Paula y sus alocados experimentos

Cuento basado en el artículo: Ocrear: Un nuevo verbo para la cosmética natural que contribuye a cuidar nuestro planeta

Escrito por Stephanie Beltrán Ariza.

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En una cálida tarde soleada, me encontraba disfrutando de un baño refrescante en la bañera, escapando de los intensos rayos del sol. Siendo sincera, no quería salirme de allí, así que me puse a jugar con el señor pato, mi juguete de plástico.

Haciendo uso de toda mi imaginación, transformé la bañera en un laboratorio mágico, y el señor pato se convirtió en mi leal compañero de experimentos. Juntos nos embarcamos en una emocionante aventura para crear lo que llamamos la “poción de jabón”. Pero esta no era una poción común y corriente; era especial, destinada a hacer que mi mamá y yo nos viéramos más hermosas.

– Señor pato, ¿podrías por favor pasarme las soluciones para empezar con el experimento? – Indicaba yo con ademanes de profesora.

– ¡Cuac! – Respondía mi amigo pato con mucho interés.

Me puse las gafas y comencé con el acto de magia. Mezclé un sin fin de productos y cuando finalmente estaba agregando el último de ellos con mucho cuidado, se escuchó un gran ¡Poof! ,

– ¡Por fin, la poción está lista! – Exclamé mientras el señor pato sonreía con emoción.

De pronto, ya de regreso a la vida real y dentro de mi bañera, escuché como mi mamá empezaba a llamarme

– Paula, Paula, ¡PAULA! – Se escuchaba desde la cocina.

– ¿Señora? – Respondí sin ánimo de salir.

– Mi vida tienes que salirte ya, te vas a enfermar.

Mientras salía de la ducha le conté sobre la poción que hice con el señor pato, y me preguntó muy curiosa:

– ¿Cuál es la función de la poción mi niña? – Muy alegremente le contesté.

– Es para vernos más hermosa mami. – Ella, con una gran sonrisa en su rostro me abrazó y depositó un casto beso sobre mi frente.

Agradecí el gesto amoroso de mi madre, pero lamenté que sólo fuese mi imaginación. Mi madre, que conocía cada latir de mi corazón, sintió la tristeza que se incubaba dentro de mí.

Ese mismo día, yo estaba en el sofá de mi sala mirando televisión mientras saboreaba una rica paleta de limón. Mientras tanto, estaban proyectando mis caricaturas favoritas, y apareció una propaganda que hablaba de ¡cosméticos naturales! Quedé asombrada al ver cómo se podían crear productos utilizando ingredientes naturales. Observé, por ejemplo, cómo sacaban pinturas de las frutas molidas o de las flores.

Llena de emoción, corrí a la cocina a contarle a mi mamá cada minúsculo detalle. Ella, con ojos llenos de amor, notó tanta emoción en mí, que tomó una decisión que cambió nuestras vidas.

Fuimos a la floristería y compramos bastantes rosas de color rojo y también manteca de cacao. De mi cabeza sólo salían interrogantes de todos colores mientras veía a mi madre llenar una bolsa con productos extraños. Ella me miró y exclamó.

– Hoy serás una gran inventora.

Al escucharlo, sentí mi corazón palpitar y me imaginé la cara de sorpresa del señor pato cuando le contara la gran noticia.

Los segundos pasaron, y pensándolo mejor, sentí miedo porque quizás no lo lograría.

De vuelta en casa, invité a mi mejor amiga a unirse a nuestro asombroso experimento, la mamá de ella accedió y nos fuimos todas juntas rumbo a mi casa.

– Ya tengo mi bata puesta ma, ¿puedo comenzar? – Pregunté emocionada a mi madre.

– Claro que sí, mi vida. Primero corta los pétalos de las rosas en pedazos no muy pequeños – respondió ella, con la misma ansiedad de quien ve a su hija embarcarse en una misión espacial.

Muy pendientes de no ocasionar una explosión atómica, mi mejor amigo, mi pato de bañera y yo, cortamos los pétalos. Mi mamá trajo algo de agua y una taza, en la que mezclamos lo que teníamos en la mesa. Luego, con la paciencia de un cirujano y una cuchara en nuestras manos, machacamos los pétalos. Poco a poco, sin prisa, se veía como estos soltaban su el color.

Después, con los nervios de punta, separamos los pétalos del agua con ayuda del colador. Ahí estaba la primera muestra de una naturaleza generosa. Teníamos agua de color rojo.

El silencio llenaba la cocina y mi madre, con mirada cómplice, nos señaló la manteca de cacao. Mi amigo el pato me sonrió mientras mi amiga se concentraba para no fallar en el intento.

De pronto, al mezclarlo todo nuevamente…

¡Poof!

¡Un bálsamo para los labios hecho de forma natural se asomaba a nuestras vidas!

Fue un día muy divertido porque aprendí a relacionarme de manera amigable con el medio ambiente. Finalmente, el sueño me consumió y me quedé profundamente dormida. Desde ese día, cada mañana me despertaba con la certeza de que el mundo estaba lleno de maravillosas aventuras, sazonadas con el amor de mi mamá y mi amor por este hermoso planeta.

Cuento escrito por: Stephanie Beltrán Ariza. Escuela Normal Superior Antonia Santos, Puente Nacional.

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