¡Un viaje a las palmas! El oro que nadie veía entre cultivos y sonrisas

¿Te imaginas dedicar toda tu vida a una sola pasión? En un mundo lleno de cambios, donde las personas saltan de un trabajo a otro, hay quienes se aferran a su vocación y la llevan al siguiente nivel. Esta es la historia de un guardián del planeta con mil batallas, pero de una sola sonrisa. Él proviene de la industria del aceite de palma y quien, con más de 42 años de experiencia, ha convertido su trabajo en una misión colectiva.

Desde que era un niño en Fusagasugá, Cundinamarca, y luego en Bogotá, Fabio González sabía que su camino era el campo. Se graduó como ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional a los 25 años y, desde ese momento, su vida ha estado ligada a una sola empresa: Palmas del Cesar. Más de cuatro décadas de experiencia, de puntos altos y bajos y de aprendizajes constantes. Él mismo lo dice: su camino ha sido un “ensayo y error” donde cada equivocación se convirtió en oportunidad. “El 80% es suerte y el 20% restante es disciplina”, asegura.

Para Fabio, la clave de la evolución es la comunicación. Así como la humanidad dio un salto enorme cuando pasamos de gestos al lenguaje, él cree que hoy vivimos otro punto de inflexión con la inteligencia artificial y las redes. Su filosofía ha sido clara: la comunicación y el conocimiento son las herramientas para avanzar. Gracias a esa visión, incluso en momentos difíciles, como el casi inevitable cierre de la empresa logró mantener a flote su misión, a pesar de la incertidumbre de cientos de familias que dependían de la empresa para vivir, Fabio entendió que rendirse no era una opción…y que la comunicación permitía la transformación.

El superpoder del compostaje

Con disciplina y trabajo en equipo, Palmas del Cesar se transformaba día a día buscando más productividad y en esa vía encontró que los cambios también apuntaban hacía la sostenibilidad. En esta trayectoria la empresa inició un nuevo camino con los residuos del proceso de extracción de aceite — las tusas, fibras, cenizas y lodos, además de los residuos orgánicos generados en la preparación de alimentos: la producción de Biocompost. Este material no es un fertilizante como tal, sino un acondicionador de suelos que mejora la calidad del terreno y la productividad de los cultivos.

Los números en esta empresa impresionan: se producen de 25 a 27 mil toneladas de compost al año y se proyectan 39 mil toneladas anuales, lo que equivalen a cerca de 5.000 volquetas cargadas. Para lograrlo, se aprovecha el 100% de la biomasa residual, es decir, entre 80 mil y 90 mil toneladas.

A pesar de que el esfuerzo es inmenso, se alcanza a cubrir solo entre el 10% y el 15% de la plantación con el acondicionador de suelos, lo que muestra tanto el impacto como el reto de escalar el proceso. En este camino, Fabio recuerda una frase que lo marcó en un congreso en Malasia: “Biomass is Gold” (la biomasa es oro). Entendió que lo que antes se veía como un residuo era en realidad un tesoro para el planeta.

Pero ¿cómo funciona realmente este proceso mágico que convierte residuos en vida?
Los profesionales de la empresa se expresan de la manera más sencilla sobre el proceso de compostaje. “Imagina que tienes una papa cruda con tierra. Te la puedes comer así, pero sabe mal, tarda en digerirse y hasta te puede hacer daño. En cambio, si la lavas, la pelas, la cocinas y le pones sal, se vuelve deliciosa y nutritiva”.

Eso mismo pasa con los residuos de la palma. Si se tiran crudos al suelo, se pueden digerir, pero de manera lenta y pueden generar problemas ambientales. Pero si se transforman con cuidado, en unos 45 días de compostaje, se convierten en un material rico que ayuda al suelo a respirar, a retener agua y a alimentar mejor las raíces de las plantas.

El compostaje en Palmas del Cesar es como amasar un pan que tiene diferentes ingredientes: La tusa es la base, como la harina. La fibra son esas hierbitas que le dan textura. La ceniza es la sal, con fósforo y potasio. Y los lodos son el agua y la leche que dan sabor y humedad.

Se mezcla todo, se deja reposar y se obtiene un producto que, aunque no reemplaza los fertilizantes, convierte lo que era un “residuo” en posibilidades de vida.

La explicación obtenida sobre lo que es el compost fue compartida por dos personas tan comprometidos como el mismo Fabio. Uno de ellos es Sergio Gamboa, el Jefe de sostenibilidad de la empresa quien nos respondió que “se sentía como ingeniero ambiental desde pequeño” y que hoy su vida hoy es gratificante, haciendo lo que más le gusta con pasión, ingenio e innovación. Lo acompañaba Yesid Argota, un ingeniero que se siente orgulloso de lo que hace y de los diálogos ambientales que sostiene con su hija pequeña, quien lo admira a plenitud y espera ser su reemplazo.

Energía que ilumina el futuro

La visión de Fabio y su equipo no se queda en el compost. En la extracción del aceite de palma se generan aguas residuales que liberan gases como el metano, altamente contaminante. En vez de dejarlos escapar, los capturan y los queman, reduciendo hasta 22 veces su efecto en el calentamiento global.

Además, gracias al uso de biomasa, la planta ya produce el 70% de la energía que necesita. El sueño es grande: que el biogás cubra el 30% restante y así alcanzar una autosuficiencia energética del 100%. Incluso, en un futuro, podrán vender el excedente a la red nacional.

En este proceso, también hay un símbolo especial: “César”, la mascota de la empresa inspirada en un mono que representa la biodiversidad de la región. Es un recordatorio de que la sostenibilidad no solo es técnica, sino también cuidar la vida que habita alrededor de las plantaciones.

El futuro está en sus manos

La historia de Fabio y de todo su equipo de trabajo es un ejemplo de cómo la experiencia, la innovación y la disciplina transforman problemas en oportunidades. Nos enseña que la sostenibilidad no es una moda, tampoco es una meta, es el camino real que genera impacto positivo.

Uno de sus mayores orgullos fue haber llegado hasta Harvard, donde en 2019 compartió su experiencia sobre diálogo social y cómo lograron reconstruir la confianza con los trabajadores tras momentos de tensión. Para Fabio, la sostenibilidad también significa relaciones humanas sólidas.

Su legado muestra que, aunque el recorrido sea difícil, siempre hay una manera de avanzar, evolucionar y dejar huella. Fabio González lo resume con hechos: convertir residuos en posibilidades de vida, gases contaminantes en energía, y sueños en realidades que inspiran a las nuevas generaciones.

Y a los jóvenes les deja un mensaje claro: “inspiren la grandeza”. No se trata de tamaño, sino de sueños, de espíritu y de confianza en que el planeta sí se puede salvar. Cada persona puede ser multiplicador de un mensaje positivo. El futuro depende de quienes se atrevan a creer y actuar.


Entrevistados: Fabio González, Ingeniero Agrónomo; Sergio Gamboa, Ingeniero Ambiental; Yesid Argota, Ingeniero Industrial.
Escrito por: David Felipe Martínez Santamaría (Semillero ALUNA)
https://www.palcesar.com

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