Los superhéroes sí existen, pero no tienen habilidades arácnidas como Spiderman, y tampoco son dioses como Thor. Nuestros superhéroes son humanos; mortales sin más poderes que el ingenio de su cerebro, su capacidad de hacerse preguntas que no tienen respuestas y el fuerte deseo de ayudar a los otros.
Entre estos superhéroes podemos encontrar a Javier Hernández y su equipo de 40 operarios de Harinagro S.A, que se han dedicado a darle valor a los residuos que dejan las plantas de beneficio animal (coloquialmente conocidas como mataderos) para evitar que lleguen a los vertederos, y así aportar un granito de arena a la salvación de nuestro planeta.
Alunáticos, quiero invitarlos a que veamos cómo este grupo de colombianos trabajan por un mejor planeta.
Enamorándose de la solución ambiente
Vamos por pasos, y el primero es comentarles sobre los orígenes de Harinagro S.A, que se remonta al año 2003, cuando en las fincas de Santander se usaban los subproductos del sacrificio de los animales para elaborar los alimentos de los cerdos. Pero, pasó algo, y fue que las regulaciones de salubridad no dejaron que esta práctica continuará. Así que el destino de estos subproductos eran los vertederos (rellenos sanitarios).
Pero algunas personas no quedaron conformes con esto, así que, construyeron una pequeña empresa en donde ingeniosamente fabricaban harina a partir de estos subproductos. Todos los procesos se hacían de forma artesanal, pero la demanda de este producto fue aumentando, por lo que fue necesario ir adquiriendo maquinarias, equipos y talento humano para atender el mercado. El resultado de todo esto fue Harinagro S.A.
En el 2019, Javier llegó a ocupar el puesto de gerente general. Nuestro protagonista acababa de cerrar un ciclo laboral en una empresa de Pereira, cuando sus jefes lo contactaron para ocupar el puesto de gerente general en Harinagro. Cuando llegó a la planta de producción (ubicada en Bucaramanga) le pareció interesante la idea de negocio, porque era bastante rentable y lo veía como un reto profesional. Así que aceptó el puesto, que entre otras ventajas, le ofrecía la posibilidad de estar cerca a sus padres, quienes viven en la Ciudad Bonita.
Posteriormente, se dio cuenta que era un negocio con algunos inconvenientes, sobre todo por el olor que se desprende de los procesos de transformación, puesto que es incómodo para los vecinos. A pesar de esta condición, con el tiempo Javier vio el gran aporte ambiental que había detrás de Harinagro: “Lo que hace que uno se enamore de este negocio es que es una solución ambiental, porque si esta industria no existiera, todos esos desechos terminarían en vertederos o en los ríos” nos comentó Javier.
Los días, desde el contrato, pasaron. Las jornadas de Javier consistían en pasearse por las grandes maquinarias, observar a los operarios trabajar y laborar en su oficina. Las semanas se convirtieron en meses y los meses en años, y mientras el tiempo se estiraba, el cariño por la empresa fue creciendo hasta que se convirtió en un sentimiento muy intenso: amor.
“Hoy en día podría decirte que es amor, lo que siento por la empresa es amor”. Y no solo porque era una empresa que aportaba a la economía y al medio ambiente, es fácil enamorarse de lo bueno, porque, como todo en la vida, “existe su lado oscuro”.
Como les mencionaba, los procesos de transformación en la empresa desprenden un olor desagradable, que ha llegado a fastidiar a las personas que viven alrededor de la planta de producción. Precisamente, cuando realicé una búsqueda de la empresa, vi que en los comentarios, muchas personas señalaban que no había un control de los olores”.
Javier admite esto de forma humilde; comprende el rechazo de las personas frente a esta condición de fetidez. Y es que, usualmente, este tipo de plantas de tratamiento de residuos emiten por encima de 110 COVs (compuestos orgánicos volátiles) afectando a las vecindades que están alrededor. Los COVs no suelen ser tóxicos, pero pueden incomodar a los vecinos de las plantas y los trabajadores, representando problemas legislativos debido a afectaciones sociales.
Esto le generó a Javier el dilema de producir “malos olores” pero producto de “evitar la contaminación de aguas y suelos”. Esa es la vida, un cúmulo de decisiones que no exigen respuestas creativas.
Pero este imperfecto no hace que su amor por la empresa desaparezca o disminuya. Sin más, lo animó a buscar una solución para que estos aromas no incomodaran a los bumangueses. Así que inició una búsqueda imparable sobre una alternativa que solucionara ese problema, porque Javier estaba convencido que el ingenio humano podía resolver cualquier inconveniente. Y no estaba equivocado, en Nueva York encontró que desarrollaban el sistema DEMI, que está hecho para mitigar estos gases.
En términos generales, DEMI funciona así: los gases salen de la maquinaria y entran a la cámara de bombardeo electrónico, en donde los gases se someten a cargas eléctricas, precipitando las moléculas en forma de polvo, que se puede usar para abono. DEMI ha sido usado en México, específicamente en Prosubca, una procesadora de subproductos cárnicos.
En caso de que HARINAGRO pueda implementar esta tecnología, Colombia podría ser el segundo país de Latinoamérica en usar esta innovación gracias a este esfuerzo innovador.
“Cuando esté en funcionamiento, quiero hacer lo que hacen las gallinas: cacarear el huevo, contarle a la sociedad y a las instituciones lo que logramos” dijo Javier, sin contener las carcajadas.
Lo que hay detrás de la innovación
Al igual que DEMI, todo el proceso productivo de Harinagro también tiene su encanto, sobre todo para los amantes de este tipo de tecnología. No les dejaré con la curiosidad, así que les explicaré el proceso para transformar los residuos de los mataderos en harinas para alimento animal. Aclaro, todo esto en base a lo que nos dijo Javier.
En primer lugar, la materia prima (huesos, plumas, vísceras, sangre) llega en camiones a la planta de producción, en donde se dispone para introducirla en un digestor. Ya en el interior de este, los residuos se someten a altas temperaturas a través del vapor de agua. Para que te lo imagines mejor, es como cocinar en una olla gigante.
Después de dos horas, la materia prima es sometida a presión a través de una prensa, en el que se extrae la grasa que tienen los residuos. De este proceso se extraen dos productos: aceite y una “galleta” (en palabras de Javier). El aceite que extraído se limpia a través de un proceso de decantación y posteriormente es comercializado para diferentes usos: cosmetología, suplemento alimenticio para mascotas, biodiesel, entre otros.
Por su parte, “la galleta” que les menciono es llevada a un molino y luego se introduce en una enfriadora, para finalmente empacarla y venderla a los respectivos clientes. En la siguiente imagen podrán ver la diferentes harinas que se comercializan en Harinagro:


Javier admite que hay algunos aspectos por mejorar para que el proceso sea más amigable con el medio ambiente. Uno de los factores es cambiar el combustible con el que generan el vapor, puesto que actualmente usan carbón, un combustible fósil que tiene una alta emisión de gases de efecto invernadero. Por esta razón, Javier (como cabeza de Harinagro) está buscando que el principal combustible sea el cuesco de la palma de aceite.
Igualmente está la “espinita” del gasto de agua para producir el vapor, por ello, también es necesario pensar en una forma en la que este recurso sea aprovechado de forma sostenible, sin perjudicar a este recurso tan vital.
Aunque existan estos retos para mejorar, es verdad que en Harinagro hay un gran compromiso para disminuir una problemática ambiental, puesto que, a pesar de que los residuos de los mataderos sean orgánicos, contienen una gran carga contaminante para la naturaleza.
Los problemas ambientales por los residuos orgánicos
Las cifras de la cantidad de residuos que dejan los mataderos no están disponibles para el público, pero nos podemos hacer una idea si tenemos en cuenta los siguientes datos. De acuerdo con la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi), en Colombia se produjeron 1.693.178 toneladas de carne de pollo durante en 2019. ¡Imaginen la cantidad de residuos que dejó el sacrificio de estos pollos! Además, no estamos teniendo en cuenta la carne de vacunos; según el Dane, en el mismo año, 3.410.107 cabezas de ganado se enviaron a los mataderos para ser sacrificados.
Así que, la suma de los residuos dejados por esta actividad pueden ser enormes. Y no son solo los números lo que nos preocupa, si no la capacidad que tienen estos para afectar negativamente el ambiente en caso de ser mal dispuestos.
En primer lugar, debemos saber que el sacrificio de los bovinos es el que más desechos produce, puesto que se calcula que en promedio se generan 44 libras de residuos sólidos relacionados con el contenido del rumen (órgano del sistema digestivo), sangre y tejidos decomisados (no aptos para el consumo humano). Entre otros residuos sólidos podemos encontrar los cascos, cuernos, huesos, piel y órganos que no son aptos para las personas.
De acuerdo con un estudio publicado en la Revista Científica Agroecosistemas, se demostró que los compuestos sólidos son las más contaminantes para las aguas residuales, siendo los más dañinos el contenido del rumen y la sangre. Ahora que hablamos de agua, es importante resaltar que en todas las etapas de producción, este recurso es el más usado, por lo tanto, al finalizar la producción, el agua llega a contener materia orgánica como sangre, estiércol, pelos, grasas, huesos y proteínas.
Cuando estos líquidos son vertidos en los cuerpos de agua, generan el deterioro en su composición fisicoquímica y microbiológica, ya que consumen el oxígeno para la oxidación y estabilización de la materia orgánica, haciendo que esta se pudra y alterando de forma negativa a los ecosistemas acuáticos.
Además, estas agua contaminada también afecta al suelo, debido a que se suele verter en la tierra, lo que puede generar problemas de olores, la llegada de mosquitos, roedores, aves de carroña y virus, lo que desencadena en enfermedades. Esta carga orgánica también altera la disponibilidad de nutrientes y oxígeno, haciendo que el suelo no pueda hacer sus funciones biológicas, como proporcionar nutrientes para plantas y animales. Y no nos olvidemos que estos contaminantes se pueden filtrar a las aguas subterráneas.

No queremos ver a nuestros ríos y suelos podridos por el manejo de estos desechos. Sería una situación apocalíptica. Teniendo en cuenta este escenario, es posible que veas la importancia de empresas como Harinagro, que hacen provecho de este tipo de residuos y los convierten en materia prima para futuros productos.
Lo mejor de todo es que Harinagro no es la única empresa que hace esto. En el país hay otras organizaciones que también toman este tipo de desechos para convertirlos en harinas para alimentos de animales. Entonces, existe un gran mercado para este tipo de productos y así mismo, hacen posible que todo el sector avícola y pecuario encuentre alternativas de sostenibilidad.
¡Qué rico comer pollo o huevo, sabiendo que vienen de una industria que hace esfuerzos por controlar sus residuos!
Claro que sé hay que enfrentar diferentes retos; en Harinagro aún hay cosas por mejorar para que la empresa sea más innovadora y agradable para las personas. Así que la historia de Javier no tiene un fin, porque para un innovador, el límite ni siquiera es el cielo. Esto también nos invita a mirar residuos como materias primas para que tomando el mejor superpoder de cada uno de nosotros, el ingenio, podamos salvar el planeta.
Entrevistado: Jaime Javier Hernández
Gerente de Harinagro
Escrito por: María Lucía Sarmiento
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