¿Sabías que el caimán aguja es una de las once especies de cocodrilos que habitan América? ¡Y no solo esto! También seis de ellas se encuentran en Colombia, abarcando zonas costeras del Pacífico y el Caribe.
En la siguiente imagen podrás ver a este cocodrilo.

Su denominación varía, pues hay quienes lo conocen como caimán del Magdalena o cocodrilo americano; no obstante, dicho aspecto no influye en la importancia que tiene para los ecosistemas, pues sus funciones son múltiples: regular la población de peces carnívoros, evitar la sedimentación de charcos y pozos, aportar nutrientes a las aguas y mantener un equilibrio dentro del ciclo alimenticio. Otro dato interesante es que habitan en ecosistemas cálidos.

¡No te distraigas! Conoce la difícil historia de estos animales y como un grupo de soñadores y constructores de un mejor planeta se fijaron en ellos.
De cazadores a conservadores: un giro inesperado y gratificante
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, debido a la constante caza en territorio nacional, el Caimán aguja se extinguió tanto en áreas costeras del Caribe y los valles interandinos, como en zonas insulares, llevando a la especie a niveles críticos. Por ende, hoy en día, se cataloga como “vulnerable” dentro de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza – UICN.
Nuestra historia se remonta 21 años atrás con la Asociación Comunitaria para la Conservación del Caimán Aguja en San Antero, Córdoba, cuando José Gabriel Pacheco, miembro de la Asociación, comprendió que algo “no marchaba bien” en su comunidad de San Antero: la cacería iba aumentando y los caimanes disminuían, ¿por qué? Porque era una actividad económica rentable que se desarrollaba a costa de la futura desaparición de la especie.
Con esto, y en compañía de dos amigos, Pacheco se dedicó a capturar los huevos de las hembras para incubarlos “al natural”, es decir, creaban nidos artificiales; acción promovida por el biólogo Giovani Ulloa, quien en el 2002 los invitó a hablar sobre conservación.
Tras 5 años de diálogo, curiosidad, aprendizaje y trabajo, la iniciativa se consolidó como organización en el 2005. “No fue fácil convencer a un grupo de 22 personas para que se unieran en la preservación de los cocodrilos, porque ellos tenían una actividad económica con ellos”, recordó José. Igualmente, dijo: “Fue una lucha llegar hasta donde estamos, puesto que existían grupos que discrepaban con nosotros; decían que si criábamos cocodrilos, en el futuro nos quedaríamos sin peces y que, de pronto, habrían accidentes con personas que buceaban y recolectaban chipi chipi”, agregó. Desde ese entonces han criado y liberado a más de 15.000 cocodrilos en la bahía Cispatá. Todo, durante su lucha por salvar dicha especie en vía de extinción.
Quizás la tarea más difícil fue encontrar argumentos para que otros habitantes de la región decidieran dejar la caza de este animal y más allá, generar condiciones para su desarrollo. Con esta necesidad, se empezó a usar un discurso contundente. Esta especie ayuda a oxigenar los cuerpos de agua con su ir y venir, mantienen limpios los canales. Así mismo, por tener un metabolismo lento, producen aminoácidos (compuestos orgánicos) que se combinan para formar proteínas y brindar ese “abono” al sistema, generando alimento que los peces consumen en las primeras etapas de vida.
“Eso fue lo que empezamos a socializar con las demás asociaciones. Hoy en día, los que estaban en contra, nos traen turistas. La actividad de la pesca no la hemos dejado, en estos momentos construimos nidos para la continuidad del proyecto y ver si en el futuro llegamos a un uso sostenible real. ¡Esa es la idea!”, aseguró José.
SOS, Colombia
Colombia es el segundo país con mayor biodiversidad en el mundo. Sin embargo, las acciones del ser humano ponen en riesgo a cientos de especies. En Suramérica, 4.445 especies están en peligro de extinción y, en nuestro caso, la cifra es de 1.203 especies: 173 en “peligro crítico”, 390 en “peligro” y 640 en “vulnerabilidad”.
La Lista Roja, un inventario realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), indica que estas son las especies en riesgo: oso de anteojos, jaguar, delfín rosado, tortugas carey, tití cabeciblanco, manatí del Caribe, águila solitaria, caimán negro, pez mero guasa, pez sierra y el bagre rayado del Magdalena. Lo anterior se convierte en una situación alarmante.
Bien, para contrarrestar esta problemática, en Colombia se han creado diversas propuestas, de las cuales destacamos dos: por un lado, los artículos 8, 79 y 80 de la Constitución Política de 1991 que señalan como deber del Estado, y de sus entes territoriales y ciudadanos, proteger las riquezas naturales y culturales del país, además de conservar los lugares de especial importancia ecológica; lo anterior con el fin de planificar, manejar y aprovechar los recursos naturales, garantizando así un desarrollo sostenible, sin olvidar su preservación.
Un hogar provisorio para la especie
Según nos contaba el protagonista de esta historia, para iniciar con la incubación de los huevos primero hay que recolectarlos, puesto que se encuentran expuestos a diversos peligros que hay en el ecosistema, como algunos depredadores que están al acecho para poder alimentarse de ellos (machines, lobos polleros y aves). Además de esto, cuando nacen, los caimanes adultos también se alimentan de las crías, o estas también pueden ser presa de otros animales carnívoros.
Después de recolectar los huevos, se construye el nido con material orgánico, con el fin de que sea húmedo y cálido, para que de esta manera la incubación sea efectiva, haya un buen desarrollo embrionario y, por consiguiente, se den nacimientos en buen estado. Los huevos eclosionan después de tres meses de incubación.
Luego de lo mencionado, los caimanes son llevados a unas tanquillas de cemento, durante dos meses, que son tapadas y divididas por tamaños (dependiendo de cada caimán): 50, 80 y 90 centímetros. Esto, con el fin de que se respeten entre ellos, en otras palabras, para que no se ataquen y terminen siendo alimento el uno del otro. Así, sigue la etapa de “adaptamiento” en la cual se busca que los animales no miren personas ni se expongan a la luz del sol, pues eso podría afectar su crecimiento y proceso.
“Después del crecimiento se pueden ir al medio natural. Los mantenemos encerrados para que no se acostumbren a mirar personas y evitar confusiones, ya que, de no ser así, creerían que en su medio la gente los alimentará”, señaló José. Finalmente, cuando el caimán llega a medir el metro, se libera al medio ambiente, ya que con este tamaño podrá sobrevivir al ambiente. Normalmente alcanzan esa medida a los cuatro años.
Obtención del conocimiento
“Hicimos con el biólogo cursos pequeños sobre reservas naturales en donde aprendimos a conocer más a los caimanes: sus comportamientos, tanto en cautiverio como en área natural, cómo sería el desarrollo embrionario en una incubadora y la marcación a través de una nomenclatura ubicada en la cola; esto último para marcar 9.999 animales en unas 16 escamas de la cola, así, al mirar un cocodrilo en su hábitat natural, sabemos de qué año es y cuándo fue liberado”, expresó José.
El objetivo de la marcación es hacer un trabajo científico para hablar con seguridad de la especie y conocer cómo es su desarrollo en cautiverio y en su hábitat natural, además de tener la posibilidad de exponer a futuro los procesos de conservación y uso sostenible. “Por eso es necesario llevar esa secuencia científica, para buscar dos cosas: el mejoramiento de las poblaciones y la sostenibilidad”, aseguró José.
Hallazgos encontrados
Durante los once años que llevan realizando esta labor, José y su grupo de trabajo han obtenido diversos conocimientos sobre los caimanes y la relación que tienen con su hábitat. Para esto, miden diferentes variables, como el oxígeno y temperatura del agua. En este proceso encontraron que si el oxígeno era muy bajo, el caimán se vería perjudicado, puesto que esta falta de oxígeno hace que el alimento (peces y camarones) disminuya.
El oxígeno se mide con dos oxímetros, o sea, con un aparato similar al termómetro. Uno se sumerge para tomar la temperatura del agua y otro se mantiene en la superficie para tomar la temperatura ambiente.
Con esto, José aclaró lo siguiente: “Hablando de 28 a 33 grados es muy bueno, pero hay una situación en los reptiles para la parte de la incubación. El sexo de ellos se define por temperatura, si tenemos una de 33 grados centígrados, obtendremos machos; si está entre los 28 y 29 grados pueden ser hembras. Eso tiene su truco, cuando la temperatura es 31,5 podrían nacer hembras o machos”.
Dicho proceso o estudio de hábitat natural se hace para determinar los sexos; por esa razón hay que tomar múltiples muestras de temperatura ambiente, especialmente del agua porque varía dependiendo de la corriente.
Por otro lado, también se encontraron en el primer trimestre del año, las hembras desovan (ponen sus huevos) y la marea baja, por lo tanto, se les dificulta encontrar alimento, provocando que se depreden entre sí. En este caso, acudirían a alimentarse de las crías, las cuales están más vulnerables. Así que el equipo de trabajo traslada a los cocodrilos a otras bahías para que tengan menos dificultad a la hora de encontrar comida y en las épocas de invierno son devueltos a su hábitat.
¿Cómo ha beneficiado la conservación del caimán aguja a la comunidad de San Antero?
En cuanto al turismo, esta especie se convirtió en el mayor atractivo. “Los pescadores que no nos apoyaban ahora nos apoyan. Ellos hacen recorridos por la ciénaga, mostrando los cocodrilos de noche porque su actividad es nocturna: en el día duermen y al esconderse el sol buscan alimentos”, explicó José Gabriel.
Gracias a este proyecto, fueron una de las iniciativas ganadoras del Programa A Ciencia Cierta del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia. El dinero que obtuvieron piensan invertirlo en la recolección de los huevos e incubadoras.
El tema del trabajo en equipo también ha sido gratificante, pues lograr una armonía y un objetivo en común (llegar al uso sostenible de los caimanes y aprovechar esto sin afectar al medio natural) fue todo un reto desde el principio. “Ha sido una experiencia muy bonita, cambiar de cazador a conservacionista; en definitiva, un logro muy interesante. Cada día vivimos más enamorados de lo que hacemos, puesto que todas nuestras opciones van dirigidas hacia la conservación”, opinó José.
Finalmente, José Gabriel Pacheco se dirige a nosotros, “los chicos”, con la siguiente reflexión: “Para los jóvenes, mi mensaje es que aprendan a cuidar y a preservar la naturaleza, porque en la medida en que lo hagan, estaremos mejor en el futuro”.
Entrevistado: José Gabriel Pacheco
Representante legal de Asocaimán
Escrito por: Camila Andrea Álvarez
Conceptos clave
- Caimán del Magdalena: Es una de las especies de cocodrilo con mayor envergadura a nivel global. Los machos alcanzan una longitud total de cinco o seis metros y las hembras hasta cuatro metros. Presenta una coloración gris clara, la cual se va tornando más oscura cuando crecen.
- Sedimentación: Proceso natural en el cual las partículas más pesadas que el agua son removidas por la acción de la gravedad.
- Red trófica: Proceso que hacen las diferentes especies de una comunidad biológica para transferir sustancias nutritivas, es decir, cada una se alimenta de la precedente y, a su vez, es alimento de la siguiente.
- Incubación: Acto por el que los animales ovíparos empollan los huevos, sentándose sobre ellos, para mantenerlos calientes y que así puedan desarrollar los embriones (etapa inicial de un ser vivo).
- Chipi chipi: Molusco marino que se puede comer.
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