¡Cuatro elfos al rescate!
Este cuento está basado en el artículo ¿Basura o tesoro escondido? Un nuevo combustible a partir de plástico residual
En un lugar muy muy lejano vivían cuatro elfos, Harold, Myriel, Aldor y Tarwen. Ellos crecieron en un lugar hermoso, con lagos cristalinos, bosques espléndidos y cielos azules que brillaban con los rayos del sol. En su aldea todos se clasificaban en secciones y los elfos cuidaban de la naturaleza.
Harold era un elfo del agua, Myriel del bosque, Aldor del cielo y Tarwen de los animales. Los cuatro estaban muy felices con lo que hacían y, mientras comían, hablaban sobre la manera en que se seguirían preparando fuera de la aldea para ascender de rango en sus oficios. Uno iría a Borneo, otro a Valvidiano, otro a Boreales y el último a Froilán. Tiempo después, todos partieron de su hermoso hogar, con la promesa de que volverían a verse cuando hubiesen terminado sus estudios, si es que así sucedía.
Después de varios años de estar fuera de sus hogares, los cuatro elfos regresaron a su amada aldea, pero se llevaron una penosa sorpresa. Esta era un desastre, los bosques estaban llenos de materiales desconocidos para ellos, pero eran tan duros que era imposible descomponerlos. Los lagos eran negros, viscosos y abundaba el silencio de los animales. Solamente el viento susurraba entre las ramas tristes de los árboles, y una capa negra les impedía recordar el color azul brillante que lo caracterizaba. Pero eso no era lo peor. Dentro de la aldea los elfos agonizaban enfermos debido a ese extraño, pero arrasador fenómeno que los enfermaba lentamente.
Al ver esto, los Elfos corrieron a la casa de la abuela de Myriel a preguntarle qué había pasado con su aldea.
―Toc, toc
La abuela, abrió y se puso muy contenta de verlos, pero notó en sus miradas que estaban tristes y preocupados, y entendió el motivo. Antes de que ellos dijeran una palabra dijo:
― ¡Ay, mis muchachos! Ya sé por qué están así de afligidos y les explicaré lo que sus ojos vieron.
Así empezó su historia. Luego prosiguió:
― Después de que ustedes se fueron, un grupo de elfos empezó a traer diferentes materiales para mejorar nuestro trabajo, pero los desechos que estos generaban empezaron a dañar la tierra, y al no saber cómo manipularlos, preferían dejarlos allí mismo donde trabajaban. A eso le dicen plástico. Además, trajeron un líquido que nos ayudaba a mejorar el rendimiento de nuestras máquinas, pero este comenzó a botar un humo negro que llenó el cielo de ese color que nos ha ido debilitando. Gasolina le llaman.
Al terminar el relato, la anciana comenzó a llorar. Y entonces, Harold un poco pensativo y para sí mismo dijo:
― Este no es el fin de nuestra aldea, pero debemos encontrar una pronta solución.
Al día siguiente, Myriel se levantó emocionado y dijo:
― ¡Tengo una idea donde todos podemos trabajar! Construyamos una máquina que convierta aquel plástico en un líquido que reemplace la gasolina.
Sus amigos, aún con muchas dudas, pero motivados por sus familias, se pusieron manos a la obra y trabajaron sin descanso. Recogieron todos materiales que podían reutilizar y crearon una máquina extraña.
― ¿Será que funciona? Fue la pregunta que se hicieron entre ellos, mirándola indecisos por largos minutos.
El elfo mayor de la aldea decidió que la tenía que probar. Se fue a su taller y dos horas más tarde regresó. Su sonrisa dejaba ver que la idea había funcionado. Con los días, al usar la máquina, el bosque empezó a mejorar y con él la salud de los elfos. A pesar de esto, el cambió no era fácil, ya que el ecosistema no se mejoraba de la noche a la mañana.
― Paciencia, paciencia… se repetían constantemente, hasta que un día, los colores brillantes retomaron la vitalidad de la aldea.
Información del cuento
Este cuento fue escrito por María Paula Cárdenas Castañeda (Semillero ALUNA).
Imagen de portada generada con ayuda de Adobe Firefly.
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