“¡Hagan ciencia ficción!” Es una de las frases que más marcó a Edwin a lo largo de su carrera, al mismo tiempo que ha sido una motivación a la hora de desarrollar investigaciones como profesional en biología. En su búsqueda apareció su mentor, Hernán Hurtado, cuya visión se convirtió en un referente para Edwin.
Hernán le mostró el camino al estudio de los peces, esos seres de movimientos elegantes y expresión curiosa. De esta manera, en los laboratorios de la universidad comenzaron a desarrollar sistemas cerrados para la producción de estas criaturas acuáticas. En este proceso de aprendizaje notaron algo importante; se estaba desperdiciando agua, ya que debían desecharla cada vez que se acumulaba un producto tóxico para los peces, y esto no tenía sentido para ellos. La idea, por el contrario, era ser amigables con el medio ambiente.
En búsqueda de una alternativa para criar peces, encontraron un método que les explotó la mente: la acuaponía.
Creando un sistema para el desarrollo de la vida
En algún momento de tu vida tuviste que haber visto una pecera, ya sea grande o pequeña. También es probable que en tu casa, en vez de las típicas mascotas peludas, tengas peces de escamas brillantes y coloridas. ¿Y si te dijera que hay una forma mejor de tener a tus peces? Así lo descubrió Edwin con la acuaponía.
Pero, ¿qué es la acuaponía? En términos simples, la acuaponía es un sistema cerrado de recirculación de agua para la producción de peces que está unido a un sistema hidropónico para la producción de plantas. Estos sistemas pueden ser tan versátiles que pueden ser construidos tan solo con un acuario y tubos de PVC. Su estructura se compone de seis unidades: la pecera o tanque de peces, unidad de remoción de sólidos, unidad de mineralización, unidad de biofiltración, unidad de bombeo y el sistema hidropónico.
Así, un sistema acuapónico funciona de esta manera: los peces, después de ingerir alimento, generan desechos ricos en nutrientes. Estos desechos son de diferente tamaño, lo cual hace necesario tener un filtro mecánico o separador de sólidos que retiene las partículas más grandes para evitar que se obstruya el sistema. Luego, el biofiltro, que contiene bacterias nitrificantes, convierte el amoníaco en nitratos, que son nutrientes esenciales para las plantas. Estos nutrientes son absorbidos por la unidad de cultivo y así se ayuda a purificar el agua. Finalmente, una bomba de agua devuelve el líquido al tanque de peces, cerrando el ciclo y asegurando el equilibrio del sistema.
Si te das cuenta, es un sistema que, aunque pueda sonar complicado, es sencillo. Se combina el concepto de acuicultura (cría de peces) con el de hidroponía (cultivo de plantas sin suelo), todo en un sistema cerrado en donde las bacterias son claves porque son las encargadas de convertir desechos de los peces en nutrientes para las plantas. ¡De locos!

Todo lo anterior fue desarrollado en un laboratorio de la Universidad Militar Nueva Granada (de donde Edwin es egresado), y allí probaron la funcionalidad de este sistema con hermosos peces ornamentales y plantas que crecieron sanas y preciosas gracias a los nutrientes que obtenían de los desechos de los peces.
Aunque los resultados de la investigación eran satisfactorios, Edwin quería salir de las paredes blancas del laboratorio y probarle al mundo que el conocimiento que habían construído era útil. Con el apoyo financiero que recibieron en una convocatoria del Sistema Nacional de Regalías, viajaron a los paisajes de Boyacá, específicamente a las provincias de Ricaurte y Lengupá, en donde crearían vínculos con la comunidad basados en el aprendizaje y la admiración por esta tecnología.
El conocimiento al servicio de la comunidades
Edwin, junto con su equipo de trabajo liderado por la profesora Paola de la Juan de Castellanos, viajó por las montañas y magníficos paisajes de Boyacá, buscando a aquellos productores agrícolas que deseaban encontrar nuevas oportunidades y retos. Así llegaron a los municipios de las provincias de Ricaurte (al occidente de Boyacá) y de Lengupá (ubicado al suroriente) y se acercaron a las comunidades campesinas de cada sitio para mostrarles la innovación que podría mejorar sus proyectos productivos.
Pero, claro, lo nuevo siempre genera cierto temor: “eso que tú le digas a un campesino: ‘mira, tú puedes tener peces y producir plantas’… actúan renuentes […], entonces hay que demostrarlo”, agregó Edwin. Así que empezaron con la tarea de capacitar a cada una de estas familias campesinas.
Motivados por querer transformar la región encontraron diferentes formas para contrarrestar los retos. Uno de ellos era la distancia, ya que no todos los participantes del proyecto se podían trasladar desde sus fincas a los lugares de encuentro, por lo que, gracias a la virtualidad, lograron realizar sus entrenamientos a pesar de estar separados por la distancia.





Sin embargo, las actividades presenciales eran sumamente importantes para alcanzar el objetivo: construir sistemas acuapónicos. Así que un sábado cada quince días o cada mes se reunían todos los participantes y se comprometían a construir estos sistemas. Duraban desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde cargando arena, armando tanques y cultivando las plantas.
Sin temores de ningún tipo, Edwin se integró a las dinámicas de sus estudiantes, llevando en sus espaldas los costales de arena para construir los sistemas, comiendo de las recetas que ellos hacían y siendo parte de las conversaciones espontáneas entre los participantes.
“Fue una experiencia muy bonita, nunca había trabajado así con las comunidades. Hice grandes amigos, conocí a grandes personas y uno de verdad se siente útil en la sociedad”, relató Edwin, recordando con nostalgia y alegría los momentos vividos con sus alumnos.
A través del intercambio de saberes, Edwin y su equipo consiguieron que alrededor de 40 familias de cada municipio descubrieran su potencial, empoderandose a través de la tecnología. Así, construyeron 2 sistemas acuapónicos comerciales y 10 unifamiliares en donde criaron especies de peces comercial como tilapia negra y roja, al tiempo que cultivaron lechugas de colores, albahacas, y diferentes tipos de aromáticas.
El agua, un recurso que se escapa de nuestras manos
Según los análisis hechos por Edwin, los sistemas acuapónicos pueden ahorrar hasta un 90% del agua, ya que siempre está recirculando. Crear estrategias y encontrar nuevas alternativas para disminuir el gasto de este recurso se ha vuelto de vital importancia para la supervivencia del planeta.
A nivel mundial, aproximadamente el 70% de las extracciones de agua dulce se destinan a la agricultura, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) . En el caso de Colombia, de acuerdo a las cifras que ofrece la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ( FAO por sus siglas en inglés), el sector agrícola representa aproximadamente el 54% de las extracciones totales de agua, lo que equivale a 6.391 km³ anuales. Con esta cantidad podríamos llenar más de dos millones de piscinas olímpicas.
Estas cifras son delicadas, ya que el elevado consumo de agua en la agricultura tiene un impacto significativo en el medio ambiente. Esto puede llevar a la disminución de caudales en ríos y lagos, afectando la biodiversidad acuática y reduciendo la disponibilidad de agua para otros usos esenciales, como el consumo humano y la industria. Además, el uso intensivo de agua en la agricultura puede contribuir a la degradación del suelo y a la salinización, disminuyendo la productividad de las tierras agrícolas y afectando negativamente los ecosistemas circundantes.
Igualmente, el gasto actual del agua puede hacer realidad aquella pesadilla que está a poco de hacerse realidad: que se acabe el precioso recurso hídrico.
Ahora, el impacto positivo de la acuaponía no sólo se limita a la disminución del consumo de agua. También hay que tener en cuenta que no se usan fertilizantes químicos para la producción de plantas y, en complemento, es una solución para atender problemas de seguridad alimentaria en zonas en donde hay pobreza y es difícil tener acceso a alimentos.
La tecnología y el campo construyen un mundo más sostenible
Gracias a innovaciones como el sistema acuapónico, la agricultura puede dejar de ser uno de los sectores que más gasta agua. Para esto, es necesario aplicar lo que realizó Edwin: hacer que las comunidades campesinas tomen estos conocimientos técnicos, para que los puedan usar en sus propias fincas.
Lastimosamente, el campo colombiano sigue estando muy atrasado en cuanto a avances tecnológicos, provocando que, de cierta manera, la productividad laboral en el sector agrícola esté estancada desde hace dos décadas, situándose un 15.1% por debajo del promedio latinoamericano y un 47.5% por debajo de países con condiciones similares, como Costa Rica, de acuerdo con el Development Bank of Latin America and the Caribbean. Al final, la tecnología se necesita para optimizar las actividades agrícolas y pecuarias, y así mismo, para que tengamos una relación más armoniosa con el ambiente.
Por eso, Edwin sigue en su misión de llevar el conocimiento a todas las poblaciones, como el viejo mago de los cuentos medievales, porque así logrará formar héroes del futuro que exploten todo su potencial para beneficiar a sus comunidades, y salvar el planeta.
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