Tiempo, una palabra que genera escalofríos desagradables. Para algunos, el tiempo no es la gran cosa, pero, para otros, es un elemento fundamental, ya que la forma en la que lo manejen puede definir muchas cosas. De esto son testigos Neylla Ávila y Juan Guillermo Ríos, dos emprendedores que viven en Bogotá (Cundinamarca) y aprendieron a moldearse al tiempo para tener éxito en el proyecto.
Alunático y alunática, quiero que te sientes y que disfrutes de esta imprescindible historia. ¡No te preocupes por el tiempo! Leer esta experiencia de vida valdrá la pena ;).
Parte 1: transformaciones
Neylla proviene de una familia que tiene un fuerte vínculo con la zapatería, ya que construyeron la empresa Proincalza S.A.S, que se dedica a comercializar maquinarias para la fabricación de calzado. Debido a esto, nuestra protagonista participaba en algunas labores en esta compañía. Allí conoció a Juan Guillermo, quien sería su compañero en la travesía que iba a emprender.
En medio de sus actividades diarias, el instinto de la ingeniera ambiental que Neylla llevaba dentro empezó a florecer. Analizaba a profundidad el sector en el que se estaba desenvolviendo, y se dio cuenta de algo escalofriante para el planeta: muchas de las fábricas de calzado no tenían controles ambientales, en parte debido a la informalidad que hay dentro de este sector.
De por sí, Neylla sabía que la industria de la moda es una gran fuente de contaminación para el planeta, ya que, de acuerdo con la ONU, consume inmensas cantidades de materias primas, además de que genera monumentales toneladas de residuos; precisamente, 92 millones de toneladas de residuos textiles son desechados en el mundo anualmente (de acuerdo con el movimiento Fashion Revolution en el 2020).
Además, de acuerdo con el trabajo Identificación de etapas y materiales de mayor impacto en el ciclo de vida del calzado, en el mundo se estima que se consumen 20.000 millones de pares de zapatos, de los cuales menos del 5% son reciclados, por lo que la mayoría terminan en vertederos. En cuanto al contexto nacional, en el 2023 se produjeron 55 millones pares de zapatos; según esto, podríamos pensar que 1000 cien pies podrían ponerse estos zapatos y aún sobrarían algunos.
En este sentido, nuestra curiosa ingeniera identificó los distintos residuos que se generaban en la fabricación de estas prendas, entre ellos le llamaron la atención las suelas, las cuales, como muchos de los residuos, terminaban en la basura, esperando a que el camión viniera por ellos. ¡Era horrible ver que esas suelas no tenían otro destino! Así que Neylla, junto con Juan Guillermo, decidieron cambiar esto y modificar el enfoque del sector del calzado a uno más amable con el medio ambiente.
Parte 2: investigaciones y viajes
Neylla y Juan Guillermo comenzaron una ardua investigación, buscando nuevas formas de construir una startup (empresa emergente) sostenible en todos los ámbitos: social, ambiental y económico. En medio de esta travesía académica, ambos emprendedores se dieron cuenta de algo, y es que las suelas de las botas de seguridad estaban hechas de un polímero con el que se podían crear materiales para el sector de la construcción.
¡Una locura! ¿no? ¡Construir casas a partir de zapatos parecía inimaginable! Pero estos dos emprendedores estaban dispuestos a hacerlo, así que empezaron a desarrollar una invención revolucionaria que transformara estas tristes suelas, que ya eran residuos, en bloques o paneles que levantarían inmensas edificaciones.
Desde el 2019 trabajaron con disciplina para mejorar el desarrollo técnico de su producto, buscar proveedores y fortalecer su modelo de negocio. Llegó la pandemia, pero eso no los frenó, siguieron trabajando por aquel proyecto que revolucionaría al mundo, así que, mientras las manecillas del reloj se detenían, Juan y Neylla continuaron esforzándose por alcanzar ese sueño. Pasaron tres años, sobrevivieron al llamado “valle de la muerte” de los emprendimientos, y consiguieron solidificar su idea de negocio, al tiempo que lograron la patente de la tecnología que habían creado.
A partir de todo esto, pudieron constituir su empresa Gescol, como una forma de demostrar que se pueden crear negocios amigables con el planeta.
Un pequeño paréntesis
Quiero que hagamos una corta pausa en la historia de estos magníficos emprendedores, ya que les explicaré más sobre la tecnología que desarrollaron. En primer lugar, se recoge la materia prima que ofrecen los distintos proveedores (principalmente, son empresas lideradas por mujeres); luego, se clasifica y escoge, para, posteriormente, someterlo a diferentes procesos de transformación de cortado y picado, en el que se obtienen los productos finales: bloques y paneles de construcción.
Los paneles tienen propiedades de aislamiento térmico y acústico, es decir, que aíslan el frío, el calor y el ruido exterior (perfecto para crear un cuarto de lectura). Además, al aprovechar un material que se suele arrojar a la basura, están contribuyendo al ahorro de recursos naturales (como la energía y el agua) y de materias primas. ¡¿No te parece sorprendente?! Lo mejor de todo es que estos productos están hechos de PUR (poliuretano), TPU (poliuretano termoplástico) o EVA (etileno vinil acetato), por lo que ofrecen resistencia, ligereza y flexibilidad.
A pesar de que usen energía eléctrica convencional, esto lo compensan con la incorporación de un residuo a sus actividades económicas. De la misma manera, Juan y Neylla tienen pensado, en un futuro, usar formas de energía renovables con el medio ambiente (como paneles solares) al tiempo que ya han planeado una forma de recuperar el agua, en caso de que deban usarla.
Los paneles tienen propiedades de aislamiento térmico y acústico, es decir, que aíslan el frío, el calor y el ruido exterior (perfecto para crear un cuarto de lectura). Además, al aprovechar un material que se suele arrojar a la basura, están contribuyendo al ahorro de recursos naturales (como la energía y el agua) y de materias primas. ¡¿No te parece sorprendente?! Lo mejor de todo es que estos productos están hechos de PUR (poliuretano), TPU (poliuretano termoplástico) o EVA (etileno vinil acetato), por lo que ofrecen resistencia, ligereza y flexibilidad.
A pesar de que usen energía eléctrica convencional, esto lo compensan con la incorporación de un residuo a sus actividades económicas. De la misma manera, Juan y Neylla tienen pensado, en un futuro, usar formas de energía renovables con el medio ambiente (como paneles solares) al tiempo que ya han planeado una forma de recuperar el agua, en caso de que deban usarla.
¡Ah! Que no se me olvide agregar este pequeño detalle, y es que Gescol está constituido como una empresa BIC; “¿BIC? ¿Eso con qué se come?” de seguro te preguntarás. En primer lugar, es necesario saber que sociedades BIC significa “sociedades de beneficio o interés colectivo”, por lo tanto, estas empresas buscan generar un valor social y ambiental, más allá de la obtención de dinero.
De esta forma, las sociedades BIC se comprometen a contribuir en cinco dimensiones, que son: Modelo de negocio, gobierno corporativo, prácticas laborales, prácticas ambientales y prácticas con la comunidad
Parte 3: atravesando los océanos
Neylla quería llevar a Gescol más allá de los océanos, por eso, decidió buscar alguna mano tendida en el exterior. Y la encontró…o algo así, la oportunidad que halló se llama Circular Valley, una organización alemana que busca alianzas entre emprendimientos sostenibles de todo el mundo, a fin de impulsar el desarrollo industrial de la ciudad Wuppertal, que es donde se encuentran.
De esta forma, ambos emprendedores decidieron aplicar para la convocatoria. La primera vez no lograron pasar…a pesar de esto, Neylla y Juan Guillermo no se rindieron, sabían que su innovación tecnológica era un inmenso aporte para el mundo. Por esa razón, siguieron trabajando en su modelo de negocio, y cuando la convocatoria se abrió, ellos volvieron a mostrar su propuesta, con más conocimientos y experiencias.
Así, fueron pasando por diferentes pruebas, hasta llegar a la más significativa: el pitch, es decir, presentar su trabajo de tres años en tres minutos. Parecía una tarea imposible, ¡algo inaudito!, ¿cómo se condensa tanto tiempo en unos pocos minutos? Aún así, estos dos innovadores lo consiguieron, logrando entrar a la alianza que tanto habían anhelado.
Volaron más de 9.000 kilómetros hasta llegar a su destino: Wuppertal (Alemania), en donde vivieron experiencias que marcarían el rumbo de su proyecto tecnológico y el de sus vidas, puesto que conocieron más innovadores que luchaban por proteger al planeta, al mismo tiempo que recibían diferentes capacitaciones para hacer que su idea se expandiera por más lugares.
Fotos cortesía de: Juan Guillermo Ríos
A partir de esto, Gescol se convirtió en la primera startup colombiana en estar en el Circular Valley, al tiempo que Neylla Ávila fue la primera mujer latinoamericana en liderar una empresa en esta iniciativa, siendo un referente para todas las emprendedoras de este continente.
Parte… ¿final?
Gescol está dando sus primeros pasos en el mercado este año, por lo tanto, Neylla y Juan Guillermo se encuentran realizando pruebas con su producto en una empresa de la industria alemana, esto, con el objetivo de que la innovación colombiana alcance cada rincón del mundo.
Como decía al principio de esta travesía, el tiempo puede ser un factor en contra de todos nuestros proyectos, sin embargo, este par de emprendedores supieron manejarlo para que su idea innovadora se extendiera por todo el mundo, y así, contribuir a la salvación de nuestro hogar. Entonces, ¡no hay final! Porque esta historia, llena de emociones y aprendizajes, continua para cumplir su misión.
Esta es tu señal, alunático y alunática, empieza por esa idea que tienes en mente, y haz que el tiempo esté a tu favor.
Entrevistaddos: Neylla Ávila y Juan Guillermo Ríos
Fundadores de Gescol
Escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
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