los enlaces covalentes.  

De esta manera, comenzaron a hacer pruebas, publicar artículos y patentes. Los experimentos que realizaban consistían en cortar los textiles, para luego descomponerlos químicamente en una sopa de materias primas, colorantes, aditivos y suciedad. 

Posteriormente, se añadía una mezcla de metales en estado líquido, provocando que las moléculas del poliéster compartieran una afinidad con el metal, enlazándose selectivamente entre sí para formar estructuras metal orgánicas, que son materiales que se parecen a redes, hechas de átomos de metal y moléculas orgánicas.

Finalmente, estas estructuras se utilizan para fabricar revestimientos, es decir, una especie de “pintura”; a estos revestimientos se le pueden realizar diferentes ajustes estructurales para adaptarlos a usos específicos. Actualmente, el material es usado para cubrir fachadas de hospitales y estadios, cumpliendo distintas funciones, como evitar accidentes provocados por incendios o la propagación de enfermedades. 

Pssst, en la siguiente imagen entenderás un poco más sobre la química reticular.

“Y de esa manera creamos materiales que protegen contra el fuego, contra las bacterias (….) pero todos los reactivos que necesitamos para crear esas estructuras vienen del desecho de la basura (la ropa)” explicó Juan Paulo, con su voz resonando de emoción.

Bajo la premisa anterior, Juan Paulo y su equipo crearon un material con diferentes utilidades  a partir de residuos cuyo destino eran vertederos y focos de contaminación. Así, según nos comentaba nuestro protagonista, la Universidad ha vendido las patentes a diferentes compañías en Asia y África, que han implementado este proceso creado por Juan Paulo y su equipo de investigación para aprovechar esta ropa desechada. 

Un camino de enseñanzas

“La idea es crear cosas nuevas de alto riesgo, donde muchas veces se falla… la mayoría de veces se  falla, pero las pocas veces que las cosas funcionan resultan publicaciones y patentes de alto valor”, nos confesó Juan Paulo, resaltando la importancia de la resiliencia.

En medio de la carrera, a pesar de la incredulidad de muchos, lo más importante del trabajo científico es crear conocimiento de valor, ya que esa es la base de un país. Juan Paulo ve un gran potencial en Colombia, en donde ha colaborado en diferentes investigaciones con resultados que hacen un gran aporte a la sociedad.

Cuando le preguntamos por un consejo para los jóvenes que nos leen, nos dijo apenado que no era muy bueno en eso. Sin embargo, resaltó una cualidad muy importante a desarrollar: “Ser curioso (…) preguntarse, ¿por qué pasan las cosas? ¿cómo funcionan las cosas? Preguntarse todo el tiempo eso”. 

A partir de estas preguntas, podrás contribuir al fin de la ciencia: crear, y así convertirte en héroe que usa la mejor herramienta para salvar al planeta: el conocimiento.


Entrevistado: Juan Paulo Hinestroza Ardila
Profesor y director del Laboratorio de Nanotecnología Textil de la Universidad de Cornell
Escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas (Semillero ALUNA)

¡Hola! Para acceder a las actividades ALUNA debes iniciar sesión con tu cuenta. Loguéate e inténtalo nuevamente.

Scroll al inicio
Ir al contenido