Las esponjas maravilla del pulpo Carlos

Cuento basado en el artículo: Adsorbente now: una forma creativa de limpiar los derrames de petróleo

 

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Andrés es un tritón muy alegre, porque vive en un mar tan limpio que los rayos del sol atraviesan el agua sin dificultad. ¡Todos son felices en este lugar! Los peces nadan moviendo sus aletas de forma graciosa y los delfines juguetean risueños con los otros animales.

Pero el hogar de Andrés no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que el mar era opaco, pues la luz no llegaba por causa de un líquido negro y aceitoso que cubría la superficie. Los animales, sirenas y tritones siempre estaban con el rostro lleno de tristeza. Para colmo, debían nadar con la basura que les tiraban los humanos.

“¡Los humanos son unos desconsiderados!” exclamaba el tiburón ballena, hinchado por la indignación. Andrés lo escuchaba y no podía estar más de acuerdo. ¡Su hogar era un basurero! Pero no podían seguir viviendo así, ¡debían hacer algo!

 Un día, Andrés se reunió con sus amigos los peces, sirenas, tiburones, delfines y otros tritones para encontrar alguna solución.

“Mi abuela dice que hay un pulpo muy inteligente escondido en los corales. Se llama Carlos, él nos puede ayudar” propuso un delfín, pero los demás alegaron diciendo que ese pulpo era amargado y envidioso.

Al final no llegaron a un acuerdo y todos se fueron a sus casas enfadados y decepcionados. Pero Andrés no se dio por vencido, así que nadó hasta el hogar del pulpo para hablar con él. 

Cuando llegó, empezó a buscarlo, pero no lo encontró, así que lo llamó a gritos: “¡Pulpo Carlos!” “¡Pulpo Carlos!”. Andrés exclamó el nombre del pulpo por un buen rato, hasta que escuchó un burbujeo, “blu, blu, blu, blu” y como por arte de magia apareció un pulpo con cara de enojado.

“¡Muchacho fastidioso! ¿Para qué me buscas?” dijo el pulpo malhumorado. Andrés le preguntó si era Carlos, él les respondió que sí sin quitar su tono tosco.

“Necesitamos tu ayuda, dicen que eres muy inteligente y que podrías hacer que el mar se vuelva limpio” le rogó Andrés, pero el pulpo seguía con su expresión áspera.

“¡Bah! Cada vez que daba una idea, se burlaban, por eso ya no digo nada” respondió Carlos enfurruñado.

Andrés le prometió que convencería a los demás de que escucharan su idea. Carlos se negó con vehemencia, pero el tritón fue bastante insistente, por lo que no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes.

Así fue como Andrés invitó a sus amigos a los corales para que escucharan la idea de Carlos. Muy pocos asistieron a esa reunión. La mayoría de ellos no quería ver al pulpo porque era muy cascarrabias. Andrés se puso algo triste por eso, pero Carlos no parecía desanimado, así que dio su pequeña conferencia.

“En estos años he estudiado la basura que nos arrojan los humanos” habló el pulpo con autoridad “y me di cuenta que podemos crear con ellos una esponja que limpie el líquido oscuro que cubre la superficie del agua”. 

Los demás no estaban convencidos, así que le buscaron todos los defectos a la idea de Carlos. El pulpo empezaba a ponerse rojo de la rabia y estuvo a punto de esconderse entre los corales, pero Andrés habló:

“¡Tenemos que intentarlo! No podemos seguir viviendo así” exclamó, haciendo que todos estuviesen dispuestos a ayudar.

Entonces las criaturas marinas recolectaron la basura que había en el mar y se la llevaron a Carlos. El pulpo empezó a mezclar estos objetos con sus ocho largos tentáculos. Cuando terminó, obtuvo varias esponjas grises.

Andrés subió a la superficie y puso una de las esponjas sobre una mancha de aquel líquido aceitoso. En pocos segundos, ese líquido fue desapareciendo lentamente.

Así, en poco tiempo el mar se volvió tan reluciente y colorido como nunca. Todas las criaturas marinas se llenaron de felicidad, incluido el pulpo Carlos, que ahora se la pasa sonriendo con energía.

 

 

Cuento escrito por: Salomé González

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