Cuento basado en el artículo: Chiqui, chiqui, chi: novedosa forma de cuidar nuestros dientes y nuestro planeta con Coruscare
A Germán no le gustaba lavarse los dientes. Su mamá siempre le suplicaba que lo hiciera, pero él era un niño demasiado necio y no obedecía.
—Hijo, si te lavas los dientes, dejaré que juegues en tu computador por una hora más— le decía su mamá.
— ¡No! ¡No me lavaré los dientes!— exclamaba el niño, radical y frunciendo su ceño.
La mamá de Germán ya no sabía cómo convencer a su hijo para que se lavara los dientes, ya le había ofrecido regalos y premios, pero el niño seguía convencido de que era mejor permanecer con los dientes sucios.
Pero a las mamás nunca les faltan las ideas, así que tenía una forma para que su hijo le obedeciera.
—Bueno, hijo, como quieras. Al parecer no tendremos dientes para el ratón Pérez…— murmuró la mamá de Germán, quien vio como los ojos del niño se abrían por la curiosidad.
—¿Quién es el ratón Pérez?— Germán preguntó muy interesado. El plan de su mamá había funcionado, porque Germán era bastante curioso.
— Ah, no, hijo, no es necesario que sepas, no tiene importancia.— La mamá se encogió de hombros, pero el niño no quedó satisfecho con esa respuesta.
—¡Por favor, mami! Dime quién es el ratón Pérez— suplicó el pequeño Germán.
—Ya que insistes, te explicaré— accedió su mamá.— El ratón Pérez es quien recolecta los dientes de los niños, y a cambio, les deja monedas para que se compren juguetes o videojuegos.
—¡Yo quiero que el ratón Pérez me deje monedas para comprarme muchos videojuegos!— vitoreó Germán con mucha energía.
—Ummm, lo veo muy difícil…al ratón Pérez solo le gustan los dientes limpios, y tú no quieres cepillarlos— señaló su mamá.
—¡Entonces me los cepillaré para que el ratón Pérez me deje monedas!— expresó Germán bastante decidido.
Y así lo cumplió, Germán se cepillaba los dientes tres veces al día, después de cada comida, así como se lo indicaba su odontólogo. Se los lavaba tan bien que quedaban bastante brillantes, tanto, que sus amigos veían su reflejo en ellos.
—¡Wau, Germán! ¡Tus dientes están muy limpios!— le felicitaban sus compañeros y a Germán se le inflaba el ego por esos halagos.
Llegó el día en el que una de las muelas de Germán se cayó. A pesar de que fue algo molesto sentir el diente desprendiéndose de su encía, el niño estaba feliz porque el ratón Pérez le iba a llevar monedas. Así que escondió la muela debajo de su almohada y se acostó, esperando al ratón Pérez.
Las horas pasaron. “Tik tok” “tik tok” sonaba el impaciente reloj, y Germán no escuchaba ninguna señal del susodicho ratón. “¿Qué horas serán?” se preguntó Germán, así que miró el reloj electrónico que estaba en su mesa de noche: ¡Eran las dos de la mañana y ese ratón nada que aparecía!
Estaba seguro que su mamá le había mentido solo para que se lavara los dientes. ¡Debía de haberlo sabido! No podía creer que había sido tan ingenuo.
Germán duró un buen rato pensando en lo tonto que era al creerle a su madre, pero, de pronto, escucho algo en medio de la oscuridad. Era un sonido muy suave, debía poner mucha atención para percibirlo, porque era tipo “squis” “squis” “squis”.
Germán encendió la luz, y vio al lado de su almohada a un pequeño ratón color gris que vestía como un viajero, ya que llevaba botas, una chaqueta gruesa y una pequeña mochila en su espalda, la cual se veía muy pesada para su pequeño cuerpo.
—¡Ay! ¡Niño imprudente!— gritó el pequeño ratón mientras se cubría los ojos— ¡Por poco me dejas ciego!
—¡Puedes hablar!— se sorprendió Germán.
—¡Pues claro que puedo hablar!— le respondió el ratón. Al parecer el pequeño roedor estaba bastante irritado, pero Germán estaba muy emocionado porque había visto a semejante personaje.
—¡Debajo de mi almohada hay un diente! Está muy limpio— dijo el niño, bastante orgulloso de sí mismo.
—Sí, lo sé, muchacho— murmuró el ratón con un tono molesto— Vamos a ver qué tal está ese diente…— El ratón se metió debajo de la almohada y luego salió con la muela en sus patitas.
Después, sacó una lupa de su chaqueta y comenzó a observar la muela con las cejas fruncidas y sin parpadear, completamente concentrado.
—Ummm, es un diente bastante limpio— manifestó el ratón Pérez.
—¡Se lo dije!— señaló Germán.
—Meh, supongo que servirá.— El ratón guardó la muela en su mochila y sacó una moneda y la puso debajo de la almohada. Pero Germán vio que era una moneda de 500 pesos, y él esperaba más.
—¡Oye! Mis dientes valen más de 500 pesos— le reclamó bastante indignado.
—Pues…es lo que vale por las pastas dentales que usas para limpiarlos— respondió el ratón.
—¡ Pero uso las mejores pasta dentales!— exclamó Germán.
—Ahí está el problema, esas pastas no son tan buenas como parecen.
—Pero, ¿por qué? Si dejan los dientes super limpios.
—Sí, los pueden dejar limpios, pero, ¿sabes qué es lo que le hacen estas pastas dentales al medio ambiente?
Germán se quedó callado, mientras pensaba alguna respuesta, pero por primera vez en su vida, el niño no sabía qué decir, lo que lo hizo sentir muy avergonzado. Al ver que Germán no respondía, el ratón decidió hablar.
—Yo debo viajar por muchos lugares para recolectar los dientes. Viajo por suelo, aire y también agua, por lo que tengo amigos en muchos lugares del mundo.
“Un día bastante nublado, iba navegando por un río que se veía muy turbio y sucio. Allí me encontré con mi amigo Roberto, un pez de escamas coloridas, pero esa vez que nos vimos estaba muy decaído, sus escamas habían perdido su brillo y sus ojos se veían cansados.
—¡Roberto! ¡Te veo muy mal! ¿Qué te pasó?— le pregunté.
—Oh, mi amigo Pérez, últimamente mi familia y yo hemos estado muy enfermos. Creemos saber la causa…
—¿Cuál es? Si la saben, podrán encontrar la cura.
—Los humanos usan muchos productos para limpiarse, como las pastas dentales, que tienen componentes muy tóxicos para nosotros…así que cuando llegan a las aguas, hacen que nos enfermemos.
Me sentí muy impotente al escuchar aquello, ya que no podía hacer nada por mi amigo para que volviera a estar sano y fuerte, como siempre lo fue. También tengo más amigos peces que están enfermos y todos dicen que son por los productos de limpieza que ustedes usan.”
Germán quedó sorprendido por lo que dijo el ratón, ¡su insistencia por tener los dientes brillantes había causado que muchos peces enfermaran! Era una situación muy triste, Germán se imaginaba a los pobres peces nadando con desánimo, y eso deprimía. Pero no se dejó sentir culpable, porque Germán era ingenioso y con una mente muy despierta.
—¡Tengo una idea! Haré una pasta dental amigable con el medio ambiente— le dijo al ratón Pérez, pero él no se vio muy convencido.
—Como quieras, pero de ti, no perdería mi tiempo. Me tengo que ir, suerte con tu proyecto, niño.— El ratón saltó de la cama y luego salió por la ventana, desapareciendo en la noche.
Pero Germán no se dejó desanimar por las malas energías del ratón, y más bien se puso la toalla, que era su capa de superhéroe, porque iba a salvar a la vida marina.
Al día siguiente, fue a despertar a su mamá, aún vestido de capa, para contarle su nueva idea. Ella se entusiasmó mucho cuando su hijo le contó su proyecto. Con brillo en sus ojos, se pusieron manos a la obra para hacerlo realidad.
Buscaron una mesa, vasos y otros elementos que encontraron en la cocina y construyeron un pequeño laboratorio en el cuarto de las cosas viejas. Luego, investigaron sobre diferentes ingredientes naturales, como hojas de caléndula, albahaca y menta, que eran perfectos para limpiar los dientes. Después de someterlos a procesos químicos, Germán y su mamá crearon una crema dental que no enfermaba a las criaturas marinas.
Germán creció hasta volverse un adulto, pero seguía con la misma energía que lo caracterizaba de niño. Así que se dedicó a producir muchas de estas cremas a partir de ingredientes naturales. Gracias a Germán, todos los niños del mundo tuvieron los dientes tan brillantes como perlas y los animales que viven en las aguas dejaron de enfermar.
¡Pero que no nos olvidemos del ratón Pérez! Quien dejó de estar tan enojado todo el tiempo, ya que vio que el invento de Germán salvaba a sus amigos los peces. Entonces, el ratón volvió a disfrutar de su tarea, que era viajar por el mundo recogiendo los dientes de los niños.
Cuento escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
Artículo escrito por: Camila Andrea Álvarez Argüello (Semillero ALUNA)
Entrevistado: Germán Cuta