A veces la culpa me carcome, es casi que insoportable. Cuando veo toda la basura que termina en la caneca de mi casa, una sensación ácida se forma en estómago. ¡Juro que hago lo imposible por evitar que se generen residuos!, pero es una misión que me sobrepasa al querer darle un uso útil a todo aquello que ya no necesitamos.
Estoy casi segura que no soy la única a la que le pasa eso, así que inicié una ardua búsqueda a través de mi fiel buscador Google, y encontré la historia de una mujer de origen caleño que se dedicó a explotar todo su potencial para desarrollar un producto que disminuyera esta problemática de las basuras.
Pero no nos apresuramos tanto, quiero que bajemos un poco la velocidad. Por lo tanto, antes de hablar de nuestra misteriosa protagonista, estoy interesada en mostrarles la gravedad de la excesiva generación de residuos. Todos sabemos que esto es un serio problema ambiental que pone en peligro la existencia, pero solo hemos visto la punta del iceberg con respecto a esto.
Así que, estimado lector, te invitamos a que aceptes nuestra invitación a seguir leyendo.
Los residuos: un problema que está y no está al mismo tiempo
Caminar es una actividad perfecta; no es agotadora (relativamente) y permite que la mente descanse del ajetreo de la rutina. Algunas veces lo hacemos con empanada en mano y posiblemente un vaso o botella que contiene una bebida; vaso o botella del que me tendré que deshacer más adelante. Es justamente aquí cuando esta acción natural deja de ser sanadora, ya que lleva una afectación al ambiente.
Además, en medio de la caminata, veo como las bolsas de basura profanan su contenido sobre las calles. Sin duda todos nos quedamos mirando estas bolsas, pero a veces es mejor hacerse el ciego, porque sentir remordimiento o preocupación de lo que sucederá con estos residuos es agotador. Así que pasamos por encima de estos desechos, mirando hacia otro lado y suponiendo un mundo sin problemas.
El verdadero inconveniente es que en esos momentos no visualizamos lo que hay más allá de unos cuantos residuos esparcidos sobre el cemento. No nos detenemos a pensar, por ejemplo, en las cifras que dio la organización británica Verisk Maplecroft en su último informe, en donde asegura que se generan al año 2.100 millones de toneladas de desechos, con lo que se podrían llenar 800.000 piscinas olímpicas, según esta misma organización. Jamás he visto una de estas piscinas, pero en la televisión parecen ser más grandes que las cuadras de mi barrio.
Lo peor de todo es que esta cifra puede aumentar junto con el crecimiento de la población. A mayor población, más residuos de todo tipo y si en nuestra cultura no está el reuso o al menos la buena disposición final de estos, el mundo está ante una hecatombe.
Pero los números muchas veces son muy fríos, puesto que el problema en sí radica en qué pasa con estos residuos después de que los arrojamos a la caneca. ¿Cuál es el destino de las basuras? Muchos terminan en los cuerpos de agua, haciendo que la biodiversidad acuática se vea afectada de sobremanera. Otro porcentaje parece finalizar en los rellenos sanitarios (vertederos), los cuales pueden ser oficiales o clandestinos.
Así que mientras me saturo de información con respecto a las basuras, me doy cuenta que mi incertidumbre no es por arrojar la botella a la basura, sino porque a esa botella no se le dará ningún uso; solo servirá para contaminar. Entonces, lo que inquieta en esta situación es que Verisk Maplecroft sostiene que sólo el 16% de los residuos son reciclados. Un porcentaje bastante pequeño.
La vida no es como dice Bad Bunny: “Y lo que no sirve yo no lo reciclo” porque la mala gestión de los residuos genera diferentes problemas ambientales: “La gestión inadecuada de los desechos está produciendo la contaminación de los océanos del mundo, obstruyendo los drenajes y causando inundaciones, transmitiendo enfermedades, aumentando los afecciones respiratorias por causa de la quema, perjudicando a los animales que consumen desperdicios, y afectando el desarrollo económico, por ejemplo, al perjudicar el turismo”, afirmó Sameh Wahba del Banco Mundial.
¿Pero a quién le gusta lidiar con la basura? Para mí, sacar la basura es una tarea desagradable, debido a los olores nauseabundos que se desprenden de los desechos. Y lo peor de todo es el agua maloliente que escurre la bolsa. Creo que es una situación protagonizada por muchos de nosotros.
Ahora, quiero que imaginemos un escenario en caso de no hacer nada con los residuos : estás en tu casa y aquel olor nauseabundo se esparce hasta cada rincón de tu querido hogar. Te sientes mareado, con intensas ganas de vomitar y tiene un gran deseo de arrancarte la nariz. Además de esto, las moscas revolotean ansiosas a tu alrededor, con ese característico zumbido que enloquece hasta a Buda, y encima debes aguantarte a los ratones corriendo con sus patitas mientras emiten chillidos asustados. Una situación bastante asqueante.
Esto es el diario vivir de aquellas urbanizaciones que viven cerca de los vertederos, como es el caso de los barrios que viven alrededor del Relleno Sanitario Doña Juana, ya que los habitantes de estas urbanizaciones han tenido que soportar los olores que desprenden las basuras, las plagas que atraen y las diferentes enfermedades respiratorias generadas por los gases de los residuos. La situación no parece mejor sabiendo que el Departamento Nacional de Planeación afirma que de los casi 12 millones de toneladas de residuos que se generan, solo se reciclan el 17%.

Estos hechos nos pueden generar traumas psicológicos, o al menos higiénicos. Y más cuando percibimos que no es sólo el problema de nuestra casa o de los barrios cercanos a los rellenos sanitarios. Es el problema creciente de todo un planeta. En nuestra Aldea Global, en dónde no sabemos, como decía al principio, cómo usar cada cosa que puede ser un residuo.
Pero ¡No se estresen! Siempre hay posibilidades de un mejor futuro. A continuación les hablaré de nuestra misteriosa protagonista, Luz Stella Henao, una mujer perseverante e ingeniosa que, viviendo las mismas historias cotidianas que relato, no miró para otro lado sino que enfrentó la situación y se puso en la tarea de crear un bioplástico con el objetivo de contribuir a la economía circular y así disminuir el impacto que tienen los residuos sobre nuestro planeta. Ella se inspiró en las cáscaras residuales de la maracuyá.
Luz vive en Villavicencio pero es oriunda de Cali. A los 19 años contrajo matrimonio con su actual esposo y de esta relación nacieron 4 hijos. A pesar de que estaba enamorada del chontaduro con miel y de las pulcras fachadas de la iglesia Ermita, la situación económica no era sencilla, el dinero a duras penas les alcanzaba para comer y pagar los servicios. Agotados de realizar maniobras para sobrevivir, la familia de Luz decidió mudarse a la capital del Meta, en busca de una mejor suerte.
Sin embargo, en esta ciudad también encontraron diversas dificultades económicas, así que Luz decidió ingresar a la universidad para abrir su campo laboral. De esta forma, en el 2001 Luz entró a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) a formarse como Ingeniera de Alimentos y después logró convertirse en instructora del SENA, en donde comenzó su travesía como investigadora.
Todo empezó en la cocina, mientras preparaba un jugo de maracuyá. En medio del seductor olor de los condimentos y el gorgoteo del agua hirviendo, Luz se dio cuenta que la pectina que se extraía de la cáscara de este fruto servía para preparar diferentes recetas culinarias, por lo que experimentó con esta sustancia para así mostrarles a sus aprendices del SENA las diferentes preparaciones que se podían obtener usando este ingrediente.
A los aprendices les encantó los resultados que ofrecía la pectina; las mermeladas, los bocadillos y las sopas quedaban exquisitas gracias a este componente; hasta la reina Isabel II se habría sentido celosa por estos manjares. Así que Luz siguió experimentando con la cáscara de maracuyá con el fin de que sus clases fueran más atractivas.
Trabajando en su laboratorio, en donde las ollas y los platos eran testigos de sus pruebas, Luz logró obtener de la maracuyá unas películas comestibles (capas finas para cubrir frutas) y los aprendices parecieron muy contentos con este producto.
No obstante, Luz se sorprendió de sobremanera cuando descubrió que estas películas comestibles podrían convertirse en bioplásticos. ¡Qué hallazgo tan impresionante! Así que decidió no perder más tiempo e inició a investigar sobre diferentes componentes que le pudiesen dar elasticidad, resistencia e impermeabilidad al producto que estaba creando.
Luz buscó colaboración externa, sobre todo en ingenieros químicos, no obstante, en los gestos de las personas a las que les pedía ayuda se notaba el desinterés sobre el proyecto, y cuando insistía sobre el tema, siempre trataban de desviar la conversación hacia otro rumbo. Nuestra protagonista desistió de encontrar un compañero de trabajo, por lo que decidió construir su proyecto sola.
En el 2016, mientras trabajaba en el municipio de Granada (Meta) se le presentó una oportunidad que no podía darse el lujo de perder. Se trataba de una línea de investigación que recién había sido abierta por el SENA; se llamaba SENNOVA y los proyectos que fuesen aceptados serían financiados, así que Luz se arriesgó y presentó su iniciativa. Pero…el proyecto no fue elegido, algo que debió desanimar a la ingeniería, no obstante, ella estaba decidida a mostrar el potencial del bioplástico, así que cuando volvió a Villavicencio inscribió de nuevo el proyecto. ¡Y adivinen! ¡Esta vez sí fue seleccionado!
En la primera fase de esta línea de investigación, Luz obtuvo recursos avaluados en 95 millones de pesos, entre los cuales se encontraban materia prima, aditivos y equipos, además de que también consiguió ayuda para divulgar el proyecto. ¡Todo lo que necesitaba para completar el proyecto que había iniciado!
Nuestra insistente protagonista deseaba ir más allá, así que en el 2018 decidió iniciar el procedimiento para que la Superintendencia de Industria y Comercio le diera la patente de su producto. Fue un proceso largo, que se vio retrasado en medio de la pandemia del 2020. La espera valió la pena, ya que en enero del 2021 esta institución le ofreció la patente que tanto había esperado por casi dos años.
“Sobre esto no hay nada escrito, entonces había que investigar y tampoco tenía los recursos y los equipos a la mano” nos comentó Luz en nuestra entrevista. Fueron ocho años de trabajo y constancia en la creación de esta iniciativa, pero, a pesar de haber representado mucho tiempo, los resultados que se obtuvieron evidencian que todo mereció el esfuerzo.
Con respecto al bioplástico
Para la fabricación de este bioplástico, se somete a las cáscaras de maracuyá a un proceso llamado hidrólisis ácida por calentamiento, en el que se usa agua y un ácido como catalizador para así separar las moléculas que componen a la cáscara. Posteriormente, se le agregan aditivos, como la glicerina, para que el producto tenga elasticidad y resistencia. El paso final es poner a secar esta preparación.
Este bioplástico es completamente biodegradable, ya que está compuesto de 85% maracuyá y 15% de aditivos. Por lo tanto, cuando se degradan no desprenden ningún tipo de compuesto químico dañino para la naturaleza. Además, también pueden ser usadas como fertilizantes para las plantas o tratadas nuevamente para la construcción de nuevos utensilios.
Algunos de los limitantes de este producto es que solo sirven para llevar objetos secos, ya que la humedad hace que se deshaga antes de tiempo. Por otro lado, Luz afirma que en el mercado el precio de un bioplástico es mayor al de un plástico convencional, ya que los costos del primero son superiores. En la siguiente imagen podrás ver cómo lucen las bolsas hechas con este material.

Por esta razón, nuestra investigadora, y también emprendedora, planea seguir mejorando este producto y está a la expectativa de que pueda ser llevado a gran escala. Actualmente, la Secretaría de Medioambiente, Bioagricola del Llano y los Maracuyeros del Meta están interesados en este bioplástico, por lo que piensan presentar una propuesta al SENA para explotar la patente.
Siempre está su lado “oscuro”
Aún así, constantemente se presentarán algunas situaciones en medio de los proyectos. En este caso, si miramos a futuro, una de las preocupaciones será el gasto de recursos naturales para la fabricación de estos bioplásticos, ya que, como mencionamos, en el proceso de hidrólisis se usa agua, y si la producción es masiva es claro que se requerirán grandes cantidades de este líquido. Por lo tanto, es necesario plantearse una forma de usar racionalmente este recurso.
Lo mismo sucede en el caso de la energía, es posible que las maquinarias necesiten electricidad para funcionar, así que una propuesta para que el gasto de electricidad no tenga tanto impacto sobre los ecosistemas. Para esto, sería conveniente usar alguna fuente amigable, como los paneles solares o los biodigestores.
Como lograron apreciar, queridos lectores, el camino del mundo científico puede ser complejo, y tus ideas siempre tendrán uno que otro defecto. No obstante, eso no es algo que desanimó a Luz, quien insistió y sigue insistiendo para que su iniciativa sea reconocida.
Ya para finalizar, Luz quiso recalcar algo muy importante al final de nuestra entrevista: “Yo ya soy una persona de 61 años, adulto mayor (…) básicamente este logro lo hago estando ya en mi edad de adulto mayor. Entonces quiero resaltar eso, que no se nos deje de lado a los adultos mayores porque se nos arruma, entonces no se les da tanta importancia a los proyectos que presentamos”.
Por ello, en ALUNA queremos decirte que nunca es tarde para realizar tus sueños, y jamás serás demasiado “viejo” para construir diferentes proyectos, sobre todo si estos contribuyen a salvar el planeta.
Conceptos clave
- Bioplástico: Son los plásticos derivados de productos vegetales, por lo tanto, pueden llegar a ser naturales o biodegradables.
- Hidrólisis ácida: Es una reacción química en la que se usa agua junto con ácido con el fin de lograr la separación de un enlace químico.
- Pectina: Es una fibra natural que está presente en las frutas.
- Patente: Es un conjunto de derechos exclusivos concedidos por una institución a un inventor de un producto o un proceso.
Entrevistada: Luz Stella Henao
Ingeniera de alimentos
Escrito por: María Lucía Sarmiento
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