Yarí: Una nueva cosmética que respeta la naturaleza y los territorios

Lo voy a decir y no es exageración. “El pulmón del mundo está en Colombia”, “allí se encuentra la mayor variedad de peces de agua dulce en todo el mundo”, “su flora y fauna es impresionante” son algunos comentarios que escucho a menudo sobre la Región Amazónica. Y es que, precisamente, esta comprende el 42 % del territorio nacional, siendo el hogar de distintas especies como el jaguar, el puma, el perezoso, el delfín rosado, el manatí, el caimán, entre otros. 

Profundizando, en dicha zona habitan más de 130.000 especies de plantas como las medicinales que conllevan siglos de tradición y conocimientos en pro del bienestar y la salud humana; además de los mágicos árboles (Almandrillo, Barcina, Caricari, Cedro, Itahuba, Tajibos, etc.) y las flores silvestres que se asemejan a los arcoíris —por sus peculiares y hermosos colores—.

Según el portal web colombia.co —fuente principal de este “apartado”—, la fauna no deja de sorprender, ya que “se han identificado un total de 643 especies dentro de las cuales cada una tiene una variedad de familias, 1.900 especies de aves, 185 peces, 67 mamíferos, 105 anfibios y 28 reptiles. Siendo Colombia el país con mayor cantidad de aves y anfibios endémicos del mundo”.

Así, la Amazonía no solo es hermosa en su inmensidad, sino poderosa e imponente; tanto que sus llanuras se extienden hasta las fronteras con Brasil, Perú, Ecuador y Venezuela. No obstante, su majestuosidad no termina ahí, pues el río que hace honor a su nombre es el segundo más largo y caudaloso del planeta —incluso, su cantidad de agua sobrepasa a la contenida por el Misisipi, el Yangtsé y el Nilo juntos—. 

Interiorizando el territorio 

Y bueno, querido lector, usted se preguntará el porqué del anterior contexto, ¿no? Citando a mi abuelita: “Resulta y acontece” que muchas veces no somos conscientes de la importancia de nuestro ecosistema, de su grandeza y aporte a la vida. Por ende, el artículo de hoy está inspirado en la admiración y el amor que siente Diana Vargas Valencia por su pueblito San Vicente del Caguán, en el Caquetá. Ella, junto a un colectivo de mujeres berracas y ‘echadas pa lante’, han enfocado sus proyectos de vida en conectar sus orígenes con el resto del país, a través de la cosmética natural —una basada en frutos amazónicos como el Sacha Inchi, el Copoazú, el Arazá, el Camu Camu y la Uva Caimarona—. 

Pero, devolvamos el tiempo. Le pido lo siguiente: cierre los ojos y traiga a su mente un paisaje lleno de grandes montañas, bellos animales que se desplazan libremente, una vegetación única en formas, tamaños y aromas, un cielo infinito y celeste que quita su estrés y le da esperanza. Entonces, en ese preciso instante, deja a un lado las reglas que ha impuesto la sociedad con sus deseos de poder y dinero para concentrarse en apreciar los pequeños detalles que la Tierra le ofrece; aquellos que le permiten hidratarse, abastecer sus pulmones de aire fresco y confiar en que todo estará bien… Es ahí cuando la monotonía deja de serlo y se convierte en plenitud, en paz.

El anterior párrafo intenta transmitir la esencia de Yarí, una empresa creada hace tres años desde el corazón del mundo por la comunidad, la dignificación del territorio y el cuidado de la piel como protectora de nuestro ser; de nuestra naturaleza. El nombre del emprendimiento proviene del río que atraviesa el parque Nacional Natural Chiribiquete en el departamento del Caquetá; que es el ecosistema más puro y biodiverso de la Amazonía Colombiana, catalogado Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el 2018. 

De este modo, su misión ha sido entregar a las personas asistencia natural con cultura e historia, por medio de productos que exaltan las propiedades (bondades) de los frutos, durante el proceso de conservación del territorio y el sustento económico de las comunidades, especialmente el de la mujer. 

La idea se le ocurrió a una profesional en Finanzas y Comercio Exterior con una Especialización en Gerencia Comercial que dejó su trabajo para cumplir sus sueños, porque su convicción fue más grande que todas las “piedras en el camino”. Se trata de la superheroína que mencioné antes: Diana Vargas Valencia, una fiel creyente de que el relato de cada persona debe ser escuchado y su sabiduría transmitida de generación en generación. Con esto, Diana busca sembrar una semilla de curiosidad en los individuos que “turistean” y se van; en los que observan desde afuera. 

¿Una semilla de curiosidad? ¡Sí! De aceptar lo nuevo, lo ancestral. “Lo primero que hemos hecho desde Yarí es casi que crear una comunidad que empieza, por lo menos, a tener una inquietud acerca de cómo conocer la Amazonía y sus frutos, aprender sus comunidades y comunicar cosas que se olvidan (las personas no identifican las materias primas que usamos); un ejemplo de esto es que se consume mucho el aceite de argán y de coco porque el público sabe qué son; pero si tú le hablas sobre el aceite de Sacha Inchi, no conoce para qué sirve ni cuáles son sus propiedades”, explicó la protagonista de esta historia en exclusiva para ALUNA.

Asimismo, cabe destacar que detrás de este emprendimiento hay un laboratorio ubicado en la capital de Colombia; todo un equipo que labora con pasión y compromiso, que cree en la causa y, por consiguiente, consolidó Yarí como un “Negocio Verde” (certificado por la Secretaría de Medio Ambiente de Bogotá con registro INVIMA). Diana aclaró que: “Nosotros estamos en Bogotá, Florencia y San Vicente del Caguán (Caquetá), pero es claro que debemos hacer presencia en las ciudades grandes porque nuestro mercado no está dentro de nuestro territorio (ya lo hemos probado). El poder adquisitivo de nuestro territorio es bajo; ejemplo: si tú le cobras a una persona que generalmente no gana ni siquiera el mínimo, 20 mil pesos por un jabón, pues no va a poder comprártelo. El mercado está afuera”. 

La huella de la industria cosmética

El maquillaje está compuesto por diversos ácidos, alcoholes, aditivos, entre otros; algunos no representan un peligro, de hecho, para eso se hacen cientos de pruebas que comprueban su efectividad; sin embargo, todas las pieles son diferentes y algunos resultados pueden ser negativos. A continuación, se analiza la cadena productiva de los cosméticos. 

Igualmente, según un informe conocido como Cosméticos y Aseo, el área de los cosméticos en Colombia abarca el 52 %. A su vez, se estimó que para el 2021, la venta de esos productos superaría los 12.000 millones de dólares en ventas en nuestro país y que cada mujer, en promedio, gasta cerca de un millón de pesos en maquillaje por año.

De acuerdo con el sitio web Ciencias Ambientales, diversidad de cosméticos están hechos de componentes poco amigables con el medio ambiente como el triclosán, un antibacterial y desinfectante; la oxibenzona y el octinoxato que son ingredientes usados en los protectores solares, conocidos por dañar los arrecifes de coral y afectar la fauna marina (por eso algunas playas de Europa y países como China, Japón y Australia lo prohíben). Asimismo, en productos como exfoliantes se encuentran micropartículas de plástico y, como muchos ya saben, este último no se biodegrada ni se integra a la naturaleza, sino que contamina la Tierra y el agua durante décadas.

Sumado a esto, Diana también nos explicó que Yarí se presenta como una nueva alternativa diferente a la economía tradicional del Caquetá, el Guaviare y el Putumayo. Actualmente este territorio se sostiene a partir de la ganadería extensiva y de los cultivos ilícitos (acciones promotoras de la deforestación), ya que los habitantes desconocen los beneficios de otro tipo de siembras como la del Sacha Inchi que, con dos hectáreas, le genera rentabilidad al campesino por un año, evitando que este deforeste diez para tener sus vacas. 

“El Sacha Inchi es un cultivo rentable, tan solo dura de 6 a 7 meses en dar su primera siembra y después de esto, cada 15 días va a dar cosecha. Por lo tanto, el campesino que vela por la alimentación y el estudio de sus hijos, no tiene que esperar dos años como el cacao o quince meses como el caucho para vivir dignamente. Si no se les brinda ese sustento, no habrá conservación”, afirmó la empresaria. 

Con lo anterior, Yarí no solo brinda calidad de vida a la población y cuida de nuestra piel, sino que lucha por la conservación del agua (con cada selva que se salve de ser talada, habrá más del vital líquido en los hogares colombianos).  

Los milagros de la Amazonía

En armonía con sus principios y valores, Yarí ha preparado —de mano con el medio ambiente— múltiples productos amigables con el territorio, el tejido social y sus clientes finales. 

Tranquilos; los conozco bien y sé que quieren conocer lo que les estoy comentando. Entonces, les mostraré algunos con la condición de que visiten el sitio web yarinatural.com para profundizar el proyecto.

  • Jabón Natural Uva – Carbón Activado: Este aclarante limpia y nutre la piel (facial y corporal), gracias a ingredientes como el aceite de Sacha Inchi (nuez que contiene omega 3, 6 y 9; los cuales tienen propiedades antioxidantes y humectantes que regeneran la piel) y el extracto de Uva Caimarona (se compone por antocianinas que inhiben la acción de especies nocivas para el organismo).
  • Tinigua – Crema hidratante para cuerpo y manos: Este hidratante de rápida absorción que suaviza la piel de forma prolongada, adquiere su nombre en “homenaje al pueblo indígena Tinigua que habitó en las cuencas de los ríos Yarí, Caguán y Guayabero en el hoy departamento del Caquetá, Colombia. Actualmente El Parque Nacional Natural Tinigua, tiene una importancia hídrica por conservar cuatro (4) cuencas hidrográficas: el río Guayabero, río Guaduas, río Perdido y el río Duda; que permiten la formación del río Guaviare y la macro cuenca del Orinoco”. 
  • Chiribiquete – Crema humectante facial: Si los productos que ha visto hasta ahora le parecen “atractivos”, esta crema anti-edad con células madre que aclaran manchas, sin contradicción alguna al sol, le convencerá de “expandir su panorama” y “apostar” por la cosmética natural. Ingredientes: Theobroma grandiflorum, Caryodendron Orinocense Oil, Oleifera Leaf Extract, Plukenetia Volubilis Seed Oil (Sacha Inchi), Factores de crecimiento (células madre), extractos amazónicos y preservante natural.
Recibe su nombre en honor al Parque Natural más grande de Colombia y Patrimonio Mixto (natural y cultural) de la Humanidad desde el 2018; Chiribiquete es considerado el ecosistema más puro y biodiverso del planeta. Tomado de: www.yarinatural.com.

“Se pueden hacer negocios verdes”: La perspectiva de una mujer amazónica 

El camino que ha seguido Diana no ha sido para nada fácil. Se ha enfrentado a los prejuicios, a la incredulidad, a la falta de apoyo, a vías no aptas para obtener la materia prima, a la desinformación… No obstante, hoy finaliza con las siguientes palabras: “Hace 3 años, era empleada financiera y decidí dar un paso al costado y apostarle a mis sueños porque siempre creí y siempre quise ser una empresaria; siempre creí que la forma de aportarle a mi región era demostrando que en el Caquetá y en la Amazonía también se pueden hacer negocios; negocios verdes, negocios responsables para la sociedad, para las comunidades. Y desde ahí, llevamos trabajando muchas mujeres para transformar el observador que se tiene de mi pueblo San Vicente del Caguán, Caquetá al mundo y demostrarles que somos parte del ecosistema más puro y biodiverso”. 

Así, con la conexión ‘alma y territorio’ que hemos construido, a través de la lectura consciente y reflexiva, damos fin al artículo de esta semana. Sin embargo, y como siempre les recuerdo, seguramente Yarí nos causará más de un sentimiento de orgullo y esperanza.


Entrevistada: Diana Vargas Valencia
Creadora de Yarí
Escrito por: Camila Andrea Álvarez Argüello (Semillero ALUNA)

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