El fruto de la conciencia

Escrito por Nicolle Rodríguez Layton

Claudia y José eran una pareja que había vivido felizmente durante mucho tiempo en una pequeña capital costera. Sus días eran simples, pues tenían un modesto negocio en el que vendían platos cubiertos y vasos desechables. Aunque no ganaban mucho dinero, era suficiente para mantenerse.

 

Un día, como cualquier otro, la pareja se levantó temprano para abrir su negocio, pero al salir de su casa, quedaron sorprendidos. El mar había devuelto a la playa toda la basura que la gente había arrojado en él. Eran toneladas de desechos, sobre todo plástico, que tardaría años en degradarse. ¿Acaso era el planeta tierra pidiendo ayuda?

 

Muchas personas se unieron para limpiar la playa, pues dependían del turismo para obtener ingresos económicos. Al anochecer, la playa estaba impecable, pero al día siguiente, Claudia y José se enfrentaron nuevamente al mismo panorama. El mar nuevamente arrojó más basura a la orilla y a pesar de que la limpiaron una y otra vez, esta situación se repitió durante semanas.

 

Un día Claudia y José se dieron cuenta que nuestro planeta estaba pidiendo ayuda y que no iba a dejar que disfrutáramos de la belleza de las playas si no las cuidábamos. Así que decidieron darle un nuevo enfoque a su negocio y empezaron a buscar maneras de fabricar vasos y cubiertos biodegradables y amigables con el medio ambiente. Sin embargo, mientras buscaban una solución, el planeta tierra no dejó de pedir ayuda. Ya no sólo arrojaba la basura de los mares a las orillas, sino que también su temperatura subió. El planeta tierra enfermo aún más, y el cambio climático empezó a afectar a más poblaciones.

 

Pasó un mes hasta que Claudia y José lograron diseñar a detalle su idea de emprendimiento ecológico. Se valieron de un préstamo y todos sus ahorros para comprar lo necesario para comenzar. Sin embargo, no se esperaban que las personas tuvieran poca consciencia sobre lo enfermo que está nuestro planeta ni de su lenta agonía, por lo que su emprendimiento no recibió el apoyo esperado.

 

Ellos diseñaron una amplia variedad de platos, vasos, tenedores y bolsas desechables que era biodegradables, e incluso algunos productos que germinaban para crear huertas de frutas y verduras después de degradarse.

 

Un día, Claudia y José, decidieron salir a las calles de su ciudad a promocionar sus productos ecológicos y tuvieron la suerte de que un empresario extranjero, que se encontraba de vacaciones en la ciudad, se interesara en su proyecto. Rápidamente firmaron un contrato que llevó a que sus productos y su mensaje de cuidado del medio ambiente se hicieran virales. Sus productos reemplazaron a los plásticos dañinos en el mercado, convirtiéndose en una fuente de inspiración para muchas personas que comenzaron a tomar medidas para ayudar a nuestro planeta.

 

Con el paso del tiempo, la salud del planeta tierra mejoró y sus llamados de ayuda cesaron, aunque aún faltaba mucho para que estuviera completamente sano. Claudia y José no se conformaron y continuaron buscando formas de innovar en la creación de productos ecológicos cada vez mejores

Cuento escrito por: Nicolle Rodríguez Layton, 11º, Colegio Trinidad Camacho Pinzón.

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