Un rugido profundo recorre el corazón de la densa selva del Magdalena Medio en Colombia, donde sus ríos y cauces se entrelazan como senderos, cruzando bosques y valles. Allí, en su interior, habita el guardián de la noche y símbolo de equilibrio en la biodiversidad: el jaguar. En este artículo hablaremos de la experiencia que un hombre de la ciencia ha tenido con este enorme guardián. Su nombre es Jhon Flórez, un biólogo químico, director y fundador de la Fundación Cuidar la Tierra, en la región del Magdalena Medio.
Aquí vamos a contradecir la creencia de que un investigador es una persona solitaria, aburrida y encerrada entre libros y fórmulas. ¡Esto es solo un mito! Jhon y su equipo viven la ciencia como una aventura a partir del siguiente interrogante: ¿Por cuánto tiempo más podremos disfrutar de su rugido? Así, exploran la selva, enfrentando desafíos constantes para usar la tecnología en un propósito esencial: garantizar la vida del jaguar en su hábitat.
Desde el 2017, Jhon y su equipo han llevado a cabo un trabajo de reconocimiento y de socialización de lo que significa el jaguar para la armonía del ecosistema. Utilizando implementos como cámaras trampa y realizando largas jornadas de rastreo, han descubierto los secretos mejor guardados de esta especie, aclarando que el jaguar no es solo un animal, sino también un indicador clave de la salud del ambiente natural.
Asimismo, cabe resaltar que donde habita esta especie la diversidad ecológica florece, los bosques perduran y las aguas se conservan. Por el contrario, en los lugares donde su presencia desaparece, la vida comienza a desvanecerse lentamente, generando un deterioro del balance natural. En consecuencia, este arduo trabajo no solo busca conservar al jaguar, sino también preservar la estructura biológica que depende de su existencia y de la red de lazos que mantiene con su medio; una conexión que compartimos, pero que muchas veces ignoramos.
El ‘triángulo de la vida’: Un refugio de luz y esperanza
¿Qué sucederá si permitimos que su rugido se apague? La situación del jaguar es crítica, reflexiona Jhon con su mirada llena de convicción. Y es que no es para menos. Al menos tres causas hacen una gran presión sobre la vida de este felino: la fragmentación de las áreas forestales, que limita su movilidad; la deforestación indiscriminada, que destruye sus hábitats naturales; y la caza inducida por conflictos con comunidades que lo ven como una amenaza para su ganado.
Estos problemas generan una vulnerabilidad directa a esta especie y, además, causan un efecto dominó en el tejido de la existencia, impactando los principales factores del equilibrio humano y ambiental, como la estabilidad de otros seres vivos, la fertilidad del recurso suelo y la estructura del agua. Si falta el jaguar, otros elementos del ecosistema también faltarían y la armonía se rompería.
Por todo lo anterior, Jhon y su equipo desempeñan un rol crucial dentro de los bosques húmedos tropicales, trabajando diariamente para preservar lo que han denominado como el ‘triángulo de la vida’, un corredor biológico ubicado cerca de Barrancabermeja, Santander. Este se ha convertido en una reserva para los jaguares y una amplia variedad de especies, conectando fragmentos de territorios aislados y describiendo la esperanza de un equilibrio renovado entre los humanos y el medio.
Como un elemento clave para su trabajo está la estación biológica Jaguar Ipacarai, la cual da soporte en actividades de investigación, monitoreo y educación en la región. De igual forma, la colaboración entre organizaciones dedicadas a la conservación y las comunidades locales ha sido esencial para la adopción de prácticas viables que contribuyen tanto a los jaguares como a su desarrollo de vida. En conjunto, estos esfuerzos demuestran que la protección del jaguar no es solo un objetivo; es una realidad en construcción.
Según Mongabay, una organización sin fines de lucro dedicada a la educación y comunicación ambiental, se considera que estos corredores, conectados con los objetivos de conservación global, son esenciales para vincular hábitats fragmentados y salvaguardar las especies como los jaguares.
La mirada del jaguar: un viaje profundo al corazón de la selva
Descubrir los secretos de su medio y conocer la naturaleza de esta especie ha sido una aventura cargada de desafíos constantes. Como resultado de este proyecto se han obtenido importantes registros de los comportamientos y movimientos de estos misteriosos felinos, generando información valiosa para su cuidado y desarrollando una mayor concientización sobre su existencia en la red de vida.
Pero esta labor va más allá del estudio y los análisis, ya que también ha permitido identificar territorios críticos y crear un vínculo que trasciende lo superficial con los verdaderos protagonistas de esta historia. Entre ellos, jaguares como la reina Jessy, Luka, Balam, Pipatón, Opon, Eirete, Yuma, entre otros, cada uno con su propia historia que ilustra tanto las alegrías como los desafíos. Historias que han dejado una huella imborrable, no solo en el paisaje del Magdalena Medio, sino en los corazones de quienes trabajan incansablemente por protegerlos.
¿Qué historias de supervivencia y valentía esconde en sus corazones estos ejemplares? Con el pasar del tiempo Jhon y su equipo comenzaron a descubrir algunas de ellas, aventurándose en lo más profundo de la noche, donde la verdad apenas empieza a revelarse.
El primer reconocimiento se registró el 15 de julio de 2017 en la microcuenca de la quebrada Zarzal, y fue con la reina Jessy, quien ha demostrado una capacidad excepcional para adaptarse y prosperar en un espacio tan desafiante, convirtiéndose en una fuente de inspiración para quienes dedican su vida a la preservación. Además, su última aparición en 2025 la consolidó como una figura central en los esfuerzos por proteger su refugio, dejando un legado que destaca la importancia de preservar a esta emblemática especie.
A lo largo de su vida, la reina Jessy no solo ha demostrado su fortaleza y liderazgo, sino que también ha formado lazos significativos con algunos de sus compañeros. Uno de ellos fue Luka, un majestuoso macho cuyo nombre nació de la creatividad de los niños de las comunidades aledañas. Su vida, lamentablemente fue truncada por la caza furtiva en 2023, dejando un doloroso recordatorio de los peligros que enfrentan estas especies.
También está Balam, su compañero de 2022, cuyo nombre se inspira en la palabra maya que significa “jaguar”, un homenaje a las raíces culturales que idolatran a este felino. Finalmente se encuentra Pipatón, un macho dominante de las cuencas del Zarzal y La Vizcaína, recibiendo su nombre en honor al cacique Pipatón, símbolo de lucha y resistencia indígena en este territorio.
Cada uno de estos y otros jaguares, por ejemplo, la princesa Yuma, invitan a proteger los corredores biológicos que aseguran la conexión y supervivencia de estos animales. Una historia de cómo la comunidad rescató y liberó voluntariamente a un joven jaguar conocido como el rey Opon, representa un ejemplo inspirador de cómo el ser humano puede reconocer y valorar el papel vital de estos felinos en el entorno. Todos estos relatos representan capítulos inolvidables en la lucha por preservar su especie y la delicada proporción del ecosistema del que dependen.
Un futuro en nuestras manos que aún podemos construir
El jaguar, felino imponente cuyos ojos reflejan la profundidad de los ríos y la fuerza de la selva, curiosamente guarda un mensaje profundo en su nombre: la palabra “agua”. Este detalle nos recuerda la conexión esencial entre esta especie y los ambientes hídricos, resaltando la importancia de protegerla para asegurar su supervivencia, las poblaciones y el planeta.
Inspiradas por esta relación simbólica, las comunidades locales han adoptado una iniciativa en el resguardo del jaguar, a través de jornadas de sensibilización, talleres y capacitaciones enfocadas en la defensa del territorio. Así han logrado generar una conciencia ambiental colectiva sobre la importancia de preservar el equilibrio de los medios naturales.
Este cambio de actitudes se refleja en la evolución de perspectivas, desde los niños en las escuelas hasta los finqueros, quienes ahora perciben al jaguar como un aliado esencial en lugar de una amenaza, creando el inicio de una etapa de renovación. Por su parte, Jhon y su equipo continúan trabajando con el corazón lleno de esperanza, liderando proyectos participativos que no solo priorizan el bienestar de los territorios, sino también el resguardo integral del jaguar.
Iniciativas de este tipo, impulsadas con pasión y compromiso, han demostrado que la conservación es posible cuando se combina la ciencia con el esfuerzo de la población, permitiendo el avance hacia la gestión integral de paisajes sostenibles en el Magdalena Medio, reflejando un compromiso genuino con la biodiversidad.
Sin embargo, la pregunta persiste: ¿Estamos dispuestos a hacer nuestra parte para proteger, no solo al jaguar, sino también nuestro hogar compartido con otras expresiones de vida? El tiempo no se detiene, pero todavía estamos a tiempo. Cada rugido que salvamos es un paso hacia un futuro donde la naturaleza y la humanidad puedan coexistir en perfecta armonía.
#SalvemosAlJaguar.
Entrevistado: Jhon Mario Flórez Salazar
Fundador de Cuidar la Tierra.
Escrito por: Juliana Delgadillo
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