Cuento basado en el artículo: Estufa ecoeficiente y que produce energía eléctrica: ¡la revolución rural que cuida el medio ambiente!
Alex y Nelson eran un par de hermanos muy inquietos, siempre estaban haciendo travesuras. Sus padres, cansados de ese comportamiento, los enviaron a la finca de la abuela, para que pasaran las vacaciones allí y la nona pudiese remediar la conducta de ese par de traviesos.
La finca de su abuela estaba llena de plantas y animales. Por eso, ambos hermanitos pasaban sus días escalando los árboles para asustar a las avecillas que vivían allí. El lugar les parecía maravilloso, porque podían jugar y correr como les viniera en gana. Terminaban tan cansados, que en las noches se quedaban dormidos tan pronto sus cabezas tocaban la almohada.
“Alex y Nelson, ¡bájense de ese árbol” les gritó su abuela. Los niños le hicieron caso, porque no quería enfrentarse a su furia.
“Ya estamos aquí, abuelita, ¿qué necesitas?” le preguntó Alexander en cuanto estuvieron en el suelo.
“Necesito que vayan a recoger leña para Nuhugi” ordenó la abuela. Nuguhi era el fuego que vivía en la estufa que su abuela usaba para cocinar.
“Ummm, bueno, abuela” dijeron ambos niños al mismo tiempo, pero con desgano. Ya que no les gustaba mucho Nuhigi, pero hicieron caso y fueron a buscar leña al bosque.
Cuando volvieron, la abuela se dispuso a preparar la cena. Entonces destapó la estufa, y los niños vieron a Nuhugi, un fuego brillante y naranja, que tenía un par de ojos y una boca.
“Bueno, Nuhugi, te voy a dar leña para poder cocinar” le avisó la abuela, a lo que el fuego soltó un “yujuuu” emocionado, poniéndose a danzar..
La abuela le daba los trozos de leña a Nuhugi, quien abría la boca para comérselos. De inmediato, de la estufa empezó a salir una nube tan negra como la noche, que se esparció por toda la sala. Los niños salieron, a esperar a que el humo desapareciera.
Cuando la neblina oscura desapareció, los hermanos entraron a la casa para comer, pero su abuela estaba tosiendo muy fuerte, “¡cof! ¡cof!” hacía la pobre mujer.
“Abuelita, yo creo que deberías cambiar a Nuhugi” le dijo Alexander, preocupado porque su abuela seguía tosiendo sin control.
“¡Ni hablar! Nuhugi ha estado en esta familia por mucho tiempo” ella se negó.
Al día siguiente, la abuela estaba tan enferma que no pudo levantarse de la cama, por lo que los niños tuvieron que cuidarla.
“Mijitos, preparenme una naranjada con miel, eso me curará” les pidió la abuela con voz ronca.
Los niños fueron al bosque a buscar leña para cocinar, pero no querían encender a Nuhugi por miedo a que su abuela empeorara.
“¡Debemos buscar otra forma de cocinar” exclamó Nelson. Alex estaba de acuerdo, pero no se le ocurría ninguna idea.
De repente, escucharon un suave tintineo “Tilin, tilin” , y vieron que de entre los árboles emergió una mujer vestida con hojas y flores. Su rostro mostraba bondad y en sus ojos había un brillo de sabiduría.
“¿Quién es usted?” preguntó Alex. Nelson estaba mudo de la impresión.
“Soy la Madremonte, la guardiana de este bosque” respondió la mujer con una voz melodiosa. “Escuché que necesitan ayuda”.
“Es nuestra abuela, está enferma por el fuego que está en su estufa” respondió Nelson, tartamudeando.
“Bota un humo negrísimo que le provoca mucha tos” agregó Alex con preocupación.
“¡Oh! ¡Mis niños! Nuhugi no es el culpable, ¡sin más!, se lo regalé a la madre de su abuela para que pudiera cocinarle a sus hijos” explicó la Madremonte con ternura.
Los niños quedaron sorprendidos, pero sintieron la culpa en el estómago al darse cuenta que habían juzgado mal al fuego.
“Entonces…¿por qué sale ese humo negro de la estufa?” preguntó Alex.
“Es por esa vieja estufa …hay que cambiarla” manifestó la mujer, así que, movió sus manos y de ellas salieron chispas de colores resplandecientes. Luego de murmurar unas palabras, apareció una estufa plateada.
“Esta es una estufa mágica, usenla con sabiduría” dijo la Madremonte. Los niños le agradecieron con lágrimas en los ojos.
“No me lo tienen que agradecer. La estufa la creamos con las hadas y campesinos de la zona, aprovecha mejor la madera y no genera ningún tóxico que enferme a las personas” respondió la Madremonte
Sin preguntar más, los dos hermanos se la llevaron llenos de emoción. Allí, pusieron a Nuhugi en la nueva estufa y le dieron la leña para que se la comiera. Los niños se emcionaron al ver que no salía humo negro por ninguna parte, ¡bailaron y saltaron de la felicidad! Entonces cocinaron la naranjada con miel y se la dieron a la abuela, quien se recuperó de inmediato.
Cuando la abuela se percató que había una estufa nueva, se emocionó tanto que empezó a preparar postres para sus queridos nietos, quienes saborearon estas delicias una y otra vez.
Así, la abuela no volvió a enfermarse gracias a la estufa mágica, y los niños volvieron todas las vacaciones a la finca para visitar a su abuela y a la Madremonte.
Cuento escrito por: María Lucía Sarmiento Rojas