Kokozuat: Diseñando y soñando con hojas de maíz

“Como la flor, con tanto amor, me diste tú… se marchitó”. De seguro alguna vez has escuchado y cantado la canción más representativa de Selena Quintanilla. Pues bien, las flores que se fabrican en Kokozuat nunca se van a marchitar. ¿De qué estamos hablando?

Arepas, tamales, envueltos, tortillas, coladas, sopas, choclos desgranados y chicha son solo algunas de las comidas que llevan maíz y, probablemente, hayas comido por lo menos una de ellas. Alexander Aimeri, investigador de la cultura culinaria colombiana, afirma que “el maíz es un cultivo ancestral que permite conocer parte de las costumbres de muchos territorios, donde su importancia se centra en él, no solo como ingrediente, sino también como lazos de conocimiento y sabiduría que las comunidades que lo cultivan y protegen han logrado conectar”. El maíz ha sido desde siempre un elemento importante de nuestro país, es eso que nos conecta con nuestras raíces. Sin embargo, en este artículo no hablaremos específicamente del maíz, sino de aquello que lo cubre: sus hojas.

Pero… ¿qué tienen que ver las hojas de maíz con las flores?

Ana Virginia Ruíz Rivera es una santandereana que hace artesanías con hojas de maíz en El Páramo, Santander. Fabrica y vende flores, imanes para neveras, souvenirs, imágenes religiosas, bisutería y lámparas. Cada año se hacen diferentes diseños y su plan para este año 2024 es sacar su nueva colección de “damitas”, es decir, esculturas de mujeres.

Así son algunas de las flores que se fabrican en Kokozuat. Foto: tomada de Instagram @KokozuatPáramo

Ana Ruiz vivió lejos de El Páramo por más de 20 años, pero regresó con un único objetivo: crear artesanías que identifiquen a este municipio. Ana es una trabajadora empírica, ya que no realizó ninguna capacitación ni ningún curso, todo su trabajo fue ensayo-error con la hoja de maíz. Ana es una mujer que trabaja incansablemente, que no se rinde y que es perseverante, porque incluso al terminar su jornada de trabajo y al llegar a su casa, sigue pensando en qué va a hacer al día siguiente. Se despierta a las 6 de la mañana para organizar su casa y preparar lo que hará en el día. A las 8 de la mañana llega al taller a trabajar hasta el mediodía. Luego, toma un descanso, almuerza y sigue trabajando hasta las 6 de la tarde, aunque hay días en los que trabaja hasta las 8 de la noche. Con esto, ha llegado hasta 12 horas trabajando.

Pero, como todas las ideas innovadoras, al principio creyeron que Ana estaba loca, que no iba a progresar o que mejor se trasladara a Barichara o a San Gil. Ana se negó. Creyó firmemente en su idea de negocio, en su emprendimiento, quiso cumplir su sueño de dejarle un legado a El Páramo. Creyó en que algún día las personas irían hasta su municipio a visitar su negocio, a comprar sus productos, a reconocer lo que es propio de su tierra, de sus raíces.

¿Cuáles son sus pasatiempos? “Trabajar, trabajar y trabajar”, como ella misma asegura. Aunque esto de crear nuevas cosas no es un trabajo para ella, pues ama lo que hace y hace lo que ama. Ama crear todo el tiempo. Inició en 1996 cuando trabajaba en una fábrica de bolsos donde aprendió lo básico y lo necesario para crear su propio negocio. ¿Y cómo fueron sus primeros diseños? “Yo antes podía vender algo”, comenta Ana con una sonrisa burlesca, recordando esos diseños que probablemente no eran tan buenos. Hace 26 años inició con las flores, una inspiración de la región. Ha mejorado y ha seguido innovando gracias a capacitaciones que ha realizado actualmente, además de tener en cuenta la opinión de sus clientes y demás personas.

De hoja de maíz a artesanía

“Todo inicia con la mata del maíz”—explica Ana—, “la selección de la materia prima es primordial para garantizar un producto de excelente calidad. La hoja tiene que estar seca, no puedo tomar una hoja verde o mazorca y ponerla a procesar. Ese es el primer filtro”. Después de escoger las hojas, se llevan al taller y, dependiendo del diseño, se escoge el tamaño de la hoja. Luego, las hojas son lavadas en agua caliente para eliminar los insectos y para que quede lo más limpia y pulida posible. Una vez que la hoja está limpia se procede a tinturar con tintes de origen vegetal, mismos que se usan en pastelería y comestibles en general. “Estamos muy comprometidos con no dañar, no destruir y no contaminar”. Estos tintes no traen sabor ni olor, pero sí color, ¡mucho color!

En Kokozuat se escogen las hojas dependiendo del diseño que se hará. Foto: tomada de Instagram @KokozuatPáramo

La misma Ana es quien diseña, hace entre 10 y 12 prototipos de un nuevo diseño, para que, al momento de llevarlos al taller, queden lo más parecidos posibles al diseño original, aunque no siempre sea así y ningún producto quede igual al otro. Pero como dijo Marilyn Monroe “la perfección es aburrida, la imperfección es interesante”. Además, si una flor se cuida, si no se expone al sol y si no se moja, ¡puede durar mínimo 15 años!

Las manos que lo hacen posible

El factor diferenciador de Kokozuat es que trabaja con mujeres cabeza de familia y madres solteras, pues, quién más que Ana para reconocer esta labor. “Yo soy madre soltera, yo sé las dificultades que una como madre atraviesa, porque tiene que vivir el tiempo para cuidar a su hijo, para trabajar y darle esa formación. Todas las que trabajan acá son madres cabezas de hogar”. Con ella trabajan 7 valientes mujeres, con las que Kokozuat está comprometida, pues ellas escogen en qué horario se les facilita trabajar para que puedan atender las necesidades de sus hijos y del hogar. Estas mujeres vieron en Kokozuat una oportunidad para seguir sus sueños, seguir trabajando por aquello que anhelan, y seguir luchando por sus hijos y sus familias. “Ellas trabajan por producción, es decir, les pago por producto terminado”. Además, Ana es una mujer creyente y devota, dice que “Dios ha bendecido esta empresa porque se tiene muy en cuenta la parte humana”.

Algunas de las imágenes religiosas que se fabrican con la hoja de maíz. Foto: tomada de Instagram @KokozuatPáramo

En un principio resultó muy complicado vender estos productos y que las personas pensaran en que realmente sí iban a durar. “Las personas tenían esa percepción de que ‘esto es un producto para tres días’, y fue difícil convencer a la gente de eso”. Por ejemplo, las lámparas que fabrican con hojas de maíz se crearon en el 2018, pero no fue sino hasta el 2023 que empezaron a despegar comercialmente. Y como dice Ana “cuando uno introduce un nuevo producto en el mercado, no se puede dar por vencido solo porque en el primer año no se vendieron. Hay que persistir”. Sus palabras están llenas de verdad, pues si se tiene un emprendimiento, hay que hacer ensayo y error, hay que equivocarse y, sobre todo, aprender. Aprender a caer y aprender a levantarse, porque Roma no se construyó en un día.

Estos son algunos de los modelos de lámparas que fabrica Ana. Foto: tomada de Instagram @KokozuatPáramo

Su impacto ambiental

Los residuos orgánicos se producen en muchos de nuestros quehaceres diarios. Por ejemplo, cuando vamos a la plaza de mercado vemos que allí desechan toneladas de estos residuos, es por esto que una plaza de mercado tiene un impacto directo e indirecto en la comunidad. Allí cabe la pregunta: ¿eso que vemos es basura o son residuos? Según Manuel Alexander Gómez, economista de la Universidad Santo Tomás, “los residuos generalmente han sido tratados como basura o desechos durante años, con poco conocimiento sobre su adecuada gestión e incluso se ha ignorado el tema. Sin embargo, en los últimos años se ha venido profundizando la preocupación debido al cambio climático, lo que obliga a la revisión de las prácticas humanas frente a la naturaleza y el ambiente”. 

Gómez también asegura que la recolección de basuras se hace de manera convencional y no tiene ningún tipo de clasificación, ni por parte de la comunidad en general, ni desde las organizaciones o comunidades. Así mismo, la Gestión Integral de Residuos Sólidos reveló que cerca del 91% de los residuos generados en las plazas de mercado tienen un potencial de reutilización, ya sea mediante el compostaje, lombricompostaje, gasificación, u otras formas. Se estima que, en promedio, se generan cerca de 5 toneladas diarias de residuos sólidos en las plazas de mercado grandes de Colombia. No obstante, la mayoría de los residuos dispuestos no son separados en la fuente, lo que dificulta las actividades posteriores de reutilización o aprovechamiento. En estas plazas de mercado vemos cáscaras de manzanas, bananos, tomates, cebollas, naranjas, yucas y, por supuesto, hojas de maíz. 

Pensando en estas hojas de maíz, es que Kokozuat decide hacer una apuesta por el planeta al mirar algo como una materia prima y no como basura. Por esto, nuestra emprendedora le brinda una nueva vida a estas hojas, transformándolas en bellas artesanías que no morirán nunca, porque la hoja ya está seca, lo que quiere decir que no lo hará en un futuro, ni se marchitará, ni se quebrará. Emprendimientos como este son una alternativa para aprovechar al máximo estos residuos orgánicos, además de que ayudan a tomar conciencia del impacto ambiental que se ejerce diariamente.

¿Y por qué utilizar la hoja de maíz y no otra materia prima? Pues, resulta que la hoja de maíz tiene unas fibras naturales, las cuales tienen un alto contenido de celulosa que pueden ser utilizadas para la obtención de papel y de algún tipo de bioplástico, además estas fibras tienen características que hacen que las hojas de maíz sean resistentes al rasgado, así que es el material perfecto para hacer estas manualidades.

En Kokozuat se reutilizan las pinturas y los tintes, para evitar que vayan a la fuente hídrica. Además, el agua que se utiliza para ‘pringar’ y hacer el proceso de limpieza de la hoja de maíz también es reutilizable. La materia orgánica que ya no se utiliza se separa, ya que representa un 40% de desperdicios, y va totalmente aparte, sin mezclarse con plásticos. Finalmente, las personas que recolectan los desechos se llevan esa materia orgánica para darle una nueva vida, sin desperdiciar un solo gramo.

“Es muy satisfactorio el reconocimiento, que la gente vea, se admire de lo que se hace, que se admiren por todo lo que se hace con solo un producto que antes era solo basura y que solo servía para el ganado”. Pero, sin duda, el logro más grande para Kokozuat y para Ana fue en el 2018 cuando participaron en la feria más importante del país y de América Latina: Expoartesanías. ¿Y cuál es su mayor sueño? Que su equipo de trabajo perdure. “Quiero que, cuando yo muera, esto no muera conmigo”.

Y para esos locos emprendedores…

“Vale la pena emprender. Vale la pena, si tienen un sueño, perseguir ese sueño y hacerlo realidad. Es muy satisfactorio saber que uno contribuye a la región… Se contribuye no a buscar trabajo, sino a generarlo, darles oportunidades a otras personas. El poder ver lo que han hecho con sus manos y que admiren lo que ustedes hacen… eso no se paga con nada”. Ana también enfatiza en que busquen algo que amen, que les agrade, que sea innovador y, sobretodo, que sean perseverantes, porque hacer emprendimiento es difícil, pero no imposible. “Encuentren la forma de hacer que los demás se enamoren de lo que ustedes hagan”.

Ana Ruíz y su empresa Kokozuat los esperan con los brazos abiertos en El Páramo, para que deleiten sus ojos, vistan bonito y decoren las salas de sus casas con las maravillosas creaciones hechas con hojas de maíz.


Entrevistada: Ana Virginia Ruiz
Creadora de Kokozuat
Escrito por: Jenny Karina Bayona Gómez

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