La magia de la química

Cuento basado en: ¿Vivir sosteniblemente? la apuesta ambiental de un hotel santandereano ubicado entre montañas

 

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Hernando tenía el corazón triste, y era porque su amada hija, Lucy, estaba muy enferma. El hombre dedicaba todo el día a cuidarla, pero sus esfuerzos eran en vano, ya que la pequeña niña parecía cada día más grave.

La enfermedad de la pequeña Lucy se debía a que el aire de la ciudad era tóxico, al mismo tiempo, el agua tenía un color gris y olía mal. Por eso, la desdichada niña siempre estaba en su cama, ya que no podía levantarse sin sentir dolor o mareos.

“¿Cómo podré salvar a mi hija?” se preguntaba el pobre Hernando. 

Un loro que volaba por la casa de este hombre se percató de su tristeza, así que fue hacia donde él para preguntarle lo que sucedía. El hombre le contó su desgracia, y el ave escuchó lleno de compasión.

“Conozco un lugar en donde tu hija se podrá recuperar. ¡Te guiaré!” respondió el lorito. Hernando no dudó ni un segundo, entonces empacó su caja de herramientas, algunas cosas importantes y se llevó a su hija al lugar que el loro les prometió. 

Así, el padre caminó con su hija en brazos, atravesó bosques y ríos, hasta llegar a un campo rodeado de árboles de diferentes tamaños y formas. ¡Algunos de estos árboles tenían frutos que se veían suculentos! 

Además, el aire del lugar era fresco, el agua del riachuelo corría cristalina, habían flores de brillantes colores y los animalitos de distintos tamaños corrían de un lado para otro. 

¡El lugar parecía un paraíso! Todo era pacífico y hermoso. Hernando estaba muy feliz, pero faltaba algo importante…¡Una casa! ¡Eso era! Así que dejó a su hija al cuidado del loro, tomó su hacha, se dirigió hacia uno de los árboles y empezó a cortarlo “trash, trash” sonaba el tronco al ser golpeado. Pero una voz interrumpió su labor.

“¡Hey! ¡¿Qué estás haciendo?!” preguntó alguien. Hernando buscó de dónde venía aquella voz, pero no vio a nadie.

“¡Te estoy hablando!” volvió a decir la voz, y Hernando se dio cuenta que era el árbol el que gritaba. El hombre le dijo que necesitaba cortarlo para así construir su morada.

“Pero yo soy el hogar de muchos animalitos, si me cortas, ¡no tendrán donde vivir!” contestó el árbol desesperado, y Hernando se dio cuenta de que tenía razón. Ahora, ¿cómo construiría su casa?

El árbol pareció leerle la mente, así que reveló que habían árboles tirados en el bosque, ya que habían sido alcanzados por los rayos durante las tormentas.

De esta forma, Hernando se encaminó al bosque, en compañía de algunos armadillos y unas zarigüeyas. Entre todos cargaron con los troncos para llevarlos al campo.

Hernando usó sus habilidades de inventor y sus herramientas para construir una hermosa casa de tres pisos, con cuartos para dormir, una sala y una cocina. Con ayuda de los animalitos, creó un extraño aparato que recolectaba la luz solar. Igualmente, inventó una bicicleta para generar electricidad.

Las aves  llevaban a Hernando algunas semillas para que las cultivara.  “Tri, tri, tri” hacían cuando entraban a la casa, así que el hombre las plantó en un huerto que había construido, y allí crecieron preciosos fríjoles, arvejas, tomates y maíces.

Los días pasaron en aquel paraíso terrenal. Lucy se fue recuperando de a poco, hasta que volvió  a ser la niña de sonrisa resplandeciente, tal como era antes de caer enferma.

 Entonces, Hernando supo que debía compartir este lugar con otras personas, por lo que le dijo al loro que buscara más gente enferma y la trajera al lugar.

Así, llegaron visitantes a aquel hermoso campo, disfrutaban de la naturaleza y la compañía de los animalitos. Cuando se mejoraban, volvían a la ciudad a cumplir con sus responsabilidades.

De esta forma, Hernando fundó Villa Lucy, un hogar temporal para todas las personas enfermas por la contaminación de las ciudades.

Cuento escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas

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