¡El conejo que salvó a los animales!

Cuento basado en el artículo: ¡Sin crueldad! Métodos alternativos para investigación científica sin el uso de animales.

Escrito por Mariana González.

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Buenos días, querido lector, he preparado este cuento justamente para ti, en donde hablamos de experimentos en animales. Ahora te dejaré disfrutar de este cuento, espero sea de tu agrado, ¡nos vemos!

¡Hola! Querido lector, mi nombre es Mariana, y hoy les contaré acerca de un conejo muy curioso, llamado Rabat, espero y disfruten de este cuento, ¡nos vemos!

Todo inició cuando un día cualquiera, me puse a pensar sobre lo que sufren los animales a la hora de ser expuestos a los experimentos científicos para probar cosméticos, maquillajes, y demás. Este es Rabat, y les contaré su historia.

Mi nombre es Rabat y soy un conejo, vivo muy feliz con mis hermanos conejitos. Pero no todo siempre fue así, porque había una situación que no me gustaba, ¡ESTÁBAMOS SUFRIENDO Y NO PODÍAMOS HACER NADA POR NUESTRA CUENTA!

Y no solo los conejos, también mis amigos los perros,  los ratones, los gatos, los cerditos y otros animales. Todos éramos maltratados en el mundo de la ciencia. Precisamente, hace unos meses,  Antonieta, una coneja muy famosa, se enfermó gravemente a causa de los experimentos que hacían con ella. Eso me sigue poniendo muy triste…

A mí me tenían encerrado en un laboratorio con paredes blancas y frías, en donde no podía disfrutar de la naturaleza. Una de las cosas que nos hacían era echarnos líquidos en nuestros ojitos, ¡eso dolía demasiado! Mis pupilas siempre terminaban muy rojas. Además, siempre estábamos en jaulas, era muy aburrido.

Al percatarme de lo mucho que sufríamos, sólo me quedaba hacer una cosa, ¡y era ponerme manos a la obra!

Mientras buscaba qué hacer, conocí a un conejito llamado Bambú, quién había llegado de muy lejos y lo habían traído para hacer pruebas con él. Nos hicimos muy buenos amigos ya que él solía cantar y bailar todas la noches. Un día Bambú me contó que su hermana estaba en un laboratorio  lejano y no sabía nada de ella, así que estaba muy preocupado.

Entonces, desde ese momento, motivado por mi amistad hacía él, me escapaba de mi jaula en las noches e investigaba en uno de los computadores del laboratorio. En medio de esto, encontré algo llamado “simuladores de pacientes humanos”.

Para que me entiendas, los simuladores de pacientes humanos son computadoras que imitan los comportamientos de las personas ante diferentes medicamentos. Esto era la salvación de todos los animalitos, ya que no necesitarían hacer pruebas con nosotros. Decidí que podíamos tener un simulador que nos salvará.

Llenos de valentía, nos escapamos del laboratorio y fuimos  a una ciudad muy lejana donde nos encontramos con un humano científico. Era como un científico loco, o algo así, y se encargaba de las pruebas que se realizaban a los animales.

Después de escucharnos con atención, nos dijo que le gustaba nuestra idea de crear los simuladores, pero tenía dudas de que pudiera funcionar. Con poco entusiasmo, él habló con un conejo científico que habían traído para hacerle pruebas, pero quién tenía una inteligencia prodigiosa y se convirtió en investigador. Él, con el corazón palpitante de emoción, dijo que sí se podría y que pondría todos sus esfuerzos para esta invención.  Así fue como aprovechando mi libertad, nos reunimos todos los conejos de la ciudad para planear un poco sobre nuestro proyecto. Ya sabes, ¡la unión hace la fuerza!

Empezamos con definir la idea principal, después de eso a pasar la idea a unos planos, luego con ayuda de la computadora, hicimos lo demás. El día en que presentamos la idea ante los científicos teníamos mucho miedo. Si fallaba, nuestras esperanzas se acabarían y mi libertad también. Presentamos el simulador ante los científicos y el silencio apareció por unos largos minutos.

El primer simulador funcionó exitosamente y se puso en práctica en todos los laboratorios, luego de unos meses, ¡ya todos los animales estábamos fuera de peligro! Para nuestra fortuna, Bambú se reencontró con su hermana y los demás animalitos quedaron libres.

Desde ahí, la comunidad de animalitos podemos pasear seguros por los parques de nuestra ciudad, dando brincos de felicidad, porque logramos nuestro objetivo, ¡pues todos quedamos libres!

Muchas gracias a ti, querido lector, por leer este cuento, espero haya sido de tu agrado. ¡Nos vemos!

 

Cuento escrito por: Mariana González.

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