El cocodrilo, el pez y el mar
Este cuento está basado en el artículo Más allá de los platos desechables: Flatbowl como alternativa para celebrar sin contaminar.

En un lejano río, pero muy cerca al mar, vivía un imponente cocodrilo llamado Guillermo. A pesar de su apariencia intimidante y fuerte dentadura, Guillermo era muy amigable y tranquilo. Siempre lo acompañaba su leal amigo Albino, un diminuto pez de espíritu alegre y curioso.
Un día, como de costumbre, Albino se aventuró a explorar las maravillas del mar. Mientras nadaba entre las aguas adornadas por gigantescas algas, vio un objeto de color peculiar entre la arena. Sin dudarlo, se lanzó velozmente hacia él, pero entre la densa vegetación marina, se enredó en una bolsa de plástico con agujeros. A pesar de sus esfuerzos por liberarse, no tuvo éxito.
Mientras Albino se enfrentaba a un enemigo desconocido, Guillermo llegó a casa de Albino, pero su madre le informó que el pequeño pez había salido más temprano esa mañana. Intrigado, decidió buscarlo en zonas donde aún no habían explorado juntos, ya que Albi solía aventurarse en lo desconocido.
Mientras nadaba por un lugar nombrado Tang, famoso por sus extensas algas. Guillermo escuchó gritos de auxilio a la distancia.
―¡Ayuda! ¿Hay alguien ahí? ¡Auxilio, por favor!, clamaba una voz desesperada.
Rápidamente Guillermo nadó hacia la fuente del sonido y encontró a un pequeño pez atrapado en lo que parecía ser una medusa, aunque curiosamente, ésta no parecía ser venenosa.
―Por favor, Señor Cocodrilo, ¡no me devore! ¿No cree que soy demasiado joven para morir? ¡Tenga piedad, por favor! – Suplicó el pececito desde su prisión.
Al escuchar esa voz, Guillermo se sorprendió, ¡había encontrado a su amigo!, ¡y en apuros!
―Tranquilo, Albi, soy yo, Guille, ¿qué haces atrapado aquí? – preguntó Guillermo mientras empleaba su poderosa mandíbula para liberar a su amigo.
Albino exhaló un suspiro de alivio y le respondió:
―¡Qué susto me diste! Mientras nadaba, ví un objeto que me causó curiosidad. Quería investigar qué era, pero estaba tan emocionado que no ví a esta extraña “medusa” y me atrapó.
Guillermo, al examinar más de cerca el objeto, señaló:
―No creo que sea una medusa, Albino.
El pez observó con más atención y admitió:
―Tienes razón, definitivamente no parece una medusa. Es algo más fuerte.
En búsqueda de respuestas, los amigos decidieron preguntar a Irene, la mamá de Albino, sobre el misterioso objeto. Al mostrarle el hallazgo y contarle lo sucedido, ella se entristeció tanto que incluso pareció que su color naranja palideció.
―Chicos, eso que han traído es plástico, un material creado por los humanos que a menudo llega a nuestros mares. Deben tener cuidado; es peligroso. – Les advirtió Irene.
Días después, mientras jugaban, escucharon chapoteos en el agua: ¡Chap, chap!; ¡Chop, chop! Se acercaron y vieron a humanos arrojando todo tipo de basura al mar, incluyendo botellas, madera, plásticos y cartones.
Si bien estaban acostumbrados a ver a los humanos, nunca los habían visto ensuciar el agua de esa manera. Una vez que los humanos se alejaron, el mar se tornó muy oscuro debido a la cantidad de basura. Guillermo salió a revisar la superficie del agua y lo que vió lo dejó triste y asombrado. Flotaba tanta basura que ni siquiera podía ver a su pequeño amigo dentro del agua.
―Esto no está bien, Albi. Si nuestro hermoso hogar continúa siendo destruido, no podremos sobrevivir. – Expresó Guillermo con tristeza.
―Estoy de acuerdo, Guille. Debemos encontrar una solución. – Respondió Albino con determinación.
―Si los peces y otros animales marinos mueren por la contaminación, debemos REDUCIR el plástico… Que dure menos tiempo en el mar.- Mencionó Guillermo.
―¡Claro! ¡Un plástico que se deshaga en el agua! ¡Esa es la solución! – Dijo Albino dando saltitos de alegría. – Hace tiempo escuché de unos humanos que estaban pescando que hay un material así llamado plástico biodegradable y que producen con los residuos de diferentes cultivos, por ejemplo, residuos de caña.
Al principio no sabían nada, pero se pusieron manos a la obra. Un cocodrilo ansioso iba y venía de la biblioteca a la casa de Albino y luego introdujo en su recorrido el laboratorio que el señor camaleón había construido en la mitad del bosque. Aunque sabían que no podrían eliminar por completo el plástico del mar, hicieron todo lo posible para que un nuevo material pudiera reducir la contaminación. Sin embargo, se preguntaron cómo podrían convencer a los humanos de usar este nuevo material.
―Cuando ya lo habían producido decidieron ponerlo en la orilla del río para que alguien lo encontrara y se diera cuenta de lo fantástico que era. Los humanos son inteligentes y podrán aprender cómo hacerlo. – propuso Albino con entusiasmo.
Así, Guillermo y Albino lograron reducir la cantidad de plástico en el mar. Aunque eran solo un pez y un cocodrilo, demostraron que todos, sin importar su tamaño o naturaleza, pueden marcar la diferencia en la protección de nuestro planeta y aportar a la preservación de su amado hogar marino.
Información del cuento
Este cuento fue escrito por María Ángel Pabón Peña.
Imagen de portada generada con ayuda de Adobe Firefly.
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