Hubo una vez un hombre que construyó una casa de tamaño real con figuras de LEGO. ¡Sí! Así sea un poco difícil de creer; su nombre es Mario, un tipo muy sagaz e inteligente. Bienvenidos a esta aventura llena de descubrimientos y emociones.
Todo comenzó cuando Mario vio que en los basureros había mucho bagazo de caña, que son los tallos que quedan luego de convertir la caña de azúcar en panela o azúcar.
—¡Esto está matando al planeta!— pensó Mario lleno de preocupación, porque las basuras son un veneno muy nocivo para la naturaleza.
—¡Ayúdenme, por favor!— parecía decir la Tierra al verse cubierta de tanta basura.
Mario, muy angustiado, intentó que su cerebro creará alguna idea. Pero…¡nada! El bombillo de su mente no se encendía y eso lo puso muy impaciente. Decidió salir a caminar por su barrio, para ver si así conseguía algo de inspiración.
De repente, Mario vio una familia sentada en la calle. Los padres y los hijos tenían el rostro tallado por la tristeza. Mario, preocupado por aquellas personas, se acercó para preguntarles la causa de su pesar.
— Hola, mis amigos, ¿por qué tienen esas caras tan largas?— les preguntó Mario.
—Porque no tenemos una casa para refugiarnos del sol y de la lluvia, así que debemos deambular por las calles aguantando el frío, calor y el maltrato de algunas personas— le contestó el padre, muy abatido.
Mario sintió lástima por aquella familia. Vivir en las calles parecía ser una situación desagradable. No obstante, aunque el escenario de aquella familia era sombrío, a Mario se le ocurrió una gran idea.
¿Cómo no lo había pensado antes? Con el residuo del cultivo de la caña podría hacer ladrillos y así construir casas para las personas que no tenían un hogar, De esa manera, su proyecto no solo beneficiaría al medio ambiente, sino también a todas aquellas familias que anhelaban el calor de un techo.
—Pero nadie va a querer una casa hecha de basura— dijo una vocecilla en su cabeza.
—¿Y tú quién eres?— preguntó Mario.
—Me llaman “Autosaboteador”. No te hablaré de mí, vengo a decirte que lo que planeas es una pérdida de tiempo, porque nadie va a querer una casa hecha de basura. Se verá fea y inestable.
Mario escuchó al Autosaboteador. Tal vez tenía razón, las casas que construiría podrían ser feas a la vista o se caerían antes de que alguien pudiera vivir dentro de ellas. Sí, Mario comenzó a reconsiderar que su idea no era buena en absoluto.
Pero recordó la tristeza en los ojos de aquella familia sin casa y el grito angustioso de la Madre Tierra ante tanta contaminación. Hizo oídos sordos a las predicciones pesimistas del Autosaboteador y comenzó a llevar a cabo su idea.
Así, Mario fue al basurero, tomó los restos de caña y los llevó a una trituradora. ¡Chaca! ¡Chaca! ¡Chaca! Y la caña salió de la trituradora en tamaños muy pero muuuuuy chiquiticos.
Pero, espera, hay más. Mario cogió estos pedacitos chiquitos y los mezcló con cemento. ¡Purrr! ¡Purrr! sonaba la mezcladora, que hacía girar a los ingredientes como si estuvieran en un remolino. Cuando terminó su trabajo, Mario obtuvo una pasta gris y espesa con la que trabajaría esta maravillosa historia.
Mario vertió la pasta en unos moldes rectangulares, y cuando ya estaba seca, sacó de los moldes unos ladrillos igualitos a las piezas LEGO, sólo que muy muy grandes.
Pero ¡Un problema! Mario no sabía de arquitectura; no tenía idea de cómo construir una casa sin que se cayera. ¿Cómo no había pensado en ese detalle? Había sido muy distraído al olvidarlo.
— ¿Ves? Es inútil seguir con esta idea sin sentido. No puedes hacer una casa si no sabes de arquitectura— dijo burlón el Autosaboteador.
Sin embargo, Mario recordó que tenía un amigo arquitecto, cuyo nombre es Jesús. Así que lo llamó y le comentó la idea que estaba levantando. Jesús accedió gustoso a integrarse en la empresa y le diseñó una casa especial para que Mario la construyerá con sus ladrillos LEGO.
Ya con los planos listos, Mario contrató varios obreros y buscó una finca para construir la primera casa.
Duraron días, semanas y meses bajo el sol triturando bagazo, mezclando con cemento y encajando los ladrillos, uno sobre otro. Fue un trabajo agotador, al final de las jornadas, todos terminaban sudados y con deseos de dormir por todo un año.
Pero todo el esfuerzo valió la pena, porque por fin lograron ¡la primera casa estaba lista! Tiene dos pisos, dos balcones hechos de bambú y es de color gris, como el pelaje de los koalas. Así que no es necesario usar pintura para que la casa se vea bonita, lo que ayuda a reducir mucho más la contaminación.
Aquí no termina esta historia, porque Mario ha ido construyendo casas LEGO por toda Colombia, para salvar al planeta y a las personas sin hogar.
¿Qué dices? ¿Te animarías a construir una casa LEGO gigante y vivir en ella?
Cuento escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
Artículo escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas
Entrevistado: Mario Álvarez Cifuentes
PhD en Ingeniería Química
¡Hola! Para acceder a las actividades ALUNA debes iniciar sesión con tu cuenta. Loguéate e inténtalo nuevamente.