La búsqueda de un gran tesoro

Cuento ganador del tercer lugar en el primer concurso intercolegial de cuento ALUNA.

Había una vez, en 1879, un príncipe llamado Frederick, que vivía en Neiva, una ciudad rodeada por dos inmensas cordilleras.

 A este príncipe se le conocía por ser un hombre gentil y bondadoso. Su padre, el rey, quería que se casase con la princesa Luna (quien venía del reino de Aragón) sólo por conveniencia. 

Pero un día, llegaron nuevos empleados al palacio y fue justo en ese momento donde el príncipe Frederick posó su mirada sobre una bella joven llamada Rosse, quien tenía el pelo castaño y los ojos del color del océano. 

Él quedó perdidamente enamorado, sin embargo, el príncipe debió cumplir con sus deberes reales y casarse con la princesa Luna, pero no podía parar de pensar en esta bella dama que aquel día conoció. Así que un día, en secreto la buscó y empezaron a conocerse, a visitarse en las noches y a enviarse cartas uno al otro, por medio de botellas en el agua que circulaba por una de las fuentes del reino.

Así continuaron durante mucho tiempo, hasta que, luego de unos años, la princesa Luna falleció, así que Frederick tomó la decisión que siempre había querido:  compartir su vida junto a Rosse.

La pareja de enamorados fue feliz durante mucho tiempo, pero dicha felicidad les duró muy poco. Al padre de Frederick no le gustó para nada la idea de que su hijo anduviera con una empleada, campesina y menos con una ambientalista, ya que Rosse se destacaba por querer ayudar a la naturaleza. Además, ella tenía un gran proyecto para sanar el agua. 

Entonces el rey, envuelto por su enojo, ordenó a sus sirvientes que desaparecieran a Rosse para que nunca más la encontraran. Y así lo hicieron, los sirvientes entraron a la casa en donde vivían los esposos y la secuestraron, llevándosela muy lejos.

Frederick buscó y buscó, pero jamás la encontró. Él nunca perdonó a su padre por quitarle al amor de su vida. El proyecto nadie lo conoció, ella lo escondió antes de desaparecer y la gente dice que este está posiblemente escondido en algún lugar de Neiva, en la fuente donde Frederick y Rosse se enviaban sus notas a diario.

Luisa terminó de contar su historia y miró a su mellizo, esperando su reacción.

“¿Es en serio, Luisa? ¡Esta historia es para niños! No tiene relevancia, es solo una fantasía”.

“Cállate, Antonio, esto existe, te prometo que algún día encontraré este lugar”.

“Sí, sí. Tú y tus creencias raras como siempre”.

Sol y lluvia, chocolate y menta, positivo y negativo. Aquí comienza la historia de estos dos hermanos mellizos totalmente opuestos.

Luisa era muy inteligente, alegre y bella por dentro y por fuera como si fuera un ángel. Le fascinaba la naturaleza, tanto era así que siempre participaba en concursos de proyectos que ayudaran a salvar al medio ambiente, pero estos se dañaban, no funcionaban, ya existían o no eran lo suficientemente buenos.

Por el contrario, Antonio era una persona fría, apagada, desinteresada y odiaba todo lo relacionado con el medio ambiente, tenía ideas como: “¿por qué la gente apoya esto?”, “¿de qué les va a servir esto si en algunos años ya todo estará destruido?” Lo único en lo que se parecía a su hermana, además del físico, era en su inteligencia, pero no sabía cómo usarla.

En una de las clases de Biología, el profesor le pidió a cada uno llevar una historia real, proyecto o innovación relacionado con la ciencia; Luisa no lo pensó 5 segundos y decidió contar su historia en clase.  El día había llegado, Luisa narró la historia de Rosse a sus compañeros y a su profesor. Al terminar, no recibió la reacción que esperaba.

“Wow, mira que es cierto, ya hasta yo descubrí el lugar”dijo uno burlándose.

“No digas patrañas, Luisa, eres una mentirosa” comentó uno.

“Es increíble que aún tengas sueños raros, Luisa” agregó otro.

“Luisa… tu historia es interesante pero no tiene sentido alguno, por lo tanto, tendrás 1 en tu nota”  terminó diciendo el profesor de Biología a Luisa.

Luisa no dijo nada, ya estaba acostumbrada a que nadie le creyera, que nada funcionara y que se burlaran de ella. La única que siempre la apoyaba era Juliana, su amiga. Así que como era costumbre, salieron y se sentaron en una banca del colegio donde solían hablar después de clase.

“Yo creo que esto es verdad, tenemos muchas soluciones a esta historia. Algún día encontraremos esto y seremos las mejores, tendremos fama y todos…” empezó a decir Juliana.

“Cálmate un poco, ya entendí que tendremos todo esto, pero lo importante aquí es encontrar este tesoro” comentó Luisa a su amiga.

“¿Cuál tesoro? ¿de qué hablas?”

“¡Pues el proyecto que creó Rosse!” exclamó Luisa.

“Ahhh, ya entendí”.

“Es bueno que entiendas algo, jaja” se rió Luisa.

“Sí, sí, jaja. Espera, espera, espera, por fin le encontré uso a mi pequeño cerebro” exclamó Juliana a Luisa

“¿Qué pensaste, Juli?” 

“El fin de semana viajarás a Neiva, ¿verdad?, pues cuando te encuentres allí busca el tesoro”.

“Gracias, cerebro de Juli, por tan buena idea, pero cerebro de Juli, ¿cómo hago para hallar el magnífico tesoro?” preguntó Luisa en un tono burlón.

“El cerebro de Juli está fallando, perdió la creatividad, tendrás que buscar por tu cuenta como poder hallar esto” respondió Juliana mientras reía, contagiando a su amiga.

Justamente por donde estaban, pasó Antonio y escuchó todo lo que hablaron, por lo que le dijo a Juliana:

“No la ilusiones, ella está un poco loca”.

“Querrás decir, loca de amor por la ciencia” dijo Juliana.

Ese mismo fin de semana, Luisa y Antonio viajaron con toda su familia a Neiva. En uno de sus días de viaje llegaron a un restaurante, donde los dueños de este eran los primos de la madre de los mellizos.

Al terminar de comer, Antonio y Luisa ayudaron a lavar los platos. Mientras esto ocurría, vieron como varios de los empleados comenzaron a derramar el aceite sobrante de las comidas a el lavaplatos. Fue tanta la curiosidad de Luisa que ella preguntó a varios de ellos por qué realizaban esto, entonces le decían que simplemente era porque no sabían qué hacer con ese aceite, no tenían dónde arrojarlo o estaba algo dañado.

“Luisa, tú que eres tan ambientalista, ¿el aceite contamina el agua?”  preguntó Antonio con tono sarcástico, pero con este interrogante, a Luisa se le encendió un bombillo.

“Antonio, me acabas de ayudar por primera vez”.

“¿Qué?, ¿de qué hablas?” dijo algo confundido.

“El aceite contamina el agua, el agua era la fascinación de Rosse, estamos en Neiva y lo que cae de los lavaplatos lleva a alguna de las fuentes que hay en Neiva. Sííí, por fin encontré respuesta a lo que tanto quería”. Luisa saltó de alegría por la conclusión a la que había llegado, mientras Antonio la miraba extrañado.

“Estás loca, Luisa, nada de eso es cierto, nunca lo encontraras ¡YA PARA!” gritó molesto Antonio.

“No me importa, yo lo encontraré sí o sí” comentó Luisa algo apurada.

Ella no pudo esperar más, así que alistó lo que necesitaba y decidió emprender el viaje en la búsqueda del tesoro que tanto anhelaba. Justo cuando iba a salir, su padre se hizo en la puerta y le dijo que ella no podría salir sola, tenía que estar en compañía de alguno de ellos.

“Pero, papá, posiblemente encuentre algo que ayude al medio ambiente y a la humanidad y tú ahora no me dejas ir” le rogó Luisa de rodillas.

“No es no, no vas a ir y punto, se acabó la discusión” dijo el padre de Luisa un poco enojado. 

Cuando cayó la noche, Luisa se dirigió a uno de los cuartos que tenía para ella y para su hermano, con mucha rabia, sin ganas de nada y sin saber qué hacer. Pero la chica también era algo rebelde, así que decidió escaparse en medio de la noche para encontrar el proyecto de Rosse. 

Ella estaba en un segundo piso, no muy alto, entonces no le quedó de otra que hacer lo que alguna vez vio en una película; ató varias sábanas y las puso sobre la ventana sujetándose en el closet y una silla para que no se soltara. Cuando ya estaba por salir, Antonio se levantó y vio todo lo que Luisa estaba haciendo. El niño se llenó de miedo, pero a la vez se preocupó por su hermana. A pesar de ser tan diferentes, ellos dos se querían bastante, no lo demostraban, pero en su corazón sentían cariño uno por el otro.

“¡¿LUISA, QUÉ ESTÁS HACIENDO!”, estás completamente loca, le voy a decir a mis…”

“No me importa, Antonio, yo seguiré luchando por lo que quiero así que déjame ser feliz solamente una vez” le interrumpió Luisa.

“ ¿Feliz? Luisa, ¿yo no te causo felicidad?” preguntó Antonio.

“No, Antonio, nunca lo has hecho, a veces pienso que tú nunca hubieses querido tener una hermana como yo” respondió Luisa llena de rabia y luego bajó por las sábanas atadas mientras se le salía una pequeña lagrima de tristeza.

Antonio no sabía qué hacer. En ese momento se dio cuenta de lo mal que había tratado a su hermana todos esos años. Necesitaba hacer algo para ayudar a su hermana más que nunca, así que, con miedo y tapándose la boca para no gritar, bajó por las sábanas y comenzó a seguir a Luisa. 

Mientras tanto, Luisa ya había hecho sus planes, ya que consiguió un mapa de los acueductos para poder entrar en ellos, todo gracias a que el primo de Juliana era trabajador de ese sitio. Ella iba decidida, con mucho espíritu, pero a la vez con tristeza de darse cuenta que su hermano no hacía nada por ella.

Pero lo que no sabía Luisa era que Antonio la seguía a la distancia. Estaba cansado porque Luisa caminaba muy rápido y a veces hasta se le perdía de vista, pero a él en ese momento no le importaba nada más que su hermana.

Eran las 11 p.m. y Luisa por fin había llegado al sitio. Escaló una colina hasta la cima y al llegar abrió un pasadizo en el suelo, lo que la dirigió a un bello jardín lleno de olores y colores que deleitaban a quien pasaba. Los pájaros trinaban entre sí mientras Luisa miraba el reflejo de todos estos en el agua. ¡El lugar era un paraíso de fantasía!

Antonio al ver todo lo que estaba pasando no lo podía creer y bajó discretamente por donde Luisa había ido. 

Mientras, Luisa vio la fuente de la historia y se emocionó tanto que casi lloraba de felicidad. Pero había una pequeña caja pegada a la fuente, hecha de piedra que ella no podía abrir. Se dio cuenta que había algo escrito sobre la piedra, que decía: “esta caja solo se puede abrir con un amor verdadero”.

“¿Amor verdadero? Qué voy a hacer, no tengo a nadie, no tengo novio y tampoco quiero una historia como la de Rosse y Frederick para abrir el cofre. Creo que fue una pérdida de tiempo” se dijo a sí misma pensando en qué hacer.

Justamente entró Antonio, derramando gotas de sudor al correr por todo el camino. Al ver a Luisa se llenó de tranquilidad y estaba más sorprendido que la anterior vez, ya que de verdad pensaba que la historia que había contado su hermana era mentira.

 Al ver tantas maravillas a su alrededor, y el agua que reflejaba su rostro junto a la luna, se comenzó a llenar de felicidad. Luisa estaba jugando con algunos pájaros mientras pensaba qué hacer. Cuando vio a Antonio, estaba confundida pero molesta a la vez. 

“Antonio, ¿qué haces aquí?, no te pedí que vinieras y tampoco necesito de tu arrogancia en este momento”.

“Luisa, déjame explicarte todo…”

“No quiero, dime una razón por la cual tenga que escucharte” dijo Luisa arrogantemente. 

“Porque te quiero Luisa, te quiero con todo mi corazón. Al ver estas maravillas me doy cuenta que son iguales a ti, tan dulces y bellas como la mañana o tal vez como la luna, y tan únicas que a cualquier persona le causa felicidad verla; son muy importantes y ahora me doy cuenta porque tenemos que cuidarlas. De verdad, perdóname Luisa, te prometo que no volveré a ser así, siempre trataré de ser lo mejor y tratar al medio ambiente de manera mejor. Si tú no quieres aceptar mis disculpas, lo entenderé” confesó Antonio con mucho sentimiento.

Y el silencio reino por un momento, así que Luisa después de pensar y reflexionar perdonó a Antonio, ella se sentía feliz en ese momento, tan feliz que esta vez sí le salió una lagrima de amor, amor por la bella creación que veía, tanto del ser humano como lo que le rodea; esta lágrima se derramó justo sobre la fuente en donde estaban.

“Te perdono, Antonio, gracias por lo que acabas de hacer por mí. Pero ahora no se como abrir esto, necesito de tu ayuda” comentó Luisa.

Antonio miró y dijo: “No creo que podamos hacer nada, ya es muy tarde Luisa, quedémonos a dormir aquí mientras amanece y regresamos a la casa de nuestros primos”.

“Está bien”. 

Así que el jardín al ver esto les hizo camas para cada uno con sus ramas, ellos no lo podían creer todavía, los dos pensaban que era como de película todo lo que les estaba pasando. Al día siguiente cuando se levantaron, frente a ellos estaban sus padres preocupados y aliviados de verlos. 

“¡Llevamos horas buscándolos! ¿Por qué se fueron tan repentinamente?” dijo el padre de los mellizos.

“Estaba muy preocupada, se me fue la vida por un momento. ¿Por qué están aquí? ¿Cuál es la necesidad de hacer eso?” sollozó su mamá.

Ellos les explicaron toda la situación. Al principio, ambos padres no entendían y estaban muy confundidos, pero al ver a sus hijos abrazados se sintieron muy felices. De repente, se comenzó a abrir el cofre, todos estaban sorprendidos. Lo que no sabían es que el abrazo y la lágrima de Luisa eran la muestra de amor para abrir aquel cofre. Cuando se acercaron, vieron una nota que decía:

Hola, soy la princesa Rosse, estoy feliz de saludarlos y a la vez triste porque sé que posiblemente me marcharé. Quiero decirles que estoy trabajando en un proyecto donde uso el aceite para no contaminar el agua. A diario veo cómo los pobladores desperdician todo el aceite y no sabía qué hacer. Cuando el aceite llega a las aguas forma una especie de película sobre la superficie, generando que no pase la luz ni de oxígeno. Además, cuando hacen contacto con los peces al tocar su piel, todos los químicos se les pegan hasta llegar a su muerte. 

Así que he diseñado varios jabones, cosméticos y muchas más cosas hechas a base de aceite; a la gente no le gustó mi idea, pero el único que quiere apoyar esta idea es mi amado Frederick. Esto llegó a manos del rey y tengo miedo de que me hagan algo ahora. Así que en caso de que me vaya quiero dejar esta nota para que continúen mi legado y sepan cómo utilizar estos recursos. Gracias querido o querida por ayudarnos a hacer del medio ambiente un lugar mejor. Este lugar es la representación de esto, algo hermoso que todos quieren ver. Abajo de esta carta, está la fórmula química de los productos. 

Con amor, Rosse 

“Wow” exclamaron los padres de Luisa y Antonio muy impactados.

“Ahora ven, no son patrañas, no son mentiras y no son bromas. Les dije que algún día lo encontraría y hoy es el día en el que lo encontré. ¿Pero ahora que puedo hacer para hacer para que podamos continuar este proyecto?”  dijo Luisa. 

“Es muy fácil, papá es ingeniero ambiental, él nos puede ayudar. Además, conoce mucha gente y podríamos sacar el provecho de eso” le recomendó Antonio.

“Antonio, ¿estás bien?” le preguntó Luisa, muy extrañada de que la estuviese apoyando.

“Estoy perfectamente bien, más emocionado que nunca. Luisa, yo he cambiado y quiero ayudarte a hacer el cambio, vamos a salvar este planeta cueste lo que cueste” contestó Antonio. 

“Me parece extraordinario, Antonio, gracias por ser el hermano que siempre quise; volviendo al tema, papá, ¿tú podrías ayudarnos?”  preguntó Luisa con emoción. 

“Claro, estoy muy atónito en este momento, esto parece de película. Yo llevaré esta fórmula a mi trabajo y los convenceré de sacar el producto” respondió el papá.

En ese momento Luisa, Antonio y sus padres regresaron a donde se estaban alojando y contaron todo a sus primos. En el primer instante no les creyeron, pero luego les mostraron las pruebas, la carta y una fotografía que había tomado Luisa del lugar, e igual que todos quedaron sorprendidos.

Así sucedieron las cosas, el padre de Luisa y Antonio desarrolló la fórmula y la sacó al mercado, generó un impacto ambiental muy grande en Colombia y en el mundo; los compañeros de Luisa ya no se burlaban de ella. Por otro lado, Antonio se volvió igual que Luisa, alegre, compasivo y ambientalista, cada día luchando más por la naturaleza. Aunque este proyecto aún no lo conozcan todos, siempre será para los mellizos un gran recuerdo y una maravillosa búsqueda del tesoro.

Cuando el sol y la lluvia se unen, al final aparece un gran arcoíris que trae felicidad a cada persona, así mismo ocurrió con estos dos hermanos, en donde sus diferencias los ayudaron a descubrir un proyecto innovador para su tan amada naturaleza.

Cuento escrito por: Karol Sofía Ballén (Semillero ALUNA)

Información del cuento

Este cuento fue escrito por Jenny Karina Bayona Gómez.

Imagen de portada generada con ayuda de Adobe Firefly.

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