¡’Dar vida’ con llantas usadas! La propuesta del artesano santandereano

El tiempo pasa volando… De eso nadie tiene duda. Los segundos, los minutos, las horas, lo días, las semanas, lo meses, los años… Todo pasa, pero los recuerdos nos mantienen jóvenes. En mi caso, una memoria que mantiene mi alma pura son las historias que mis abuelos y madre me contaban a los cinco años —han trascurrido 15 desde entonces—.

Pero bueno, querido alunático, usted probablemente se preguntará si puedo compartirle alguno de tan valiosos relatos, ¿verdad? Si es así, lo invito a tomar asiento en su lugar favorito y a disfrutar de un delicioso café —típico de nuestra tierrita—. 

Era una helada noche de sábado por allá en el 2006 —que recuerde el día de la semana y el año es todo un misterio— y me preparaba para arruncharme en mi cama, como de costumbre. No obstante, aquel sábado no era un sábado normal… Era un sábado de familia y, por ende, de diversión. 

El aldeano que salvó un bello reino

“Había una pequeña princesa que amaba la naturaleza. Amaba las flores, las nubes, amaba la Tierra” narró mi mamá con tono de voz tranquilo.

“¡¡¡Ma!!! ¿La princesa es chiquita, con cabello negro, ojos cafés y adora los perritos?” preguntó enérgicamente la Camila de cinco años.

“La princesa se parece a ti mi vida. ¡Casi lo olvido! Ella también quiere a todos los animales.

Mientras continuaba, me arropé con tres cobijas” quienes me conocen saben que soy la persona más friolenta del mundo— y abrazaba mi osa de peluche vestida con su hermoso tutú. 

“Una tarde de sol brillante, la princesa inició su recorrido habitual por los alrededores del castillo. Los pajaritos cantaban en su honor, las rosas presumían sus lindos colores y la brisa acariciaba su larga cabellera. Sin embargo…”

“¿Qué pasó, mamá?” grité preocupada.

“Hija, la princesita observó a lo lejos un aldeano cuyas lágrimas inundaban sus ojos. Corrió hacia él para saber qué sucedía. Ella exclamó”

‘Don Orlando, ¿qué es eso que aflige su noble corazón en esta bella tarde de julio?’.

‘Princesita, hace unas horas estaba caminando por el bosque y vi unos objetos grandes y circulares, de color negro (parecidos a las ruedas de sus carruajes) … Al principio, no quise acércame mucho, ya que jamás mis ojos habían presenciado algo por el estilo; pero ¡no pude resistirme!’

‘Don Orlando, no detenga su relato, por favor.’

‘Mis manos sudaban y mis pies se sentían más pesados… De la nada, escuché un extraño ruido… ¡era un loro! Un loro que traía un papel en su pico’.

‘Don Orlando, ¡eso es simplemente maravilloso!, ¿qué decía?’.

‘Con su permiso, recitaré lo leído: Estas son unas llantas que provienen del futuro, permitirán el avance de la humanidad, pero también representan un peligro para el medio ambiente’.

‘No puede ser… ¿un peligro para el medio ambiente? ¿Qué hacemos con esas llantas? ¡Esto es muy malo!’.

‘Princesita, si me permite… ¡Creo que tengo una idea! ¿Y si hago mis figuras con ese material?’.

‘¡No hay tiempo que perder! ¡Manos a la obra!’.

El cuento continuó mientras mi madre acariciaba mi cabeza. Al terminar, inquieta pregunté

“¡Maaa! ¿Cuál fue la primera artesanía que hicieron?” 

“Mijita, un loro similar al que les dio el aviso por medio de la carta”.

“¡Qué lindo cuento, ma! Hasta mañana, ¡te amo!” le dije.

“Que descanses mi pequeña princesita” respondió con un cálido beso en mi frente. 

Don Orlando: El artesano de la Tierra

Actualmente, recuerdo esa historia y debo admitir que cambié el nombre del aldeano para enorgullecer al protagonista de este artículo: don Orlando Pérez, un jardinero de profesión que tuvo que reinventarse con la llegada de la pandemia en 2020.

En nuestra inigualable Colombia, exactamente en tierras santandereanas, se ubica el municipio de Piedecuesta —hogar de gente berraca y echada ‘pa lante’—. Allí, en el barrio La Castellana, vive don Orlando, un hombre perseverante, alegre, soñador y amable que con el fin de llevar el sustento del día a día a su casa, inició un singular emprendimiento: ¡dar vida a llantas usadas!

¿Dar vida a llantas usadas? Tal cual, apreciado lector. Este piedecuestano, tras ver el mundo de llantas que tiraban al taller de su vecino, pensó en hacer el lorito que tanto le había pedido su madre durante la cuarentena. Así, a punta de videos e imágenes que encontraba en internet, fue creando poco a poco sus obras. Entre ellas, se destacan las siguientes:

Las piezas de arte 

Una mano al medio ambiente 

“Siempre hay un complemento entre la naturaleza y mi trabajo; eso me gusta mucho… Lo que es cuidar a los animalitos y a las plantas”, aseguró nostálgicamente don Orlando, explicando, de forma indirecta, otra de sus motivaciones: el cuidado del medio ambiente. 

Y es que el interés de Orlando se alinea con problemáticas globales de nuestro país. Según el Ministerio de Ambiente de Colombia: “Las llantas usadas no son consideradas como un residuo peligroso; sin embargo, requieren ser devueltas a los productores mediante los mecanismos de recolección implementados, para favorecer principalmente el rencauche, el aprovechamiento y el reciclaje evitando que sean quemadas en espacios a cielo abierto y como combustible en actividades informales”.

Y es que lo anterior no es una cosa pequeña. En nuestro país se importan, anualmente, un aproximado de 1.350.000 llantas y, de esa cantidad, solo se reencaucha el 29 %. ¿A dónde va a parar el resto? A rellenos sanitarios o a zonas verdes en donde se acumula dicho material (generando escombros y su posterior quema). Asimismo, de acuerdo con el medio Semana (2021), 950.000 llantas usadas encuentran su destino final en las calles de las principales ciudades, año tras año. 

Noticias que nos informan sobre el impacto de los neumáticos nos llegan de todas partes e incluso desde una perspectiva más allá de la nacional. Un ejemplo es el artículo titulado Los neumáticos son una gran fuente de contaminación por plástico de National Geographic (2019). En este se informa que: “Los neumáticos figuran entre los contaminantes plásticos más habituales del planeta. Un estudio de 2017 de Pieter Jan Kole de la Universidad Abierta de los Países Bajos y publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health estimaba que los neumáticos representan hasta un 10 por ciento del total de microplásticos presentes en los mares del mundo. Un informe de 2017 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza situaba la cifra en un 28 por ciento”.  

A su vez, este invento del ser humano hoy en día se compone prácticamente en un 19 % de caucho natural y en un 24 % de caucho sintético (los otros porcentajes equivalen a metal y diversos materiales). Prosiguiendo, National Geographic afirma que: “La producción de neumáticos aún tiene grandes consecuencias medioambientales, como la deforestación continua, el empleo de combustibles fósiles perjudiciales en la fabricación de cauchos sintéticos o el proceso de ensamblaje. La fabricación de neumáticos modernos gasta en torno a 32 litros de petróleo, mientras que los neumáticos de los camiones consumen 100 litros”.

Por último, al momento de quemar las ruedas, se liberan partículas perjudiciales para los seres vivos, tales como el dióxido y monóxido de carbono, benceno, fenoles y óxidos de plomo, nitrógeno y zinc. 

Ante la realidad, el proceso de creación 

Todas estas cifras le dan importancia total al arte realizado por Orlando. Recordando y recopilando, aquel lorito que creó con dos llanticas de Bws, fue el inicio de toda una aventura que ha sido reconocida hasta por el mismísimo Rigoberto Urán (ciclista colombiano), debido a la belleza de sus artesanías y al compromiso con el cuidado del planeta, a través de la reutilización del material en cuestión. 

Después del loro, otras maravillas. Siguió esculpiendo animales como peces, caimanes, aves e iguanas y hasta personajes memorables de la televisión como algunos integrantes de la familia Simpson. Con esa trayectoria, empezó a recolectar neumáticos que encontraba en la ciudad para concientizar a la comunidad sobre la importancia de “darle buen uso a la basura” y, de este modo, aportar pequeños granitos de arena que sumaran una gran montaña de colombianos dispuestos a ayudar.

“La gente ya compra; los lleva a parques y a sus jardines, con el fin de decorar porque así resaltan en vez de estar en un basurero”, manifestó nuestro héroe sin capa. 

Ahora, respetado lector, ¿cuántas llantas cree usted que emplea don Orlando para sus esculturas? Pues bien, resulta que la más alta de todo su rebaño es una jirafa, la cual mide casi dos metros y requirió de cerca de 50 neumáticos de motos y bicicletas. 

“Se trata de meterle llanta de moto y de bicicleta (la de moto no tienen alambre). Yo corto los pedazos con bisturí industrial para unirlos con tornillos Drywall (por debajo de las piezas se dejan desagües por si se mojan). Las bases (esqueleto) son de hierro y aguantan mucho peso (los caballos pesan alrededor de 200 kilos y toca cargarlos entre 44 personas. Además, se usa pintura en base de aceite y se revuelve con thinner”, explicó en exclusivo para ALUNA el protagonista de esta historia.  

Un laberinto casi sin salida

No todo ha sido color de rosas para don Orlando, pues este defensor de la Tierra ha tenido que lucharla y sacar su berraquera a flote para que su proyecto de vida obtenga el reconocimiento que merece. 

Al principio, luego de pasar hoja, tras hoja de hojas de vida buscando empleo y ser rechazado, empezó a publicar sus obras de arte en redes sociales sin ninguna respuesta positiva o interés por parte de las personas. Por ende, el camino ha tenido varias piedras con las que Orlando se ha tropezado; no obstante, jamás se rindió, ¡al contrario! Sacó fuerzas de donde no las tenía para alzar esas rocas y poder avanzar. 

Nuestro héroe finalizó con la siguiente reflexión: “Fue duro porque me provocaba tirar la toalla. Nadie me compraba y la gente cuestionaba la durabilidad de las llantas… Pensaban que eran basura, pero para mí han sido el sustento diario de poder salir adelante, de poder mantenerme con mi familia”. 

Entonces, a quienes leyeron esta inspiradora historia, ¿por qué no ser ustedes los próximos que motiven a las generaciones futuras sobre el cuidado de la Tierra? ¡No crean en los límites! Todo podemos ser artistas, investigadores y promotores del planeta, a partir de las pequeñas acciones. 

Con los sentimientos, experiencias y enseñanzas de don Orlando, llegamos al final del artículo de hoy, querido lector. Sin embargo, como siempre, en ALUNA sabemos que el camino de este santandereano apenas está comenzando. 


Entrevistado: Orlando Pérez
Artista y escultor
Escrito por: Camila Andrea Álvarez Argüello (Semillero ALUNA)

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