Cuento basado en el artículo Ocrear: Un nuevo verbo para la cosmética natural que contribuye a cuidar nuestro planeta
Verse bien es muy importante, era algo que pensaba Manon, sobre todo a sus 30 años. Ya había usado todos los cosméticos de todas las marcas posibles. Pero ninguno llenaba sus expectativas; cada vez que se aplicaba un rubor o unas sombras no se veía como lo deseaba: su piel blanca se veía más opaca que siempre, y sus ojos azules no parecían resaltar.
—¿Cómo haré para verme bonita?— suspiraba Manon, quien estaba en el jardín de su finca.
Era un bonito día; el viento soplaba con suavidad, haciendo que las flores bailaran a su compás. Los pájaros también se unían a la pequeña fiesta, cantando “pippip” “pippip”. Pero a Manon no se le contagiaba el entusiasmo, seguía pensando en cómo verse más linda.
—¿Por qué esa cara, Manon?— le preguntaron las flores de su jardín.
—Estoy pensando en cómo verme más bonita— respondió Manon— Pero no se me ocurre qué otras marcas de maquillaje podría usar.
—Nosotras pensamos que el maquillaje debería nutrir tu piel y hacerte sentir mejor contigo misma, no solo hacerte bonita— reflexionaron las flores.
Manon les dio la razón; no había pensado en lo necesario que era nutrir la piel, ya que estaba expuesta a muchas cosas, como el polvo de la ciudad y los rayos de sol. Así que Manon se formuló una pregunta: ¿cómo nutrir la piel mientras se maquillaba?
—Te podemos prestar algunos de nuestros pétalos y hojas— dijo la lavanda (una de las flores), como si leyera sus pensamientos.
—¡Claro! Nosotras tenemos muchas propiedades naturales que ayudan a cuidar tu piel— complementó la margarita, haciendo gala del hermoso botón amarillo que estaba en su centro.
—¡Oh, muchas gracias! Ustedes son unas maravillosas amigas— respondió Manon llena de felicidad.
Así que Manon comenzó a fabricar maquillaje con los pétalos y las hojas que sus amigas le regalaron. Después de algunos meses estudiando y experimentando, Manon consiguió crear varios cosméticos: labiales, polvos, rubores y sombras. Ahora que se miraba al espejo, sí se veía muy hermosa.
Hasta sus vecinas lo notaron, varias habían dicho que se veía más radiante. Precisamente, un día que estaba caminando por el pueblo, su amiga Laura se había acercado a saludarla.
—¡Hola, Manon! ¡Wau! Te ves muy bonita— la halagó Laura en cuanto la vio.
—¡Muchas gracias, Lau! Estoy haciendo mi maquillaje con los pétalos de mis flores, creo que eso hace que me vea mejor.
—¡Increíble, Manon! ¿Será mucha molestia que hagas algo de maquillaje para mí? — preguntó Laura, algo avergonzada.
—¡No hay problema! ¡Con mucho gusto haré unos para ti!
Así como Laura, varios de sus amigos le pidieron que les fabricara unos cosméticos, entonces Manon estuvo muy ocupada haciendo estos productos durante varias semanas. Pero no se había dado cuenta que algo malo les estaba pasando a sus flores, ya que estaba muy ocupada.
—¡Querida margarita! ¿por qué estás tan marchita? — preguntó la lavanda muy preocupada, ya que su amiga la margarita tenía los pétalos muy marchitos y sus hojas muy caídas.
—Ay amiga, es que Manon me pidió más pétalos y hojas, entonces me he sentido muy enferma— contestó la margarita, en tono que mostraba mucho cansancio.
—Y ella ha estado tan ocupada que se ha olvidado de fertilizarnos y regarnos— murmuró el jazmín bastante decaído. Casi todos los pétalos de esta pobre flor habían desaparecido.
El jazmín y la margarita no eran las únicas que se veían desgastadas. Casi todas las flores estaban sin pétalos y sus hojas estaban arrugadas como pasas. Las abejas ni siquiera se habían atrevido a tomar su néctar. “Bzzz, esas flores se ven muy gastadas, mejor ni nos acercamos” decían los insectos en cuanto las veían.
—¡Esto no puede seguir así! Tenemos que decirle a Manon— exclamó la lavanda muy indignada.
Así que comenzó a llamar a Manon: — ¡Manon! ¡Manon! ¡Manon!
La mujer salió corriendo al jardín preocupada por los gritos desesperados de la lavanda.
—¿Qué pasó? ¿Por qué gritas así? — preguntó Manon muy preocupada.
—¡Manon! Las demás flores están muy marchitas, ¡míralas! Has tomado exageradamente sus hojas y pétalos.
Manon observó su jardín y lo que decía la lavanda era verdad; casi todas sus flores no tenían sus pétalos y el tallo se les doblaba hacia delante, mostrando lo cansadas quese encontraban. Se sintió culpable, se había aprovechado de sus flores y ahora ellas estaban enfermas por su culpa.
—Oh, lo lamento tanto, usé muchos sus pétalos y hojas, y ahora están descompuestas— dijo Manon muy angustiada— Pero no se preocupen, desde ahora las cuidaré más y no haré cosméticos para los demás.
Y así fue, Manon regó y fertilizó a sus amadas flores. Solo tomaba los pétalos y las hojas necesarias para sus propios cosméticos. Sin embargo, un día se encontró con su amiga Laura.
—Hola Manon, ¿cómo estás? Oye, no volviste a hacer más cosméticos— le comentó Laura.
—Buenos días, Laura. No los he vuelto hacer porque mis flores estaban enfermando— contestó Manon.
—Qué lástima…oye, pero podrías enseñarnos, ¿no? Cada una llevamos nuestros pétalos y hojas— propuso Laura, y a Manon le pareció buena idea. Así que abrió inscripciones para enseñar cosmética natural a las personas que quisieran.
Las clases eran en la finca de Manon, rodeados de los sonidos de la naturaleza como el croar de las ranas: “cra” cra” y el zumbido de las abejas: “bzzz” “bzzz”. Y, sobre todo, acompañadas de las hermosas flores que danzaban al compás del viento.
Pero un virus muy peligroso llegó a la Tierra y ya no pudieron reunirse, porque debían protegerse. ¿Qué pasó entonces? No lo sabemos, pero estamos seguros de que Manon, con su creatividad e ingenio, creará una idea asombrosa para que todos veamos la belleza que nos dan las flores.
Cuento escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
Artículo escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
Entrevistado: Manon Fénix
Creadora de Ocre