Juanita y los increíbles zapatos de plástico

Cuento basado en el artículo: ¡Un héroe por el océano! Zapatos producidos a partir de plástico residual.

Escrito por Salomé González

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Había una vez una niña llamada Juanita, ella era muy inteligente y curiosa, todos la admiraban por eso.

Un día, Juanita estaba leyendo un libro, cuando, de repente, tocaron a la puerta “toc, toc”. La niña salió a ver de quién se trataba, y al abrir la puerta se encontró con un repartidor que le entregó un paquete.

Se dio cuenta que era una caja de zapatos para su hermano menor, ¡era el quinto que llegaba en la semana! Juanita, bastante indignada, buscó a su hermano para regañarlo. 

“Pablo, deja de pedirle a papá tantos zapatos, ¡estás dañando al planeta!” lo regañó 

“Pero necesito zapatos para jugar, ¿qué hago entonces?” le preguntó su hermanito.

Juanita se quedó pensando un buen rato. Pensó, pensó y pensó hasta que la cabeza empezó a echar humo. “Fissss” le hacía el cerebro por tanto esfuerzo. Pablo estaba muy aterrado al ver a su hermana así.

“¡Ya sé!” Juanita gritó de repente, y Pablo dio un salto por el susto.

“¿Qué se te ocurrió?” preguntó Pablo.

“Podemos hacer zapatos con residuos” respondió Juanita. Su hermanito la miró como si se le hubiese caído la cabeza, pero decidió apoyarla, porque eso hacen los hermanos

Sin dudarlo,  fueron por todas las casas del barrio recogiendo las bolsas de plástico. Luego, Juanita creó unos zapatos con esas bolsas y le pidió a su hermano que los utilizara. Él se los probó, pero no servían, porque se rompieron fácilmente. “¡Trash!” hicieron al dañarse.

Pero ella no se rindió. Entonces Juanita fue a donde su abuela para que le regalara la tela que sobraba de la ropa que hacía. Volvió a crear otros zapatos, y su hermano, totalmente ansioso, se los probó de nuevo.

 ¡No se rompieron como los otros! Juanita creyó que por fin tenía el invento final. Pero sucedió algo, y es que cuando Pablo salió a jugar, los zapatos no lo dejaron correr porque eran muy pesados.

“Creo que deberías darte por vencida” le dijo Pablo con su mirada en el suelo, pero Juanita no le hizo caso.

La niña fue hasta las afueras de su barrio, en donde la gente tiraba las botellas de plástico. Recogió algunas y se las llevó para su casa. Estuvo trabajando día y noche, sin salir de su casa a jugar, hasta que por fin pudo crear unos zapatos.

Le pidió a su hermano que los usara. Él le hizo caso, pero no esperaba que sirvieran. ¡Que equivocado estaba! Los zapatos no se rompieron y hacían que Pablo corriera más rápido.

“Wao, hermana, ¡estos zapatos son increíbles!” exclamó el niño dando saltos muy altos.

Así, el par de hermanos crearon muchos zapatos hechos de botellas de plástico, y se los regalaron a los niños que no tenían como comprarse un par, que por fin pudieron correr felices en el parque sin lastimarse los pies.

Finalmente, Pablo tuvo todos los zapatos que quiso para jugar, mientras que el planeta sonreía lleno de felicidad.

 

 

Cuento escrito por: Salomé González

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