El capibara y su receta de bambú
Este cuento está basado en el artículo Pedaleando el futuro, bicicletas de bambú que desafían el futuro.

¡Las abejas eran su pasión!
—¿Dónde tendrán el motor? —decía con curiosidad— ¡Yo quiero volar!
Así era Capibaldo, un capibara soñador con bigotes temblorosos.
Un día, mientras paseaba, vio algo que lo dejó boquiabierto. Era un niño que pedaleaba veloz en una bicicleta reluciente. Capibaldo trató de seguirlo, pero no pudo alcanzarlo.
—¡Eso es parecido a volar! —pensó con alegría— ¡Yo quiero una cosa de esas!
Llamó a sus dos grandes amigos: doña Paca, profesora de plantas; y Don Mono, experto en amarras y aventuras extravagantes.
—¡La locura está contigo! —fue la expresión de doña Paca cuando escuchó a su amigo.
Don Mono solo sonrió, … ¡en su mundo todo era posible!
Capibaldo se sentó bajo la luna a pensar. ¿Cómo podría construir una bicicleta? Las que usaban los humanos eran muuuy pesadas para sus patas.
El viento suave trajo un crujido: ¡el bambú del bosque danzaba bajo la luz de la luna! Las cañas se mecían y Capibaldo se acercó curioso. Mordisqueó una.
—¡Qué fuerte es ¡Y… muy ligera —pensó— ¿Qué tal si…?
Con su idea en mente, corrió a casa de Don Mono y le contó. Ambos, fueron a donde doña Paca, a pesar de la hora.
¡Toc, toc, toc! Sonó en su puerta, pero nadie respondía. Capibaldo lo volvió a intentar.
¡TOC, TOC, TOC! Tres nuevos golpes, más fuertes y con más decisión, sonaron en el bosque.
Doña Paca abrió. En su rostro se asomaban grandes ojeras y, obviamente, su mirada mostraba el descontento por tener que levantarse.
—Tenemos una gran idea— comentó Don Mono, quien ya estaba convencido de la aventura.
La intención era cortar cañas de bambú. Luego, de los árboles extraer pegantes, y también cuerdas para amarrar. Como ruedas usarían cocos secos.
Más tardó en salir el sol que ellos en volverse ingenieros. La primera gran tarea: ir por el bambú.
Aunque era una gran idea, el equipo no contaba con Oscar, el oso panda. Desde que los vio venir, él se puso nervioso. Escuchó con detenimiento la idea de los tres animales madrugadores y creativos. Su respuesta fue contundente:
—¡Con mi comida no se juega! — exclamó.
La tristeza se asomó en la mirada de Capibaldo. Dio vuelta y, al retirarse, se escuchaba un “snifff, …snifff” doloroso.
Doña Paca insistió y usó todos los argumentos posibles para convencer a Oscar. Al final, gracias a una idea que también trajo el viento mencionó:
—Si nos dejas, tendrás una bicicleta para ir a donde tu osa mayor.
Los ojos de Oscar se iluminaron y ayudó a cortarlo y a llevarlo.
Al principio la bici se desarmaba y Capibaldo rodaba por la tierra, riendo a carcajadas.
Tras muchos intentos, lograron una bicicleta resistente, con un cuadro de bambú colorido.
Los animales del bosque salieron de sus escondites: tortugas, guacamayas, osos perezosos… ¡Todos aplaudieron!
El primer día en que Capibaldo salió a montar su bicicleta se encontró con el niño y ambos se miraron fijamente. Asombrado, el niño entendió como el ingenio ayuda a cuidar nuestro planeta.
Información del cuento
Este cuento fue escrito por Carlos Humberto Contreras Ferrer
Imagen de portada diseñada por Anette Manuela Ruiz Pérez.
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