Sembrando legado verde: La huella de Federico florece en el corazón de Bucaramanga

En el corazón siempre cálido de Bucaramanga, donde la vida palpita con la fuerza de sus montañas, late una fundación cuyo origen se entrelaza íntimamente con la memoria imborrable de un joven llamado Federico. Aunque su paso por este mundo fue fugaz, su espíritu inquieto, esa chispa que contagiaba alegría a cada paso, y su visión trascendieron su partida, inspirando una obra que busca dejar una huella profunda y duradera tanto en la comunidad local como en el planeta que compartimos: la Fundación Federico quien entre otras actividades tiene un programa de siembra de árboles, esto con un propósito. ¡Conectar el amor por la vida y por la naturaleza! 

El alma creativa detrás de la fundación 

María Lucía, más allá de su rol como figura central y guía apasionada de esta iniciativa, se define como una persona en constante aprendizaje, con una profunda conexión con las expresiones artísticas y la música, lenguajes que para ella son puentes hacia la comprensión del mundo. Para ella, la fundación se ha erigido como un lienzo en blanco donde sus pasiones encuentran un medio para transformarse en acciones tangibles, con un impacto significativo en el mundo que la rodea. “Siento que Federico me dejó una melodía inconclusa, y la fundación es mi forma de seguirla componiendo”, reflexiona María Lucía. 

Federico, su hermano un año menor, compartió con María Lucía los lazos invisibles pero profundos de la hermandad, esos que trascienden las palabras. Quienes tuvieron la fortuna de conocerlo evocan su intensidad vital y su alegría contagiosa, una presencia luminosa que tenía la capacidad de transformar cualquier espacio en un lugar más vibrante. Su marcado agradecimiento por el deporte, especialmente por el tenis de mesa, era una faceta notable de su personalidad, una disciplina que seguramente reflejaba su energía desbordante y su dedicación inquebrantable. De su hermano, María Lucía atesora el aprendizaje invaluable de la importancia de expresar el afecto sin reservas y la perseverancia inquebrantable en la búsqueda de soluciones creativas, valores que hoy en día guían el accionar de la fundación en cada uno de sus proyectos. “Él siempre decía que no había problema sin solución, solo caminos diferentes para encontrarla. Eso se quedó conmigo”, recuerda con cariño. 

Los sólidos pilares de la Fundación Federico 

El origen de la Fundación Federico se basa en la visión compartida de Federico y su padre, quienes, a través de su empresa dedicada a la creación de productos ortopédicos, concibieron la idea de establecer una organización que impulsara la investigación en el campo de la medicina ortopédica. Este propósito inicial reflejaba una profunda convicción en el progreso científico y el bienestar humano. Sin embargo, un año después del nacimiento de la fundación, la inesperada partida de Federico a sus 28 años marcó un punto de inflexión en la trayectoria de esta naciente institución. La decisión unánime de renombrar la fundación, transitando de “Fundación Innovemos” a “Fundación Federico”, emergió del profundo deseo familiar de perpetuar la memoria y el legado imborrable del joven. Su espíritu vibrante y sus múltiples pasiones se convertirían en la nueva brújula que guiaría el accionar de la organización, expandiendo su horizonte para impactar áreas que resonaban profundamente con su vida y sus valores: la investigación, el medio ambiente y el deporte. 

En su día a día, María Lucía experimenta una conexión constante con Federico, sintiendo como si su esencia perdurara viva dentro de ella. Esto se hace mediante tres frentes de trabajo de la organización. El primero de ellos es el deporte, personificado en el tenis de mesa, el cual se ha convertido en una herramienta poderosa para el desarrollo integral de los niños y jóvenes que participan en los programas de la fundación. Esta disciplina no solo fomenta el desarrollo de habilidades cognitivas cruciales, sino que también despierta una profunda pasión y disciplina, evocando el entusiasmo que Federico sentía por este deporte, que lo llevó a representar con orgullo a Colombia en escenarios internacionales.  

En el ámbito de la investigación médica, la fundación ha logrado establecer un impacto significativo y duradero a través de la creación del prestigioso Premio Nacional de Investigación Federico Restrepo Carvajal. Este galardón anual se ha convertido en un incentivo invaluable para jóvenes talentosos que cursan especialidades médicas en áreas como ortopedia, neurocirugía y cirugía plástica, reconociendo y apoyando su dedicación y potencial con importantes premios económicos. 

En complemento, está el programa de siembra de árboles que es sobre el cual profundizaremos. 

Proyectos con impacto en la tierra y el espíritu 

Uno de los proyectos más emblemáticos y conmovedores de la fundación es su dedicado programa de siembra de árboles. Con el impresionante número de más de 10 mil ceibas barrigonas y aproximadamente 100 mil árboles de especies nativas ya plantados, esta iniciativa no solo realiza una contribución vital a la conservación del medio ambiente, sino que también se erige como un homenaje vivo y perenne. Cada ceiba barrigona lleva consigo el nombre de una persona que ya no está físicamente, creando un vínculo tangible y emotivo entre la memoria individual y la vitalidad de la naturaleza. María Lucía, a pesar de su sólida formación en ingeniería mecánica, ha invertido tiempo y esfuerzos significativos en adquirir conocimientos sobre silvicultura y agronomía para liderar este importante proyecto con dedicación y compromiso. “La ceiba barrigona es un árbol fuerte y resiliente, como queríamos que fuera el legado de Federico”, explica. 

La importancia de la ceiba barrigona radica en su capacidad para purificar el aire, proporcionar sombra vital en el clima tropical de Bucaramanga y ser un hogar para diversas especies de fauna local. Sembrar una ceiba no es tarea sencilla; requiere la selección cuidadosa de semillas, un proceso de germinación en viveros que puede durar meses, y una plantación que considere las condiciones específicas del suelo y el clima. La fundación articula esta iniciativa con los problemas ambientales locales, como la deforestación y la pérdida de biodiversidad, y globales, como el cambio climático, al promover la restauración de ecosistemas nativos. Las siembras se han realizado en zonas deforestadas de la región, parques urbanos, escuelas y terrenos comunitarios, involucrando activamente a voluntarios y organizaciones locales. “Organizamos jornadas de siembra donde la gente puede conectar directamente con la tierra y sentir que están contribuyendo a algo grande”, comenta María Lucía. 

La sostenibilidad económica de la fundación se aborda con iniciativas como la venta de café de alta calidad y otros productos, cuyos ingresos se reinvierten directamente en sus diversos programas. 

El futuro sembrado con esperanza y raíces Fuertes 

María Lucía se involucró con la fundación a principios de 2015, tras el doloroso fallecimiento de Federico en octubre de 2014. Este período estuvo marcado por una profunda reflexión sobre el nuevo propósito que debía abrazar la fundación y la manera más significativa de honrar la memoria de su hermano a través de acciones concretas y trascendentes. Los primeros momentos significativos tras la pérdida de Federico estuvieron teñidos por una tristeza y un vacío palpable. Diciembre, que tradicionalmente era un mes de celebración familiar, marcado por su cumpleaños y las entrañables novenas, se transformó en un recordatorio de su ausencia. Al tomar las riendas de la fundación, María Lucía se enfrentó a temores iniciales comprensibles, como definir un enfoque claro y la incertidumbre sobre si a Federico le habría complacido que una institución llevara su nombre. “Al principio sentía una gran responsabilidad, quería asegurarme de que todo lo que hiciéramos honrara su espíritu de la mejor manera posible”, comparte con sinceridad. 

Después de un tiempo, para María Lucía, la verdadera recompensa del arduo trabajo realizado en la fundación se manifiesta en momentos sencillos, pero profundamente significativos: la alegría radiante de un niño al ganar una medalla en un torneo de tenis de mesa, la emoción genuina de una persona al sembrar su primer árbol y conectar con la naturaleza de una manera tangible. En el futuro, María Lucía visualiza una fundación que continúe logrando cosas extraordinarias, impactando positivamente las vidas de las personas y contribuyendo a la salud del medio ambiente, pero sin perder jamás su esencia humana y su conexión cercana con la comunidad.  

Para aquellos que albergan el deseo de generar un cambio positivo en el mundo ambiental, pero se sienten abrumados por la magnitud del desafío, el consejo de María Lucía es encontrar una causa específica que resuene con sus valores y dedicarle tiempo y pasión de manera constante. “No importa cuán pequeño parezca el esfuerzo, cada árbol cuenta, cada niño que sonríe inspira a seguir adelante”, afirma con convicción. En el corazón de este inspirador proyecto, la presencia de Federico sigue siendo una fuerza motriz silenciosa pero poderosa.  

María Lucía tiene la convicción de que él estaría emocionado y en total sintonía con todo lo que la fundación ha logrado hasta ahora, impulsando con su espíritu aún más su crecimiento y su impacto en el mundo. La Fundación Federico se establece, así, como un conmovedor testimonio del poder transformador del amor y la memoria, sembrando un futuro más verde y lleno de oportunidades para las generaciones venideras en el corazón de Bucaramanga y más allá. 


Entrevistado: María Lucía Restrepo.
Ingeniera Industrial.
Escrito por: David Felipe Martínez Santamaría (Semillero ALUNA).

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