Cuando la tierra respondió
Este cuento está basado en el artículo Colores de la tierra: Un viaje creativo al corazón de la tapia.

La tierra tembló… y el cielo se rasgó. Los árboles lloraron savia negra y las raíces se retorcieron como huyendo de algo invisible. Una grieta se abrió en el centro del reino… y de ella emergió la oscuridad.”
Así comienzan los susurros entre los más viejos de Terranova, aquellos que aún tiemblan al recordar El día en que surgió la oscuridad. No hay canciones que canten ese día, solo silencio y miradas perdidas.
En el de Terranova —un reino donde las torres murmuraban secretos al viento y los ríos entonaban melodías perdidas— esa sombra aún se ocultaba, enterrada no en la tierra, sino en los recuerdos rotos de su gente. No era un peligro visible, sino una herida latente en la memoria colectiva, una cicatriz que vibraba cada vez que el suelo susurraba.
Allí vivía Elara, una joven cuyo espíritu latía al compás de Terranova.
Una tarde, al internarse en el Bosque Susurrante, fue atraída por un resplandor tenue entre los árboles.
Sigilosa, se acercó y descubrió a un grupo de gnomos modelando barro que brillaba con luz propia.
Bram, el más anciano de ellos, alzando la vista con ojos sabios, la encontró observando en silencio.
Pequeña humana,” murmuró, “¿sientes también el dolor del suelo bajo tus pies?”
Ella asintió sin palabras. Así comenzó su enseñanza.
Pero pronto, el barro comenzó a perder su luz. Bram frunció el ceño y tocó la tierra:
—Ella ha despertado… la Bruja de Cemento.
Elara sintió un escalofrío. “¿La de la leyenda?”
—Más que una leyenda. Ella corrompe todo lo que toca. Ya ha empezado.
La traición de un gnomo entregado al poder aceleró la caída. Una noche, los hogares vivos comenzaron a colapsar. Bram, pálido, la tomó del brazo.
—Elara, solo la Flor de Tierra Pura puede sanar esto. Está en las Montañas de Cristal.
Junto a Bram, Faelan —escéptico y reacio— y Lyra, la guardiana de memorias, partieron. El camino fue una pesadilla.
Tormentas que gritaban nombres olvidados. Rocas que sangraban. Y voces… susurrando mentiras.
—¿Por qué seguir? gritó Faelan, cuando la niebla les impidió ver el propio aliento. “¡Esto es una locura!”
—¡Porque si no lo hacemos, no quedará nada!” exclamó Elara. ¡Ni barro, ni magia, ni nosotros!”
Una noche, mientras dormían bajo ramas que parecían cuchillas, Lyra la despertó diciendo:
—“La Bruja vendrá por tu espíritu. Hará que dudes de todo. No le creas.”
Elara no durmió más.
Finalmente, alcanzaron la cima. En el centro, rodeada de espinas de cristal, la flor brillaba con una pureza que dolía mirar. Elara se acercó, pero una sombra la envolvió.
—¿De verdad crees que puedes salvar un mundo que ya me pertenece? —susurró una voz, con frío de tumba.
—No me importa lo que digas. No tengo raíces aquí.
—Tu gente te olvidará. Fracasarás.
Elara cerró los ojos y pensó en Terranova, en los ríos, en los susurros de la tierra.
—Terranova aún me llama —susurró, y arrancó la flor.
Al volver, la bruja los seguía, rugiendo, retorciendo el bosque. En el centro del reino, Elara vertió el néctar en la grieta original. Un silencio abrumador los envolvió. Y entonces… la tierra cantó.
Un canto profundo, antiguo, y Terranova despertó. Las raíces brillaron, el barro volvió a latir, y la oscuridad chilló antes de ser tragada por la tierra misma.
Elara cayó de rodillas. Faelan la sostuvo. “Ganaste.
—No. La tierra ganó.
Terranova renació, no con un estruendo, sino con un suspiro de alivio. Y cada generación recordaría: cuando la tierra te llama, es porque aún cree en ti.
Información del cuento
Este cuento fue escrito por Annieth Sofía de la Rosa Triana (Semillero ALUNA).
Imagen de portada por Annieth Sofía de la rosa Triana.
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